La crisis del peronismo y la gobernabilidad de la Argentina .

 


Texto completo de las exposiciones de Jorge Raventos, Pascual Albanese y Jorge Castro, en la última reunión mensual del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario, que tuvo lugar el pasado martes 6 de julio en el Hotel Rochester.
Jorge Raventos

Pascual Albanese

Jorge Castro

Jorge Castro

La crisis política desatada en diciembre del año 2001 sigue abierta. Lo que ocurrió allí fue que eclosionó el proceso de desintegración del gobierno de la Alianza, que había comenzado en agosto fe ese año, cuando a ocho meses de haber asumido renunció a la vicepresidencia de la Nación el integrante de la coalición ganadora en los comicios de octubre de 1999. El resultado de este proceso de desintegración política culmina con el último ministro de Economía del gobierno de la Alianza , Domingo Cavallo, cuando decide modificar la ley de convertibilidad y establecer un mecanismo por el cual se abre la posibilidad de una devaluación de la moneda, terminando con el régimen de paridad fija que estuvo vigente desde el año 1991. La Argentina, país sin instituciones, corroído profundamente por la crisis política manifestada por una situación de ingobernabilidad, encontró en la década del 90 dos pactos constitutivos que le otorgaron el marco del ejercicio de la gobernabilidad. Uno, el régimen democrático reestablecido en 1983, tras producirse el colapso del régimen militar tras la derrota de Malvinas. El segundo, en un país donde la desintegración de las instituciones estuvo acompañado por la desaparición de la moneda, el segundo pacto constitutivo que estableció un marco de gobernabilidad, junto con la democracia, fue la convertibilidad a partir de 1991.

Ultimo trimestre del 2000, marzo-mayo del 2001, crisis política, esto es crisis del sistema político gobernante, esto es de la Alianza. Mayo del 2001, se modifica la Ley de Convertibilidad y se le aclara a propios y ajenos que se abre el camino para una devaluación de la moneda. Resultado: crisis política más crisis económica. A partir de mayo del 2001, la mayor corrida bancaria de la historia argentina. Desde mayo a diciembre de 2001, se retiran del sistema financiero 22.000 millones de dólares en depósitos. En la última semana de noviembre solamente se retiran diariamente entre 2500 y 4000 millones de dólares. Concomitantemente, el sistema financiero uruguayo adquiere el mayor nivel de depósitos de toda su historia. Era, en definitiva, el traslado de los depósitos de los argentinos que preveían el fin de la convertibilidad y reflejaban una brutal crisis de confianza surgida del colapso político en ciernes del gobierno de la Alianza. El resultado fue este retiro masivo de depósitos, luego vienen los días 20 y 21 de diciembre, hay 35 muertos y renuncia el presidente de la Nación. A solo dos años de haber asumido y mientras había sido elegido con el 75% del respaldo de la opinión pública, dejó su mandato con el 4% de respaldo. Convendría centrar la atención en este momento histórico de la vida del país. Porque lo que aparece allí es el siguiente cuadro de situación que puede caracterizarse de la siguiente manera : en la Argentina no hay poder político en las instituciones, solo hay poder político en el plano mismo del proceso político. Cuando en este plano hay poder, surgido a partir de 1983 de procesos electorales legítimos, al surgir el poder entonces se traduce en ejercicio efectivo a través de las instituciones. En el mismo momento en que el poder del proceso político se agrieta o desaparece, también lo hace el poder de las instituciones.

Esto no tiene que ver que los argentinos tengan un código genético errado. Tiene que ver con una historia. Este es el país de mayor grado de participación y de movilización de toda América Latina. El resultado de los países latinoamericanos con alto grado de participación suele ser que sus instituciones sean débiles. Brasil y Chile tienen instituciones fuertes. El motivo fundamental es porque son países profundamente elitistas. La Argentina es hondamente democrático. Es un país de revoluciones sociales.

Es un país de la revolución social más importante de la historia, la inmigración masiva europea, que tuvo una magnitud en cuanto a la población original de cuatro inmigrantes europeos por cada argentino originario. En realidad, más que inmigrar a un país establecido, esa nueva masa inmigratoria creó una nueva sociedad. Pero además no sólo eso: después, vino una segunda oleada de movilización y es la que llevó adelante el yrigoyenismo en la larga lucha que logra transformar el sistema político con la Ley Saenz Peña en 1912/1916. Y el resultado es que la Argentina de 1912/1916 hasta 1930 va ser de lejos el país de América Latina con mayor participación política. Las elecciones de estos años tienen cada vez más un grado de participación electoral incomparable en toda América Latina y uno de los más grandes del mundo. Pero, por si esto fuera poco, después hubo una tercera revolución social, que fue el peronismo desde 194. Qué hizo el peronismo? En breve síntesis, puso arriba lo que estaba abajo y puso adentro lo que estaba afuera. Los trabajadores gobernaron, las mujeres participaron, los trabajadores se sindicalizaron y todo esto en un país donde las instituciones desde 1930 en adelante estaban cuestionadas en su legitimidad. El resultado es un sistema político donde solo hay poder en el sistema político. En diciembre del 2001, cuando estallan los desordenes, renuncia el presidente constitucional y 35 muertos, colapsa no solo el gobierno de la Alianza, sino la coalición política que le dio sustento. Y esto significa el socio menor desaparece, desintegrado en aproximadamente 16 subagrupaciones y el radicalismo, si bien mantiene su condición de gran partido nacional arraigado en la sociedad argentina, desaparece como fuerza nacional. En las elecciones presidenciales del 27 de abril del año 2003, la figura del candidato presidencial del radicalismo obtuvo el 2,2% en las elecciones nacionales. O, dicho de otra manera, en diciembre del año 2001, quedan en el proceso político no más dos fuerzas, sino una sola: el peronismo. Y esta vigencia de una sola fuerza política se ve ampliada, multiplicada en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del año pasado. Porque el peronismo fue sin una candidatura unificada, dividido en tres sectores. Conviene agregar que, sumados esos tres sectores obtuvo, el 63% de los votos. Las tres candidaturas mostraron, en su conjunto, un arraigo extraordinario.

