La elecciones en EEUU y su impacto en la política argentina.

 


Texto completo de las exposiciones realizadas por Andrés Cisneros y Jorge Castro en la reunión mensual de Segundo Centenario realizada el jueves 4 de noviembre
Andrés Cisneros
Jorge Castro
Jorge Castro

El martes 2 de noviembre Bush obtuvo 8 millones de votos más de los que había logrado en el año 2000, esto con un nivel de participación electoral cercano al 60%. Bush obtuvo una diferencia sobre su contendiente demócrata John Kerry de 3 millones y medio de votos. También en esta elección el partido Republicano del presidente Bush logró ampliar en cinco bancas la mayoría que ya disponía en el Senado y un número semejante la mayoría que ya disponía en la Cámara de Representantes.

Lo que parece es que Bush y los republicanos han tenido el voto ampliamente mayoritario de la comunidad blanca identificada con valores religiosos, sobre todo la de carácter suburbano, arrasando en todo el sur y en gran parte del medio oeste, en la totalidad de los estados del oeste, salvo en los tres costeros. Estos últimos respaldaron a los demócratas y al candidato John Kerry, encabezados por California.

En lo que se refiere a las minorías norteamericanas, lo que ha habido ha sido, en la comunidad hispánica una duplicación del porcentaje de votos que obtuvo el propio Bush y los republicanos en el año 2000. También ha habido una multiplicación por dos de los votos que obtuvieron Bush y los republicanos en la comunidad judía, llevándolos a un total del 20%, nivel jamás alcanzado en esa comunidad en toda la historia norteamericana moderna. En lo que se refiere a los católicos, y conviene tomar en cuenta en este sentido que el senador John Kerry es católico, el voto se dividió por mitades. El 49% al respaldó a Bush.

En toda la contienda, el punto central fue el respaldo o el rechazo a Bush como presidente de los Estados Unidos y también el respaldo o el rechazo a la orientación general que le ha otorgado a los Estados Unidos con posterioridad al 11 de setiembre de 2001. En un sentido estricto, se podría decir que el 2 de noviembre tuvo lugar en Estados Unidos un referéndum sobre Bush y su política, aunque el término referéndum es absolutamente ajeno, en términos de lo que se refiere al plano nacional, a toda la historia y la cultura cívica norteamericana, dado el carácter profundamente descentralizado del sistema político estadounidense. Y en este referéndum se impuso de manera contundente Bush sobre el anti- Bush: 3 millones y medio de votos populares de diferencia, la mayoría inmensa de estados y, finalmente, un aumento de la mayoría propia del Partido Republicano en las dos cámaras del Congreso.

Lo que está en juego a partir de esta renovación del mandato del presidente Bush es una modificación de la política mundial, porque dado el papel decisivo que tiene Estados Unidos en el sistema de poder actual, todo acontecimiento de carácter político donde se decida su orientación general es, por definición, no un acontecimiento norteamericano sino un fenómeno mundial. Por eso es que este resultado electoral afecta a todos los países y regiones del mundo al mismo tiempo y obliga, sin distinción alguna, a todas las regiones y países a adecuar su vinculación con el sistema mundial a partir de los resultados electorales del 2 de noviembre.

Una vez terminada la guerra fría, entre 1989 y 1991, caída del muro de Berlín, noviembre del 89, autodisolución de la Unión Soviética entre agosto y diciembre del 91, en esos años posteriores al fin de la guerra fría, en el transcurso de los primeros 10 años posteriores, Estados Unidos realizó 9 intervenciones militares en el exterior. Fue lo que hizo durante los sucesivos gobiernos de Bush padre, el presidente número 41 de la historia norteamericana, y los dos mandatos presidenciales del ex presidente número 42 de la historia estadounidense Bill Clinton. Lo que sucede es que en el transcurso de todas estas nueve intervenciones militares en el exterior se hicieron en defensa del “statu quo” internacional o para reestablecerlo.

Esto fue lo que sucedió, por ejemplo, cuando Bush padre, con el respaldo pleno del Congreso norteamericano y también creando a la cabeza una coalición internacional que abarcó a 32 países, movilizó el poder militar estadounidense para rechazar las fuerzas militares iraquíes con las que Saddam Hussein había ocupado Kuwait en agosto del año 90. En definitiva, la intervención militar de Estados Unidos en lo que fue la primera Guerra del Golfo fue una intervención militar destinada a reestablecer el “statu quo” previo y así ocurrió en las sucesivas intervenciones militares , tanto cuando Bush padre como en los 8 años de gobierno del presidente demócrata Bill Clinton.

