LA ESTRATEGIA DE CONFRONTACION Y SUS CONSECUENCIAS

 

Texto completo de las exposiciones realizadas por Jorge Raventos, Jorge Castro y Pascual Albanese en la reunión del centro de reflexión para la acción política Segundo Centenario realizada el pasado martes de 5 abril en la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), calle Paraguay 1239, primer piso
PASCUAL ALBANESE

Más de una vez me ha tocado decir que es difícil hablar después de Castro y ésta es una de ellas. En este caso particular dos veces, por el personaje y por el contenido de la exposición. Pero lo vamos a hacer igual. Una de las noticias importantes y de los debates curiosamente importantes, aunque parezca mentira, de los diarios de ayer y de hoy ha sido la información de que el presidente Kirchner no va a pertenecer al lote de 100 jefes de estado que van a concurrir a las exequias de Juan Pablo II, a diferencia con lo que sucede por ejemplo con el presidente Lula con el presidente Ricardo Lagos y con el presidente Tabaré Vázquez y a semejanza de lo que sucede, en cambio, con el presidente Hugo Chávez o con Fidel Castro.

Lo cierto es que, curiosamente, hoy el gobierno haciendo un esfuerzo denodado, tan denodado como inútil, por demostrar la jerarquía de la representación que enviáramos a Roma y se genera el debate acerca de esta actitud del presidente Kirchner. Al respecto , me animaría a señalar, contradiciendo tal vez algunas expresiones del buen sentido, que me parece adecuada y coherente con la estrategia política del gobierno. Porque, en realidad, el tema que nos habíamos previsto tratar en su momento, como punto focal de la exposición de hoy, era justamente “La estrategia de confrontación y sus consecuencias”. Desde la fría lógica de la coherencia de esta estrategia de confrontación que con tanta coherencia Kirchner ha desarrollado desde días antes del 25 de mayo de 2003, la muerte del Papa es, objetivamente, un momento de la confrontación que se viene desarrollando entre el gobierno argentino y la Iglesia Católica. Por lo tanto, la ausencia de Kirchner en el entierro de Juan Pablo II es, por ejemplo, absolutamente coherente con el decreto presidencial de remoción de Monseñor Baseotto como Vicario Castrense. Por ello es que, más que horrorizarnos o rasgarnos las vestiduras por ciertas actitudes, tenemos que hacer un esfuerzo analítico para entender a fondo cuál es la lógica profunda en la cual se inscribe la estrategia política del gobierno, para poder apreciar también sus posibles consecuencias.

Raventos enumeraba al principio, con razón, esa casi interminable lista de puntos de confrontación que el gobierno de Kirchner eligió desde, habría que decir algunos días antes de asumir el gobierno, cuando por ejemplo resolvió en ese momento la remoción de la cúpula del Ejército. Esa larga lista, que por supuesto encabezaba y encabeza en forma descollante Carlos Ménem, que incluye en bloque a la denominada década del 90, que en consecuencia por supuesto involucra también a las empresas de servicios públicos privatizadas durante aquella época, que naturalmente incluye no solamente al Ejército, sino al conjunto de las Fuerzas Armadas, como se reveló después en el acto de la ESMA hace un año con la Armada o más adelante en el escándalo Southern Winds con la Fuerza Aérea Argentina, que naturalmente involucra a las fuerzas de seguridad, según ha quedado claramente demostrado con las sucesivas purgas en la Policía Federal, que se proyectó hacia los organismos multilaterales de crédito, aunque no se hayan dado muy por enterados sus titulares cuando confrontaba con Enrique Iglesias por la designación de José Luis Machinea como presidente de la CEPAL o con Anne Kruegger antes que con Rodrigo Ratto en torno a los acuerdos y negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, con la empresa Shell cuando se moviliza a los piqueteros en ese supuesto boicot, o al diario La Nación, en particular con José Claudio Escribano como una expresión de la prensa disidente de la Argentina, con sectores del peronismo tradicional, por llamarlo de alguna forma, obviamente con el sindicalismo tradicional también por supuesto. Y la lista por supuesto podría seguir y sería probablemente interminable, pero en todo caso, también acá creo, más que tomarlo como una suerte de manía confrontativa, habría que buscar la lógica, la coherencia y el sentido de esa política, para no perdernos nosotros en la visión de la evolución del proceso político argentino.

