EL NUEVO ESCENARIO POLÍTICO.

 


Texto completo de las exposiciones realizadas por

Jorge Raventos,
Jorge Castro y
Pascual Albanese

en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario realizada el pasado martes 1ª de noviembre en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), calle Paraguay 1239, primer piso
JORGE RAVENTOS

A juzgar por la prensa, no quedan dudas de que el presidente Kirschner obtuvo un enorme triunfo en las elecciones del 23 de octubre. Pero conviene mirar un poquitito más de cerca. El presidente se fortaleció relativamente porque triunfó con mucha claridad sobre Duhalde en la provincia de Buenos Aires y obtuvo una cosecha legislativa que lo acerca a la situación de mayoría en el Congreso, aunque esa mayoría no la tiene garantizada, necesitará alianzas.

La elección también mostró la dispersión de lo que los medios llaman la oposición, que es un término muy genérico, porque ahí se incluyen todas las fuerzas no afines a Kirchner o incluso algunas afines pero críticas. Esta gran dispersión forma parte del espejismo de la “gran elección” del presidente, porque en realidad la victoria sobre Duhalde, que fue muy importante por la diferencia de votos, no lo fue tanto por la cantidad de votos que obtuvo la señora Cristina Fernández, porque la propia “Chiche” Duhalde había sido derrotada, por ejemplo, por Graciela Fernández Meijide, obteniendo Meijide un número mayor de votos, y esto no cuando Duhalde era embajador ante el Mercosur, sino cuando era gobernador de la provincia de Buenos Aires. Es decir que obtuvo esa cantidad de votos en una pelea con Duhalde gobernador. La señora Kirchner peleó con la esposa de Duhalde en condiciones de un poder residual del duhaldismo. Además, la señora de Kirchner , en cierto sentido esto se parece a la performance de Graciela Fernández Meijide, recibió votos por dos vías distintas y contradictorias. Recibió votos de un sector de la base peronista incorporada a su caudal electoral por el “duhaldismo tránsfuga”, digamos, por muchos intendentes del conurbano bonaerense, que son el grueso del duhaldismo territorial, cada uno en sus territorios. Pero recibió también una cantidad enorme de votos, sino basta ver la performance en algunas circunscripciones en la zona norte, de lo que se puede caracterizar como un voto no peronista y, en algunos casos, como un voto antiperonista. Es decir que la señora de Kirchner agrupó un número grande y, al mismo tiempo, heterogéneo de fuerzas en la pelea contra lo que quedaba de la fuerza de Duhalde. Aquí hay que hacer una diferenciación entre Duhalde y el duhaldismo. Porque el paso que dieron algunos duhaldistas en la etapa previa a la elección, al pasarse a las filas de Kirchner, que probablemente sea el paso que den otros “tránsfugas tardíos”, a lo mejor en el próximo tiempo, demuestra que, en realidad, el duhaldismo, en tanto eso nombra lo que se llama el aparato del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires, que colaboró para llevar a Kirchner a la presidencia, también está colaborando en una medida importante para llevar a la señora de Kirchner a la senaduría y para garantizar esta victoria.

Esto no es entonces la victoria de una fuerza nueva, sino de un agregado de fuerzas, que incluye mucho de lo que el gobierno llama despreciativamente el aparato del Partido Justicialista bonaerense. El gobierno rompió la alianza que lo llevó a la presidencia, la alianza con Duhalde y ahora está componiendo fuerzas de otra manera, ya sin Duhalde, pero esta composición de fuerzas, a primera vista, tal como uno lo puede observar hoy, es una composición de fuerzas heterogénea, basada fundamentalmente en el hecho de que en las últimas elecciones, salvo alguna excepción, ganaron los que estaban gobernando en intendencias, en provincias, salvo excepciones.