Pero de pronto sucede lo imprevisto. Esto es justamente lo que ocurre en la historia. Es siempre un imprevisto. Si se pudieran prever los acontecimientos históricos no habría historia, esto es creación continua de una novedad inagotable, sino en todo caso un promedio estadístico. Lo que sucedió el 11 de setiembre de 2001 fue que reapareció la política dentro del proceso de globalización. Un grupo formado esencialmente por antiguos combatientes fundamentalistas islámicos en la guerra de Afganistán contra el poder soviético organizó, a lo largo de dos años y con un presupuesto de unos 800 mil dólares, ataques terroristas suicidas contra la ciudad de Nueva York, especialmente Manhattan, las Torres Gemelas y también contra varios objetivos en la propia capital, el distrito federal de Washington. 19 cuadros fundamentalistas islámicos, provenientes en su totalidad del Golfo Pérsico, integrantes también prácticamente sin excepciones de familias de elite de Arabia Saudita o el Golfo Pérsico, muchos de ellos, sobre todo los 6 principales que dirigieron y ejecutaron el operativo, formados y educados en carreras técnicas en Alemania y en el propio Estados Unidos, coparon 3 aviones Boing 757 y los utilizaron como misiles o lo que es igual, utilizaron aviones Boing 757 con 300 toneladas de combustible como si fueran misiles y los orientaron deliberadamente, ellos a la cabeza, contra las Torres Gemelas en Manhattan, Nueva York, el edificio del Pentágono y el otro blanco que no se logró, que era la propia Casa Blanca. Estos atentados terroristas suicidas realizados por un grupo de cuadros de alto nivel educativo y cultural, poseedores de una inteligencia sistémica que les permite por ejemplo conducir y controlar el panel de un avión Boing 757, en sus ataques terroristas suicidas le ocasionaron a los Estados Unidos 3000 muertos civiles en Washington y en Nueva York.

En ese punto y momento, cambió la historia norteamericana, por implicancia y extensión la historia del mundo, y también se modificó la cultura cívica estadounidense. A lo largo de los 10 años posteriores al fin de la guerra fría, la razón fundamental por la cual las intervenciones militares norteamericanas en el exterior tenían como objetivo exclusivamente la defensa del “statu quo” internacional o su restablecimiento, era porque el principal obstáculo o restricción que encontraba Estados Unidos para ejercer su poder militar no era la existencia de un poder enfrentado que los llevaba a restringir el uso de su maquinaria bélica, porque esta situación había desaparecido con el colapso y autodisolución de la Unión Soviética en 1991, sino que la principal restricción que encontraba Estados Unidos para ejercer su poder militar en el exterior era su propia opinión pública, que por su propia característica y cultura cívica rechazaba la intervención y el compromiso de los Estados Unidos en aventuras en el exterior ajenas a sus necesidades y preocupaciones específicas.

Pero de pronto sucedió el 11 de setiembre de 2001. Entonces lo que ocurrió allí es que la opinión pública norteamericana, el pueblo estadounidense, advirtió que estaba en guerra, que en realidad no sabía que estaba en guerra por la razón fundamental de que no había advertido todavía la existencia del enemigo. Pero se comprobó allí la regla básica de conflicto y de la estrategia, que dice que uno no elige al enemigo, sino que el enemigo lo elige a uno. Estados Unidos comprobó entonces que había un enemigo que se había preparado intensamente en los últimos años, que de pronto le ocasionaba 3000 muertos y la destrucción de una zona arquetípica de la civilización norteamericana en el corazón de Nueva York.

A partir de ese momento, el público norteamericano asumió la existencia de la guerra y decidió actuar en consecuencia. El conjunto del sistema extrajo noteamericano una conclusión de los 3000 muertos del 11 de setiembre del año 2001. La conclusión que extrajo fue la siguiente: en adelante, a partir de los atentados suicidas de ese día, Estados Unidos no puede garantizar su seguridad doméstica más que estableciendo en el mundo un nuevo sistema de seguridad global. Esto es el sustento de la política exterior que va a desarrollar a partir de entonces, es lo que va a formularse en la nueva doctrina estratégica de seguridad norteamericana hecha pública en setiembre del año 2002.