Lo cierto, lo marcó con clara nitidez Raventos al principio, ya lo hemos dicho en otras oportunidades, el punto de partida es la debilidad de origen del 22,5% de los votos que hizo a Kirchner presidente, después de la primera vuelta del 27 de abril. Es una suerte de estigma o de pecado original que él lúcidamente asume como limitación de origen, a raíz de lo cual genera todo un infernal, habría que decir, proceso de construcción de poder a partir de la búsqueda de la aprobación constante de la opinión pública, sobre la base de la demonización de sus adversarios y en función de un sistema de alianzas volcado principalmente hacia sectores de los que podríamos calificar como el “progresismo” y la centro izquierda y la izquierda del espectro político argentino.

Hay que decir también que, en ese esfuerzo confrontativo que ya lleva 22 meses ininterrumpidos, no le ha ido del todo mal y que los límites que ha encontrado han sido muchas veces antes fijados afuera que adentro de la Argentina. Voy a mencionar simplemente tres ejemplos para fundamentar esta aseveración. Cuando se plantea la existencia de una cantidad de restricciones a la libertad de expresión en la República Argentina, en realidad la primera organización periodística que sale precisamente a denunciar la existencia de esas limitaciones no es la organización periodística que representa al empresariado periodístico argentino, por ejemplo la Asociación de Empresas Periodísticas Argentinas (ADEPA), sino la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Cuando, por ejemplo, se produce la convocatoria presidencial al boicot contra la empresa Shell y la movilización del sector de piqueteros financiado por el gobierno nacional en las estaciones de servicio de esa cpmpañia, no son las organizaciones empresarias de la Argentina las que salen más virulentamente en defensa de los intereses amenazados de la empresa. En realidad es nada menos que el titular del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, el que tiene que inmediatamente salir a la palestra para hablar de la necesidad de restablecer condiciones de seguridad jurídica favorables para la inversión en la Argentina. Cuando se produce el entredicho, vamos a decirlo así, entre el gobierno del presidente Kirchner y el Vicario Castrense, Monseñor Basseotto, no fue en primera instancia la conducción del Episcopado Argentino la que salió al cruce de la decisión presidencial. Fue el Vaticano primero, después sí el Episcopado Argentino. En tres casos que nada tienen que ver entre sí, tres áreas absolutamente distintas, el mundo empresario, el mundo de los medios de comunicación y el mundo de la Iglesia Católica, la regla fue la misma: el límite a esa estrategia de confrontación no surgió tanto de adentro como de afuera de la Argentina y después se fue internalizando.

En este contexto, habría que decir que sí hay una confrontación que no forma parte de ninguna estrategia y que es la confrontación de fondo de cualquier gobierno, que es la confrontación que todo gobierno tiene con la realidad. Esta segunda confrontación es la que, en gran medida, este gobierno pretende eludir a partir de esa multiplicidad de confrontaciones que desarrolla a diestra y siniestra. Por eso es que, en este caso, valdría la pena hablar un poco sobre en qué punto se encuentra esta confrontación no querida, porque todas las demás son queridas, esta confrontación entre el gobierno de Néstor Kirschner y la realidad económica y social de la Argentina.

Los diarios de mañana van a titular con la información de qué el incremento del costo de vida en el mes de marzo, de precios minoristas estamos hablando, según el INDEC, ha sido de 1,5%. Ese 1,5% de incremento de los precios minoristas en el mes de marzo es mayor que el 1% de incremento del mes de febrero, igual al incremento del 1,5% del mes de enero. Implica un 4% de incremento de costo de vida en el primer trimestre del año, cuando las previsiones presupuestarias originales están hablando de en la franja que va del 8 y el 10,5% para todo el año en curso. Los diarios de mañana también van a informar que, además de haber aumentado el 1,5% el índice de precios minoristas del mes de marzo, el índice de precios mayoristas ha aumentado el 2,1% y que, por lo tanto, si el índice de precios minoristas en el primer trimestre del 2005 creció el 4%, el índice de precios mayoristas, en lo que va del 2005, en su primer trimestre, habrá crecido un 8,6%, lo cual huelga decir, por supuesto, que constituye también un vaticinio acerca de la evolución de estos índices en los próximos meses.