En muchos casos, esos aparatos provinciales o municipales fueron sostenidos con el principal instrumento estratégico que tuvo el gobierno en toda esta campaña, que es el presupuesto nacional y el uso del superávit. Kirchner consigue la cosecha legislativa en parte con nacimientos naturales y en otros casos con vientres alquilados y en otros casos con diputados de probeta, pero ha sumado una fuerza que proviene de fuerzas en muchos casos contradictorias, que en rigor lo que tienen básicamente en común es que estaban manejando situaciones territoriales.

El hecho de los triunfos de lo que se podría llamar el “situacionismo territorial” en casi todo el país, con algunas excepciones, se suma a la desarticulación de los grandes partidos. El radicalismo, que va a ser el segundo bloque del Congreso, hizo una elección espantosa, especialmente en los lugares más fuertes, históricos, como en provincia de Buenos Aires. El radicalismo hoy es, más que un partido nacional, una federación de partidos provinciales y municipales, que están tratando de encontrar algún tipo de denominador común y difícilmente lo encuentren.

En cuanto al Partido Justicialista, está avanzando en la situación creada con el Congreso de Lanús, que tenía antecedentes se puede decir, pero que ahí se cristalizó con la división, luego la acefalía y actualmente la inopia partidaria digamos, no hay una actividad partidaria, no hay conducción, hay una intervención y no hay demasiadas perspectivas de que esta elección se produzca.

Esta “junta” contradictoria que armó Kirchner para garantizarse el triunfo en lo que él quería que fuera un plebiscito, lo pone ahora en una situación que, si bien cómoda por el poder que se le asigna después de la elección, no es tan cómoda si se analiza que las fuerzas que él juntó difícilmente son articulables, como no sea por la vía del pegamento presupuestario, llamémoslo así, o por la conducción de tipo radial desde la presidencia. Acá estamos viendo los partidos desarticulados y la generación de una especie de “partido de funcionarios”, funcionarios de distintos orígenes que se articulan en una red de funcionarios a nivel nacional, pero no partidos que estén planteando propuestas, ideas y, sobre todo, que sean redes de lealtades y vinculaciones políticas conectadas con la sociedad, conectadas con la ciudadanía. Más bien redes de funcionarios de distintos orígenes articulados fundamentalmente por la acción coercitiva, o agradable en algunos casos, del presupuesto nacional.

Ambito Financiero señalaba el otro día que, desde abril hasta la fecha, el gobierno produjo, en materia de anuncios de obras, algunas de las cuales empezaron, subsidios y fondos a provincias y municipalidades, 22.000 millones de pesos. Este es un mecanismo que demostró su eficacia. Quizás encuentre algún obstáculo ahora en el momento en que Lavagna, corrido por el temor a la inflación, empiece a plantear la necesidad de acotar el gasto público.

El triunfo del presidente y su señora en la provincia de Buenos Aires más la cosecha de apoyos por esta vía que estábamos mencionando quedó de todos modos bastante abollado por dos derrotas de enorme importancia en dos distritos como Santa Fe y la Capital Federal. En la Capital Federal, Macri hizo una elección numéricamente inferior a la que había hecho en la pelea por la jefatura de gobierno y tiene, según muestran las encuestas, un techo de simpatías en la Capital, o un techo impuesto por las antipatías, que es bastante bajo, de modo que su victoria es muy importante, pero es sobre todo importante porque él representaba, simbolizaba, queriéndolo o no, sobre todo porque lo quería Kirchner, un eco, un aroma, de los años 90. Hace poco Rosendo Fraga señalaba que era la primera vez que una fuerza caracterizada como de centro derecha triunfa en la Capital Federal en muchas décadas. De todos modos, esta fuerza de Macri y el triunfo de Macri fueron uno de los elementos que eclipsaron el efecto provincia de Buenos Aires, o que por lo menos lo ensombrecieron un poco. El otro elemento fue el candidato del gobierno, que ni siquiera salió segundo, salió tercero, pese a la campaña feroz de último momento contra las listas del ARI, que, sin embargo, consiguieron resistir y quedarse con el segundo puesto, a pesar de la denuncia que luego Enrique Olivera desmintió.