Esta doctrina estratégica tiene cuatro componentes fundamentales. El primero, decisivo, es la afirmación irrestricta de la supremacía norteamericana. El segundo: la decisión de actuar militarmente, incluso en forma unilateral, sin subordinar las decisiones estratégicas en este campo a ninguna organización internacional. La tercera surge una vez comprobada la insuficiencia o limitación de las doctrinas estratégicas de la guerra fría, sobre todo la disuasión y la contención, y la advertencia de que el país se encontraba frente a un enemigo de una extraordinaria capacidad de daño letal, como lo había demostrado en ese hecho histórico formidable que fueron los ataques del 11 de setiembre de 2001, y advirtiendo además que si ese día hubo 3000 muertos fue por el único motivo de que el arma utilizada, estos misiles en forma de aviones 757 Boing, tenían alcance y capacidad para ocasionar un número de muertos semejante, pero que si ese mismo día, en vez de utilizar aviones 757 se hubiera utilizado por parte de la organización de Bin Laden y Al Qaeda armas de destrucción masiva nucleares, químicas o bacteriológicas, no hubiera habido ningún límite para que en vez de 3000 muertos hubiera habido 30 mil o quizás 300 mil. Por eso es que lo que aparece en este documento sobre la nueva doctrina de seguridad norteamericana, que es de una extraordinaria importancia equivalente a la enunciación de la doctrina de la contención por John Kennan en 1946-47 con la que Estados Unidos llevó adelante la guerra fría y terminó ganándola, es la doctrina de los ataques preventivos o guerras preventivas. Pero el cuarto coponente de esta doctriande seguridad es el históricamente más importante. Es la decisión de remover regímenes políticos considerados hostiles a los intereses estratégicos de los Estados Unidos. Esto fue lo que hizo Estados Unidos, primero en Afganistán y después en Irak. Lo propio de Bush desde el 11 de setiembre de 2001 en adelante, lo propio y específico, no es ni el ejercicio unilateral del poder norteamericano, ni tampoco la doctrina de los ataques o guerras preventivas, ni menos la afirmación de la supremacía norteamericana. Tampoco es propio de Bush la idea y la práctica del ejercicio unilateral del poder militar norteamericano cuando está en juego su seguridad nacional.

El candidato demócrata en esta campaña electoral, al aceptar su candidatura en la convención de Boston, afirmó ese derecho de los Estados Unidos y señaló también que esto lo quería hacer en el caso de ganar las elecciones y asumir la presidencia de los Estados Unidos en el mes de enero de 2005. Kerry reinvindicó el derecho, que él se arrogaba en el caso de triunfar, de ejercer unilateralmente el poder militar norteamericano sin subordinarlo a ningún organismo internacional. Defendió también la supremacía norteamericana como una cuestión de hecho y, por último, sostuvo que el país estaba en guerra y en definitiva la guerra había que ganarla. Pero sí estableció la diferencia fundamental con respecto al último de los puntos de la nueva doctrina de seguridad norteamericana que es la remoción de regímenes políticos considerados antiguos.

Esto último es lo propio de Bush en estos años, porque consiste básicamente no tanto en utilizar el poder militar en forma unilateral, ni tampoco en atacar preventivamente ni en afirmar la supremacía norteamericana. Todos estos son elementos que surgen de la propia estructura del poder mundial terminada la guerra fría, donde el dato central es la unipolaridad con eje en los Estados Unidos. Lo que surgía como una novedad histórica es esta decisión de utilizar el poder militar no para defender o reestablecer el “statu quo” internacional sino para removerle sus raíces, esto es para modificar la actual estructura del poder mundial, en primer lugar en Medio Oriente, pero por extensión e implicancia también en otras regiones.

Es esta orientación general la que ha sido ratificada el 2 de noviembre. Hay un elemento, además, que conviene tomar en cuenta y es que si bien la cuestión fundamental que estuvo en juego el 2 de noviembre fue la orientación general de los Estados Unidos en su relación con el mundo, en los temas centrales de la lucha contra el terrorismo y la guerra de Irak, también estuvo en juego, como respuesta de Bush a la oposición, no sólo de los demócratas sino de la mitad del país, una afirmación en todos los planos, sistemática, en lo que se refiere a los valores religiosos, morales, nacionales.