Importa señalar, aunque después habrá que profundizar el tema, que si el índice de costo de vida general subió el 1,5% y el índice de precios mayoristas de marzo subió el 2,1%, la canasta básica de alimentos en el mes de marzo, dirán los diarios de mañana, creció el 3%, o sea, el doble que el índice promedio de los precios minoristas. Antes de que los diarios de mañana informaran esto, hay un informe hecho por una consultora privada que establecía días pasados que, por primera vez en mucho tiempo, la inflación comenzaba a constituirse en una de las principales preocupaciones de la opinión pública argentina. El director del estudio, Gerardo Adrogué, subrayaba que la inflación no aparecía, textual, comillas, “desde los años 90” como tema de preocupación. Agregaba también que en los años 80, inflación y sueldo, dice Adrogué, eran las principales preocupaciones de los argentinos, pero luego, agrega, el tema desapareció. Huelga decir que entre la década del 80 y esta reaparición de la inflación como uno de los temas de creciente preocupación de la opinión pública argentina mediaron Carlos Menem y la década del 90.

De todos modos, todavía en las encuestas hay que decir que no es la inflación sino el desempleo el que aparece de lejos como la principal preocupación de los argentinos. Hay también alguna información en algún diario de esta mañana: el índice de demanda laboral que elabora el Centro de Investigación y Finanzas de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella indica que en el mes de marzo la demanda laboral cayó un 3,45% en relación al mes anterior, el mes de febrero, lo cual -vale agregar- es atípico, porque generalmente febrero es un mes de vacaciones, hay menos actividad y en marzo hay un incremento de la demanda laboral. Este descenso de la demanda laboral en el mes de marzo del 3,45% es la cuarta baja consecutiva mensual que sufre ese índice. Ahora, si se compara el primer trimestre de este año del 2005 con el último trimestre del año pasado, el 2004, esta caída de la demanda laboral trimestre contra trimestre fue del 15%. Si, en cambio, se midiera el primer trimestre de este año, el 2005, con el primer trimestre del año anterior, el 2004, esa caída de la demanda laboral sería del 29,36%.

Esta cuestión de la caída de la demanda laboral en un punto está correlacionada con el desempeño de la actividad económica general. Según los datos preliminares del INDEC, el crecimiento de la actividad económica en el mes de febrero del 2005, en relación al mes de enero, sería nulo o a lo sumo levemente positivo. Tanto la industria como la construcción, dos sectores de la economía que fueron centrales en la recuperación económica de los últimos dos años tuvieron retrocesos. La industria cayó el 0,7% (estamos hablando de febrero contra enero) y la construcción cayó el 1,3%, también febrero contra enero.

Obvio resulta que estos dos retrocesos en sendas actividades muy importantes en el empleo de mano de obra explican precisamente el señalado descenso en el índice de demanda laboral. Dentro de este marco es que en esta semana ha recrudecido en la Argentina la cuestión salarial. Los reclamos de la CGT, como ustedes saben, han chocado contra la oposición del Ministerio de Economía. Según la información suministrada por el INDEC, el ingreso promedio de los argentinos que trabajan a fines del año pasado era de $ 654, un poco por debajo de la línea de pobreza. Estamos hablando de un salario promedio que en promedio es un 25% menos en términos reales que lo que se percibía hace tres años promedio, antes de la devaluación y un 33% menos que lo que se percibía hace siete años, en 1998.

Hay un informe interesante de la Consultora Equis, que dirige Artemio López, un sociólogo que asesora personalmente a Néstor Kirchner, que consigna que el ingreso promedio de los trabajadores ocupados se encuentra un 14,5% por debajo de la línea de pobreza del hogar tipo argentino. Según este informe de Artemio López, en el vértice de la postergación de ingresos están los subocupados, los trabajadores en negro, el personal de servicio doméstico, los beneficiarios de planes de empleo y los trabajadores con nivel educativo incompleto, que reciben entre un 10 y un 15% por debajo ya no de la línea de pobreza sino de la línea de indigencia del hogar tipo argentino.