Con Macri, con Jorge Sobich, con Adolfo Rodríguez Saa ganando muy fuerte en su provincia, hay tres ganadores de la elección que apuntan hacia eso que se puede llamar la constelación del centro derecha en perspectiva. Veremos como ocurre eso. Ahí, también, hay otras fuerzas provinciales que no ganaron pero hicieron buenas performances y está Menem, que salió senador por La Rioja, que ganó la capital de La Rioja, y perdió en el interior de la provincia, en los pueblos en donde la idea de que el voto es secreto podría ponerse seriamente en duda.

Así como hay una constelación en el centro derecha, hay algo parecido en lo que se puede llamar el centro izquierda, con el triunfo de Binner en Santa Fe, que fue rotundo y la presencia de la señora Carrió. Pero lo que se nota, tanto en el caso del centro derecha como en el de centro izquierda, es que, lo mismo que se nota en los grandes partidos, no hay fuerzas nacionales, no hay despliegue territorial de estas fuerzas. Los partidos, en tanto organizaciones de carácter nacional y de despliegue nacional, están en una situación crítica.

Esa situación crítica, potencialmente, implica una amenaza para la gobernabilidad. Porque para resolver algunas situaciones es el principio de que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”. A la fuerza del Estado Nacional, que es el gran estructurador, le conviene la dispersión del resto de las fuerzas. Pero en situaciones críticas tal vez eso no se aplique. Tal vez la dispersión de los actores políticos dañe las posibilidades de gobernabilidad para superar una crisis. El caso de Bolivia un poco juega como reflejo: partidos que sólo representan fragmentos territoriales, ninguno de los cuales consigue mayorías estables. Resolver situaciones críticas, en esas condiciones, se vuelve complejo.

En relación con el tema de las potencialidades de la gobernabilidad, hay otro factor que también es importante, que fue apuntado de una manera muy interesante por el Centro de Formación de la Central de Trabajadores Argentinos, la CTA, que es el nucleamiento gremial más cercano al gobierno. El análisis que hizo la gente de la CTA dice lo siguiente: “Considerando los porcentajes de votos, no en relación a una base formada por los votos positivos efectivamente emitidos, sino en relación al padrón, el porcentaje de 38 % del kirchnerismo, queda reducido a un 26%. Es decir uno de cada cuatro ciudadanos empadronados votó por el gobierno y el contingente más grande de los empadronados no votó o votó en blanco”.

Ya antes de la elección, el anunciado ausentismo de las autoridades de mesa y el hecho de que las encuestas registraran un margen muy amplio, cerca del 40% de personas que no tenían decidido su voto, insinuaba lo que iba a ser la mayor abstención de los últimos años, que se produjo en este comicio, que fue mayor que la del año del “que se vayan todos”, el año 2001 y que, tomado como un continuo, lo que está marcando es una apatía y un escepticismo, una sospecha, un alejamiento de partes cada vez mayor de la ciudadanía en relación con el sistema representativo, con el sistema político.

Si nosotros sumamos crisis de los partidos, situacionismos territoriales enlazados por la acción del Estado central en una combinación de hipercentralismo y dispersión y esta apatía de la ciudadanía tenemos un cuadro más complicado, que además es un cuadro que se vincula con una tendencia cada vez más creciente a la acción directa. Hoy la batalla de Haedo da una muestra, pero no es el único ejemplo del último período. Desde ocupaciones “duras” de plantas de combustibles, hasta ocupaciones “duras” de supermercados y de plantas de logística, hasta el asalto a la casa de Chabán por los familiares de Cromagnon, los piquetes realizados en Córdoba o en La Plata por estudiantes contra la realización de exámenes, los ataques directos de personas contra autoridades, están mostrando otra faceta de esta situación de descomposición y de desconfianza frente al sistema representativo y frente al sistema institucional, que son datos, son pinceladas que tal vez haya que tener en cuenta cuando uno hace el cuadro de la nueva situación política después de las elecciones.
Jorge Raventos, Jorge Castro, Pascual Albanese , 01/11/2005

 

 

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