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La virtud de la hegemonía americana . |
Artículo publicado en Cuadernos de Pensamiento Político nº 1 Págs. 161 a 174, Madrid, Octubre, 2003. El autor es el principal asesor en temas estratégicos e internacionales del ex Presidente del Gobierno Español José María Aznar . |
Introducción
Las nuevas condiciones de la seguridad
La voluntad de América
No hay alternativas a los Estados Unidos
Un imperio post-imperial
Un imperio post-imperial
Quizá lo más importante sea reconocer que un imperio del Siglo XXI no tiene por qué replicar a los imperios del pasado, sus políticas de coerción, de explotación económica y de engrandecimiento geográfico. Estados Unidos sólo puede ser un imperio post-imperial si nos atenemos a la noción clásica de Imperio.
Si Norteamérica fuese el imperio español del XVI, el francés del XVIII o el británico del XIX posiblemente no habría permitido el rechazo de Arabia Saudí a utilizar su suelo en la operación Libertad Iraquí o las frustrantes vacilaciones de Turquía, por donde supuestamente debía haberse abierto el frente norte que no llegó a ser. Para comprender la naturaleza de este nuevo imperio hay que reconocer que la cultura política americana es profundamente democrática y que está acostumbrada a aceptar la oposición como algo natural. Los valores americanos tienen que ser queridos y asumidos voluntariamente por lo que de positivo tienen para todo el mundo. Es decir, que la acción exterior y estratégica de Norteamérica no se basa en la coerción (salvo con los enemigos) sino en la persuasión y en la atracción.[xxiii] Los americanos deben entender que su imperio tiene que ser capaz de represaliar a quien se le subleve, pero que debe basarse tanto en la firmeza para la acción como en la bondad y benevolencia de su poder y en el hecho de que allí donde estén los americanos favorezcan la creación de riqueza, la revitalización tecnológica, el dinamismo social y, no es baladí, las prácticas democráticas y la libertad. Que normalmente es lo que han logrado con sus intervenciones.
Por otro lado, un imperio post-imperial no se debe basar en marcos geográficos, sino que sus fronteras son ideológicas. Tiene sentido en tanto que comunión de países que comparten los mismos valores y la misma visión acerca del futuro y del mundo. El interés común es servir a la causa de la libertad, defendernos de las amenazas a la misma y potenciar un marco de prosperidad global que la apuntale y desarrolle. Blair dijo a sus ciudadanos que el no temía la unipolaridad, porque su país formaba parte de ese único polo de libertad que representaban los Estados Unidos. Los europeos que sufrimos la lacra del terrorismo, que podemos ser vulnerables ante las nuevas formas del terror, que compartimos fronteras con gobiernos inestables y no sujetos a las reglas del juego democrático, no deberíamos sentir resquemor ante la potencia americana. Porque no somos súbditos, sino parte de ese nuevo imperio cuya razón de existir es acabar con los enemigos de nuestras sociedades abiertas y permitir un clima de respeto y libertad para todos. La extensión de las buenas prácticas de gobierno y de la democracia es la única política imperial aceptable. Y es la que tenemos. Hay quien critica el “orden americano”, pero la alternativa no es un supuesto e imposible “orden europeo”, sino el desorden mundial. Y esa es la pregunta que nos debemos hacer: ¿Qué preferimos para nosotros y nuestros hijos, “un mundo de normas y convivencia civilizada, o un mundo en el que los dictadores no se sientan constreñidos para desarrollar armas de destrucción masiva ni tengan remordimientos por cometer agresiones externas o ayudar al terrorismo”?[xxiv]
Notas
[xxiii] A este respecto debe consultarse la obra de Nye, Joseph: The paradox of American Power.Nueva York/Oxford, Oxford University Press 2003. En cualquier caso al autor le sirve la necesidad de emplear tanto el hard power como el sofpower como crítica al presidente Bush, quien, en su opinión, está descuidando este último aspecto por su marcado unilateralismo, actitud que genera rechazo.
[xxiv] Kaplan, Lawrence F. y Kristol, William: The War over Iraq. Saddam’s tyranny and America’s Mission. San Fracisco (Cal), Encounter books 2003, pág.VIII. |
Rafael L. Bardají , 20/05/2004 |
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