Esto también plantea la importancia que tiene la distancia creciente entre el promedio salarial de los trabajadores en blanco y los trabajadores “en negro”. De ahí la importancia que adquiere el hecho de que el trabajo “en negro” haya alcanzado ya el 48,9%, según datos oficiales, de la mano de obra empleada en la Argentina. En la década del 90 era del 25%, después de la devaluación pasó al 40%, hoy prácticamente uno de cada dos trabajadores está “en negro”. Esta realidad hace particularmente complejo el análisis de los efectos reales que tienen los aumentos salariales dispuestos en los últimos meses del año pasado, en tanto y en cuanto, y aunque parezca mentira, esos aumentos salariales, que obviamente son importantes para quienes los hayan recibido, han contribuido a ensanchar la fragmentación de la sociedad y las desigualdades sociales en la Argentina, porque han sido precisamente para los trabajadores en blanco y no “derramaron” sobre el sector que trabaja “en negro” en la economía argentina.

Pero esto no solamente se refleja en el nivel de ingresos. Implica también la carencia de cobertura médica y de aportes jubilatorios, lo que constituye una verdadera bomba de tiempo colocada en el corazón del sistema previsional argentino. Hay cerca de dos millones de argentinos que reciben un subsidio mensual de $150, hay otros 3 millones de trabajadores en negro que perciben salarios inferiores a los $ 400 y una parte importante de los trabajadores registrados del sector formal que son los que tienen menor nivel educativo y perciben ingresos inferiores a los $ 600, esto es menores a lo que establece los límites de la denominada “línea de pobreza”. Esto explica que si antes la pobreza y la indigencia estaban asociadas principalmente a la falta de trabajo, hoy la pobreza y la indigencia también están asociadas estrechamente a la insuficiencia salarial de los argentinos.

Por eso la extraordinaria importancia social que adquiere este impacto inflacionario. La Asociación de Defensa del Consumidor, ADELCO, sostiene que en este primer trimestre el alza de los productos de la denominada canasta básica no fue del 4% del 5,47%, seguramente más si tenemos en cuenta el dato que se conoció hoy, de que en el mes de marzo la canasta básica se incrementó, en un solo mes, en el 3%. De todas maneras, ese aumento que ADELCO caracterizaba como del 5,47% es el más pronunciado en este lapso de los dos últimos años.

Hay que recordar sí que en los últimos tres años la canasta básica de alimentos ha crecido más de un 110% en la República Argentina. Una vez más, entonces, conviene recalcar que el impacto de la devaluación tiene siempre efectos más devastadores sobre los sectores sociales de menores ingresos. Es cierto que hay, a raíz de la reactivación de la economía, una cierta reducción de los niveles de pobreza y de los niveles de indigencia. Se encuentra actualmente un poco por encima del 40% de la población el porcentaje de pobres y del 15% de la población, un poco más, el porcentaje que está por debajo de la línea de indigencia. Esto, de todas maneras, implica un 50% de incremento de la pobreza en la Argentina en relación al 99 y más de un 250% de incremento de la indigencia en la Argentina en relación al 99.

Pero lo que sí ha crecido además claramente es la disparidad social, es decir, la diferencia existente entre los sectores de mayores ingresos y los sectores de menores ingresos, que no sólo no ha disminuido en los últimos tres años sino que ha crecido notoriamente. En el año 2001, el sector asalariado tenía una participación del 24,1% en el producto bruto interno, muy baja por cierto. En el año 2004, el 21,5% y la tendencia sigue siendo descendente. Ahora, todo este proceso de desaceleración económica y de incremento de las desigualdades sociales en la Argentina, esas realidades con las cuales el gobierno de Kirchner prefiere no confrontar, no son un fenómeno de la naturaleza. Tienen mucho que ver con las políticas en curso en la Argentina.