Por eso lo que ocurrió este 2 de noviembre fue también una profunda contienda valorativa entre dos concepciones de lo que son los Estados Unidos. Por un lado, una concepción nacional, religiosa, moral. Por el otro, una visión secular, cosmopolita, vinculada fundamentalmente a los grandes centros urbanos. En estas elecciones del 2 de noviembre, al mismo tiempo, se votaron referendums, más de 60 referendums. En 11 estados, estos referendums giraron sobre una cuestión crucial en lo que se refiere a la concepción del mundo, de las cosas, de la convivencia humana, que es lo que puede presentarse como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo que ha ocurrido en los 11 estados donde estos referendums se plantearon es que la iniciativa de legalizar los matrimonios entre personas del mismo sexo fueron derrotados por cifras que van del 60 al 80%, con el voto proveniente de todos los sectores sociales, todas las minorías y de todas las regiones y estados del país.

Concluyo con un sugerencia: la característica de los Estados Unidos en relación a la economía mundial es que el ciclo norteamericano adelanta el ciclo de acumulación capitalista mundial. Desde 1865 en adelante, así ha ocurrido sistemáticamente Pero además parece ocurrir otro fenómeno en la sociedad norteamericana y es que no solo adelanta el ciclo económico mundial, sino que pareciera que también adelanta el ciclo histórico mundial. Esto fue lo que advirtió en 1837 un joven intelectual francés llamado Alexis de Tocqueville, que recorría Estados Unidos, quien advirtió entonces que Estados Unidos, en esa segunda parte de la década del 30 del siglo XIX, estaba experimentando una verdadera revolución social y política que tenía el signo de lo profundamente popular, de lo hondamente antielitista, con un carácter orgullosamente plebeyo y profundamente norteamericano. Era lo que ocurría con el liderazgo del presidente Andrew Jackson, en una transformación social y política que cambió para siempre a Estados Unidos. Lo que advierte en ese momento Tocqueville es que este fenómeno que tenía a la vista no estaba limitado exclusivamente a la frontera de los Estados Unidos y señala que el núcleo mismo de este fenómeno social, político y cultural que estaba viviendo Estados Unidos, que era la fuerza irresistible de la igualdad política y social, iba a transformarse con la fuerza de lo irresistible y de lo inevitable, en el núcleo y corazón de la vida política de la totalidad de los sistemas políticos de todos los países y regiones del mundo en las décadas subsiguientes. Y que esto iba a ocurrir, ya fuera dentro de regímenes constitucionales o democráticos o, por el contrario, bajo regímenes autoritarios pero honda y plebeyamente democráticos.

Esto que advierte Tocqueville parece haberse repetido con posterioridad. En la década del 30, pero del siglo XX, Franklin Delano Roosevelt, en medio de la gran depresión, crea el New Deal y va a ser esta gigantesca coalición de fuerzas sociales y políticas de todo Estados Unidos, con la que se enfrentó la mayor situación de crisis de toda su historia, lo que en definitiva va a transformar el mundo de la pos-guerra terminada la segunda guerra mundial. Porque el New Deal de Roosevelt en los Estados Unidos va a ser lo que va a transformar a Europa, empezando por Gran Bretaña, terminada la segunda guerra mundial y se va a extender también a los sucesivos movimientos de justicia social y de signo nacional que aparecen en América Latina.

En la década del 90, se produce en los Estados Unidos un doble proceso o un doble efecto. Por un lado, el presidente demócrata Bill Clinton que orienta a su partido hacia una posición de centro o centro derecha, asumiendo como propia la mayor parte de la agenda electoral republicana, y que aleja a los demócratas de la constelación de minorías creadas en la época del New Deal de la década del 30 por Roosevelt y lo orienta hacia la clase media norteamerican, se cruza y coincide con la emergencia en gran escala de la globalización y de la revolución tecnológica. El resultado de este cruce fue la emergencia, en los Estados Unidos y en el mundo entero del neoliberalismo, que se extendió por Europa, por los países de Europa Oriental caído el comunismo y también en gran parte de América Latina.

Si esta regla establecida por Tocqueville, según el cual el ciclo norteamericano adelante el ciclo mundial, tiene validez, es probable, esto es lo que sugiero, que lo que ha ocurrido en Estados Unidos este 2 de noviembre del 2004, con el triunfo rotundo de Bush y de los republicanos sobre la base de una agenda valorativa y cultural de signo conservador, pero vinculada y atada al proceso de globalización y al cambio tecnológico, sea también el adelantamiento de un nuevo ciclo mundial, solo que esta vez, a diferencia de lo que sucedió en la década del 90, este nuevo ciclo mundial no va a tener características neoliberales, sino que es muy probable que tenga también un signo globalizante, atado y volcado al cambio tecnológico, pero profundamente, culturalmente, religiosamente, patrióticamente, hondamente neoconservador.
Andrés Cisneros, Jorge Castro , 05/12/2004

 

 

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