Las elecciones del 27 de abril .

 

Texto complet del discurso pronunciado por Jorge Castro el pasado martes 25 de marzo en la comida organizada por la Fndación Apertura . ( segunda parte ) - viene de
Lo cierto es que existió algo todavía más grave que la debacle económica y fueron sus tremendas consecuencias sociales. La Argentina del 2002 constituyó un caso inédito de explosión de pobreza. En solo doce meses, alrededor de siete millones de compatriotas cayeron por debajo de la denominada línea de pobreza. Más de tres millones y medio quedaron en situación de indigencia, que implica entre otras cosas un estado de nutrición deficiente. El fantasma del hambre recorre un país de población relativamente escasa y que está en condiciones de producir alimentos para trescientos millones de personas.

Importa señalar que este cataclismo social fue una consecuencia directa de la devaluación monetaria, que implicó una brutal reducción de los salarios de los trabajadores y de los ingresos de jubilados y pensionados, que fueron los principales perjudicados por esta funesta decisión política.

En la Argentina, como en todo país que es un importante exportador de alimentos, dólar barato quiere decir comida barata y dólar alto, o "superalto", equivale a comida cara. En el transcurso del año 2002, mientras el índice general de costo de vida aumentó un 41%, el precio de la canasta básica de alimentos se incrementó en un 79%.

En casi todos los países, el fortalecimiento de la moneda nacional es interpretado como una manifestación de confianza y celebrado como un éxito. En cambio, la pérdida de valor de la moneda local es considerada al menos como un mal presagio económico. El actual gobierno de transición estableció empero una auténtica excepción a esa regla generalizada. Es el único gobierno del mundo que no sólo impulsó de entrada una formidable devaluación monetaria, sino que después se fijó como uno de los objetivos centrales de su programa económico el mantenimiento del denominado dólar "superalto", o sea que se planteó como objetivo prioritario evitar a toda costa la revalorización de la moneda argentina.

Lo cierto es que este aparente disparate guarda una lógica profunda con la naturaleza intrínseca del llamado "modelo productivo" puesto en marcha con la devaluación. En términos de poder adquisitivo, el dólar "superalto" es sinónimo de salarios "superbajos". Los niveles salariales se encuentran actualmente entre los más bajos de toda la historia argentina. Y esa drástica reducción del nivel de ingreso de los trabajadores, que implica además una fuerte reducción del mercado interno, fue precisamente la única supuesta "ventaja competitiva" que la devaluación monetaria introdujo para la reactivación del aparato industrial.

Esto explica por qué el mentado "veranito económico", que el gobierno insiste en caracterizar como un principio de recuperación productiva, implica la aparición de islas de reactivación situadas en medio de un océano de recesión, empobrecimiento colectivo y creciente marginalidad social abundantemente exhibidos en las estadísticas oficiales.

Con un agravante : no hay ninguna posibilidad, ni en el corto ni en el mediano plazo, de un"efecto derrame" desde los sectores beneficiados con esta situación al resto del sistema productivo. Porque el mismo dólar "superalto", que es la condición de posibilidad para la existencia de esas islas, es el hecho estructural que determina la existencia de ese inmenso océano de pobreza.

GRADUALISMO O VIRAJE ESTRATÉGICO

Una crisis política exige, en primer lugar, una respuesta política. Por eso, la prioridad absoluta en la Argentina de hoy es la rápida reconstrucción de un poder político, basado en la legitimidad democrática, capaz de garantizar la gobernabilidad del país.

En el corto plazo, el afianzamiento de la gobernabilidad está indisolublemente unida a la recuperación inmediata y la defensa a ultranza de la estabilidad monetaria. Este objetivo presupone el restablecimiento de una moneda fuerte, capaz de poner término a la incertidumbre que genera esta Argentina devaluada y sin rumbo. Porque la estabilidad monetaria, como se comprobó en la década del 90, no solo constituye un factor indispensable para el restablecimiento de la confianza nacional e internacional. Tiene también, como lo revelan dramáticamente los indicadores de la Argentina de hoy, una profunda dimensión social. Implica la preservación del poder adquisitivo del salario de los trabajadores, del ingreso de los jubilados y del precio de los alimentos básicos de consumo de los sectores más humildes de la sociedad.