Un ejemplo, salvo Venezuela, la Argentina ha sido el país del mundo que más ha retrocedido en el índice de libertad económica elaborado por la Fundación Heritage y por el Wall Street Journal. Está en el puesto 114 de un ránking de 155 países. En el año 2000 ocupaba el puesto 17. Para ubicarnos en la significación de ese posicionamiento relativo, vale la pena señalar que los primeros cinco puestos de ese ránking de la Fundación Heritage en el año 2004 fueron ocupados por Hong Kong, Singapur, Luxemburgo, Estonia e Irlanda y que los últimos tres puestos corresponden a Libia, a Birmania y, casi emblemáticamente, a Corea del Norte, que cierra justamente esa tabla de posiciones. El informe de la Heritage destaca que Argentina se está volviendo una sociedad cerrada con controles de precios, restricciones fiscales, inflación y violación de los derechos de propiedad.

Correlativamente con este informe de la Fundación Heritage, el informe global de la corrupción del año 2005, elaborado y difundido por Transparencia Internacional, ubica a la Argentina en el puesto Nº 108 entre 146 países. O sea, estamos en términos de libertad económica 114 entre 156 países y en términos de corrupción estamos en el puesto 108 entre 146 países. También cabe recordar que en la ahora tan vituperada década del 90 la Argentina en ese mismo ránking ocupaba el puesto Nº 40. Esto significa que, según los informes de Transparencia Internacional, en materia de corrupción después de la década del 90 la Argentina descendió más de 60 lugares en el plano internacional.

Ya que de informes internacionales estamos hablando, habría que decir que en materia de tecnología también estamos experimentando un fuerte retroceso. El Cuarto Informe Anual sobre Tecnología de la Información de las Comunicaciones elaborado por el Foro Económico Mundial, que es la entidad que organiza la reunión de Davos, indica que la Argentina retrocedió nada menos que 26 lugares en el ranking internacional solamente entre el 2003 y el 2004. Según ese informe, en el año 2000 la Argentina estaba en el puesto Nº 50, en el año 2003 estaba en el puesto 76 y en el 2004 retrocedió al puesto 102 que constituye el antepenúltimo lugar, ya que el informe este incluye nada más que a 104 países, no a 146 ni a 155 como los anteriores.

Estos datos comparativos sobre la libertad económica, sobre niveles de corrupción y sobre retroceso tecnológico ayudan a comprender las causas verdaderas de la negativa ubicación que tiene hoy la Argentina en la lista de países con posibilidades de recibir inversiones extranjeras directas, que son absolutamente indispensables para afrontar precisamente estas cuestiones de salarios, de desempleo y de niveles de vida de la población argentina, que son justamente esa realidad con la cual el gobierno de Kirchner prefiere no confrontar.

Todos estos datos e indicadores hasta ahora enumerados están estrechamente relacionados entre sí y permiten una constatación que, a nuestro juicio, es inequívoca: estamos en los umbrales del agotamiento de la recuperación económica de los últimos dos años, que como hemos dicho más de una vez está basada básicamente en el aprovechamiento de la capacidad ociosa del sistema productivo argentino que se había ensanchado notoriamente con las inversiones realizadas en la década del 90. Ni el boicot a las empresas, ni las exhortaciones a los acuerdos voluntarios de precios, ni ningún mecanismo de alquimia económica como los tantos que la Argentina conoció en otros tiempos, puede modificar esta realidad.

La situación es bastante clara. Es como si el gobierno tuviera agarrado a un tigre por la cola. En los meses que se avecinan, cabe predecir una desaceleración de la actividad económica, con su inevitable repercusión en materia de empleos y de salarios, así como la reaparición en el imaginario colectivo del fantasma de la inflación. Podemos decir entonces que probablemente estemos en vísperas de un cambio de tendencia, que se va a ir expresando paulatinamente de acá a octubre próximo, fecha de las próximas elecciones legislativas, y que habrá de incidir en la opinión pública, en la imagen del gobierno nacional y, por lo tanto, en el escenario político y en la intención de voto de los argentinos.

Ojo, el tigre puede soltarse y si eso ocurre todas las confrontaciones acumuladas por la estrategia oficial durante 22 meses pueden convertirse en un “boomerang” de imprevisibles consecuencias.
Jorge Raventos Jorge Castro Pascual Albanese , 02/05/2005

 

 

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