Ahora en el fondo de la crisis política argentina, que estalla en 2001, es probable que el antecedente más relevante no sea el colapso del gobierno de la Alianza y la desaparición del radicalismo como fuerza nacional, sino que como en la Argentina el poder político está en el plano del mismo proceso político y no en las instituciones, el verdadero origen de la crisis política argentina es la crisis del justicialismo, que tiene lugar tres años antes, en 1999. Es el momento en que una fuerza política que acaba de gobernar diez años el país, que habiendo realizado la más importante transformación de la Argentina, al menos en los últimos veinte años, no logra establecer las condiciones de su propia continuidad en el seno de su movimiento.

En la vida política, lo esencial es la física de la política. Lo accesorio, que en algunos momentos es incluso lo irrelevante, es el mundo de las intenciones. Cuando un dirigente dice, no quise, no pude, no supe, estas afirmaciones van a pasar a la historia como una nota a pie de página. Lo fundamental no es si quiso, pudo o supo, sino si lo hizo o no lo hizo. El peronismo en 1999 no pudo establecer las condiciones de su continuidad. Más aún, el candidato del justicialismo fue el principal adversario del propio peronismo en la tarea histórica que éste había realizado en los diez años previos.

Elecciones del 27 de abril, primera vuelta: el justicialismo que obtiene sumados los tres sectores el 63% de los votos. Es, al mismo tiempo, una fuerza política fracturada en la que no se ha resuelto las condiciones de emergencia de un liderazgo legítimo aceptado por todos. Esto es la primera vuelta de las elecciones del 27 de abril. Tenemos entonces un Presidente de la Nación que como se señaló anteriormente en las elecciones del 27 de abril logra llegar al poder con el 22% de los votos. En esas condiciones, lo que advierte este candidato es que los resultados electorales le impiden gobernar. Esta es la constatación absolutamente realista que realiza el 25 de mayo, cuando asume la presidencia de la Nación. Sabe que las cifras electorales no le permiten gobernar la Argentina. Tiene allí dos posibilidades. La primera es un acuerdo con el justicialismo, es decir un acuerdo sobre todo con una parte del justicialismo que lo llevó a la Casa Rosada, o sea el justicialismo que lidera Eduardo Duhalde en la provincia de Buenos Aires. La otra posibilidad es buscar una base de poder propia, sobre la base de la opinión pública. Y en la Argentina la base de la opinión pública es la clase media de los grandes centros urbanos, sobre todo de la ciudad de Buenos Aires, junto con el sistema de los medios de comunicación. Y, además de esto, una alianza política con la izquierda territorial, que de entrada se expresó en el respaldo a la reelección de Aníbal Ibarra en la ciudad de Buenos Aires.

Pasó un año, mejor dicho , pasaron 10 meses y se produce un punto de inflexión , un punto de ruptura. Es el acto de la ESMA, el 24 de marzo. Este acto, cualquiera sea la opinión valorativa que se puede tener, es la reivindicación de un sector de la violencia de la década del 70. El resultado de esta reivindicación es una crisis del respaldo de la opinión pública, es decir de la clase media que le había otorgado un respaldo notable en sus primeros 10 meses. Se manifiesta por el hecho de que los medios de comunicación que habían respaldado al gobierno los primeros 10 meses mostraban por primera vez su disidencia. Fue lo que ocurre con Clarín y con La Nación. Pero no solo entró en crisis con la clase media y los medios de comunicación, sino también con el peronismo: el Congreso de Parque Norte. Y, por último el fenómeno Blumberg, que manifiesta que esta clase media tiene su propia agenda política y su propio orden de prioridades, que no son las que ha manifestado el gobierno y que son las que éste ha expresado en el acto de la ESMA.

Desde entonces han pasado otros tres meses. La regla en la política es la comprensión del momento en que lo cuantitativo se hace cualitativo. O en los términos del canciller Bismarck, el momento en que “lo sólido se hace líquido y lo líquido se hace sólido”. Desde la última semana de marzo, primera semana de abril, el respaldo de la opinión pública al gobierno ha caído y todo esto antes de la semana que eclosiona con la toma de la comisaría en la Boca. Todo esto muestra que hay un gran repudio de la clase media argentina, sobre todo de la ciudad de Buenos Aires, a estos hechos de violencia. Y luego llega en gran escala el conflicto con el justicialismo y, sobre todo, con el sector del justicialismo que lo llevó a la presidencia de la Nación, el de la provincia de Buenos Aires.

Dice Heiddeger por qué hay algo y no mejor nada , de donde surge que la realidad sea, la realidad surge de lo siguiente. Este es un gobierno al que los resultados electorales le impiden gobernar. Ha buscado esforzadamente, racionalmente, en el transcurso de un año construir una base de poder político fuera del marco de los resultados electorales del 27 de abril. Pero ha llegado el momento en que enfrenta una crisis con la clase media y una crisis con el justicialismo. Concluyo: desde 1989 en América del Sur son muchos los presidentes constitucionales que han tenido que renunciar antes de concluir su mandato. El número de presidentes que han tenido que alejarse del poder por crisis de ingobernabilidad que resultaron imposible de resolver es tal que la regla en la mayoría de los países de América del Sur es que los presidentes constitucionales terminen su mandato por excepción.
Jorge Raventos, Pascual Albanese, Jorge Castro , 27/07/2004

 

 

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