¿Por qué una Agenda Estratégica?


En la agenda (sea de papel, electrónica o de simple memoria) anotamos, sobre todo y principalmente, aquellas cosas que no podemos dejar de hacer. Porque dejar de hacerlas sería dejar de ser quienes somos. No seríamos la persona que somos, no seríamos el miembro de la familia que somos, no seríamos el amigo del grupo de amigos que somos, no tendríamos la responsabilidad que nos toca en la organización en la que trabajamos o prestamos nuestros esfuerzos voluntarios.

A las naciones, a las comunidades, les sucede lo mismo que a las personas. Hay temas que no pueden ser dejados de lado o ignorados, ni siquiera con las sutilezas del doble discurso, mucho menos argumentando la existencia de razones políticas. Hay cuestiones que no pueden quedar sin respuesta. Hay problemas a los que no podemos eludir la búsqueda de una solución. Quizás sea imperfecta, quizás sea parcial, quizás lleve tiempo, quizás tenga costos, para muchos, para pocos.

Hay cuestiones que la Argentina no puede ignorar, dejar a un lado, postergar indefinidamente, bajo la excusa de evitar los costos políticos, económicos o sociales. O de encerrarse en sí misma.

Si lo hace, le sucederá lo mismo que les ocurre a las personas que no cumplen, o simplemente fingen ignorar, lo que anotaron en su agenda: dejarán de ser quienes son, aunque nunca terminen de enterarse de este triste hecho.

Argentina puede ignorar su Agenda Estratégica. Pero, entonces, como aquellas personas que se olvidan lo que son y lo que quieren ser, dejará de ser Argentina. Será, sin duda, otra cosa, ya que las realidades históricas le temen al vacío.

Algo ocupará el lugar de lo que no quisimos, no pudimos o no supimos ser en el siglo XXI.

La Argentina de 1816 sabía lo que quería ser. Hubo muchos otros argentinos que supieron lo que querían que fuera este país durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del Siglo XX. Es más: hubo muchos más extranjeros que argentinos que supieron lo que querían hacer de este país, que recibió la ola migratoria más grande del planeta, en proporción a su población nativa, durante las décadas que transcurren entre 1870 y 1920.

Durante medio siglo fuimos "la Tierra Prometida", el modelo y la esperanza para millones de miembros de la Humanidad. Si algún día perdimos el rumbo, nos extraviamos en nuestras disputas internas y decidimos darle la espalda a la marcha del resto del mundo, de ninguna manera esto constituye una falta irrecuperable.

Agenda Estratégica quiere que, entre todos, hablemos de estos temas. No vamos a ocparnos de cuestiones menores y circunstanciales, en las que cualquier división puede explicarse como una mera cuestión de opinión o de gustos (o de ideologías).

Hablemos y discutamos. Desde nuestros enfoques diferentes. Seamos adversarios, pero no necios. Lo único que no podemos permitirnos es vivir encerrados en estas disputas menores, en las que ya hemos consumido las posibilidades de mejorar la calidad de vida de dos o tres generaciones. Mientras el mundo cobraba, día a día, año tras año, un ritmo de transformación cada vez más acelerado.

En los inicios del siglo XXI, la Humanidad está atravesando el ciclo de cambios más acelerados y profundos de toda la historia de todas las civilizaciones. Se ha quebrado el lento y pacífico camino de la evolución al progreso con que soñaron las mentes más iluminadas del siglo XIX. En el final del "siglo corto" - como denominan los historiadores al que comenzó en 1914, con la Primera Guerra Mundial, y finalizó en 1989, con la caída del Muro de Berlín - la crisis ha dejado de ser la excepción para convertirse en la norma.

En este rincón del Cono Sur de Sudamérica no podemos mirar para otro lado mientras avanza la historia. No podemos dormir una siesta de cuatro años. Mucho menos, después de todos los esfuerzos realizados por el conjunto del pueblo argentino durante la década de transformaciones que fueron los años 90.

Por eso es que debemos, entre todos, ocuparnos de la Agenda Estratégica de la Argentina. Simplemente para ser lo que queremos ser.


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