EL FUTURO DE LOS EJERCITOS

 

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APRENDIENDO RAPIDO

Cuando el presidente George W. Bush me pidió que volviera al Pentágono tras una ausencia de una cuarto de siglo y le presentara una nueva estrategia de defensa, sabía que yo era una persona chapada a la antigua . Dudo que haya imaginado, ni por un segundo, que volveríamos a utilizar la caballería. Pero precisamente de eso se trata la transformación .

Ahí estábamos, en 2002, librando la primera guerra del siglo XXI; la caballería estaba de vuelta y se utilizaba de maneras previamente inimaginables. Esto indica que una revolución en materia militar no sólo consiste en construir nuevas armas de alta tecnología, aunque esto sea una parte indispensable; también consiste en nuevas maneras de pensar y combatir.

En la Segunda Guerra Mundial, la guerra relámpago alemana revolucionó las formas de combatir, pero esto fue realizado por fuerzas armadas que sólo se habían transformado en un diez o quince por ciento. Los alemanes entendieron que la guerra futura no se basaría en grandes ejércitos ni en la lucha prolongada de trinchera, sino en pequeñas fuerzas de choque de alta eficiencia y movilidad que , con el apoyo del poder aéreo, serían capaces de ocasionar golpes relámpago al enemigo. Desplegaron una combinación letal de tanques muy veloces, infantería y artillería motorizadas y bombarderos en picada, todo concentrado en un sector de la línea enemiga. Los efectos resultaron devastadores.

Lo revolucionario e inédito de la guerra relámpago no fueron los nuevos recursos empleados por los alemanes, sino las maneras nunca vistas en que combinaban la tecnología nueva con la ya existente. De manera similar, la batalla de Mazar-e-Sharif fue una transformación. Las fuerzas de la coalición tomaron las capacidades militares existentes, desde las más avanzadas (armas guiadas por láser) hasta las antiguas (bombarderos B-52, de 40 años, actualizados con la electrónica moderna), e incluso las más rudimentarias (un jinete con un rifle) y las usaron conjuntamente, en formas inéditas y con efectos arrasadores.

Esto no quiere decir que la misma combinación de táctica y capacidad deba ser el modelo para las futuras batallas. Lo que enseña la experiencia afgana no es que el ejército estadounidense tenga que empezar a acopiar sillas de montar, sino, más bien, que prepararse para el futuro requerirá de nuevos conceptos, así como el desarrollo de fuerzas y equipos que puedan adaptarse rápidamente a nuevos desafíos y circunstancias inesperadas. La capacidad de adaptación será decisiva en un mundo definido por la sorpresa y la incertidumbre.

Durante la Guerra Fría, enfrentamos un conjunto de amenazas bastante predecibles. Sabíamos mucho de nuestro adversario y de sus recursos militares; dimos a nuestra estrategia y a nuestras capacidades la forma adecuada para contenerlo. Y tuvimos éxito. Construimos un arsenal nuclear e ingresamos en la era de los aviones a reacción con los cazas supersónicos. Construimos submarinos y navíos impulsados por energía nuclear y los primeros bombarderos y misiles de alcance intercontinental. Establecimos fuerzas pesadas en Europa, listas para repeler una invasión de tanques soviéticos en las llanuras del norte de Alemania, y adoptamos una estrategia de contención: enviar ayuda y asesores militares para desestabilizar a los regímenes títeres de la Unión Soviética y apoyar a las naciones amigas amenazadas por su expansión.

Durante casi medio siglo, esa combinación de estrategia , fuerzas y capacidades nos permitió mantener la paz y defender la libertad. Pero ahora la Guerra Fría termino y la Unión Soviética desapareció, y con ella el ambiente de seguridad al que nuestra nación se había acostumbrado. Como dolorosamente aprendimos el 11 de septiembre, los desafíos del nuevo siglo no son tan predecibles como los del anterior, ¿ Quien hubiera imaginado hace apenas unos meses que unos terroristas secuestrarían aviones comerciales, los convirtieran en misiles y los usarían para atacar el Pentágono y el World Trade Center, matando a miles de personas? En los próximos años, es probable que vuelvan a sorprendernos enemigos nuevos que ataquen de maneras inesperadas. Y conforme puedan hacerse de armas de alcance y poder cada vez mayores, los ataques serán mucho mas letales que los del 11 de septiembre. El desafío para este nuevo siglo es muy difícil: defender nuestra Nación contra lo desconocido, lo incierto , lo que no se ve, lo inesperado. Puede parecer una tarea imposible, pero no lo es. Para lograrlo, debemos deshacernos de nuestra forma de pensar y planear - aceptar riesgos y probar cosas nuevas- a fin de disuadir y vencer a los enemigos que aun no se han presentado a desafiarnos.

Continúa
DONALD RUMSFELD , 22/11/2002

 

 

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