La recreación de la confianza nacional e internacional necesaria para salir de la crisis demanda, además del afianzamiento de la gobernabilidad y la recuperación de la estabilidad monetaria, la creación de otras dos condiciones básicas. En primer lugar, es necesaria una transformación a fondo del Estado y del conjunto de las instituciones públicas argentinas, a través de una fuerte descentralización política. En segundo término, corresponde encarar una política firmemente orientada hacia la reinserción internacional del país, a partir de dos ejes fundamentales. El primero es la reformulación del MERCOSUR, centrada en la perspectiva de un regionalismo abierto y en el fortalecimiento de la dimensión política del bloque regional. El segundo de esos ejes es la recreación de una alianza estratégica con los Estados Unidos, convertido hoy en el país eje del actual sistema de poder mundial, con plena conciencia de que, en las nuevas circunstancias derivadas de los atentados terroristas del 11 de septiembre, esta opción supone una participación activa de la Argentina dentro de la coalición internacional que se plantea el establecimiento de un nuevo sistema de seguridad global.

El afianzamiento de la gobernabilidad, la defensa irrestricta de la estabilidad monetaria, la reinvención del Estado y la reinserción internacional son cuatro condiciones básicas para enfrentar y resolver la crisis, que requieren una quinta condición igualmente imprescindible: la preservación a toda costa de la paz social, mediante la implementación de medidas urgentes para atender la emergencia social y el mantenimiento de la seguridad pública a partir del estricto cumplimiento de aquel apotegma de Perón que decía "dentro de la ley todo, fuera de la ley nada".

A partir de estos cinco lineamientos fundamentales, es posible desarrollar los puntos centrales de un plan de gobierno enderezado a generar una drástica reversión de las expectativas negativas sobre la Argentina y a recrear el círculo virtuoso del consumo y la inversión productiva, que posibilite retomar la senda del crecimiento económico, requisito insustituible para avanzar en el camino de la justicia social.

No se trata de contentarse con un planteo de tipo "gradualista", que en el fondo implica una aceptación, expresa o tácita, de las políticas implementadas por el actual gobierno de transición. La ausencia de una crisis hiperinflacionaria no quiere decir de ninguna manera que el país no atraviese por una crisis de dimensiones semejantes a la de 1989. Significa simplemente que esta crisis, tan o más honda que aquella, tiene características distintas. Pero hoy como entonces la Argentina requiere un drástico cambio de rumbo, un viraje estratégico que vuelva a colocarla en sintonía con la gran corriente histórica mundial.

El potencial de crecimiento de la Argentina está virtualmente intacto. Porque los cambios económicos realizados en la década del 90 por el gobierno de Menem tienen en lo esencial un carácter irreversible. Las ganancias de productividad del sistema económico son un hecho. La infraestructura del país está entre las más avanzadas de América Latina: caminos, puertos, energía, gas, electricidad. En particular, la infraestructura tecnológica en materia de comunicaciones es, junto con la chilena, la más importante de América del Sur.

Por último, los argentinos tienen fuera del sistema financiero 35.000 millones de dólares, es decir, tres veces más que las reservas que tiene el Banco Central y cuatro veces más que el total de la base monetaria, incluyendo los 7000 millones de pesos de monedas provinciales. Esto convierte a la Argentina, en relación a su producto y a su población, en el país más dolarizado del mundo fuera de los Estados Unidos.

Sin embargo, todo este dinero se encuentra fuera del sistema financiero y de la actividad productiva. La razón fundamental es la crisis de confianza, es decir, la crisis política. Resuelta la crisis política, restablecida la confianza, la Argentina tiene la posibilidad de reiniciar un crecimiento económico a la altura de su potencial en las condiciones de una economía mundial que vuelve a crecer.

El conflicto en Irak ocupa el centro de los acontecimientos. Es el cambio más importante desde la Segunda Guerra Mundial. Implica una transformación de fondo en el sistema internacional, por lo tanto, todo depende de su desarrollo y características. El contexto internacional será muy favorable para la Argentina, si la economía mundial vuelve a crecer impulsada por un resultado contundente de una guerra breve.

La tasas de interés se encuentran en su menor nivel en 40 años. El costo del capital en los países avanzados ha caído extraordinariamente, en una situación de virtual boom de liquidez. La demanda mundial de alimentos crece significativamente, impulsada no solamente por el cambio climático y el menor stock de granos sino fundamentalmente por el aumento de la demanda del Asia-Pacífico, en especial la de China.

El poder en la Argentina está en el plano del proceso político, no en el de sus instituciones, que son débiles. Por ello, si el poder político, fndado en la legitimidad democrática, reaparece en el plano del proceso político, las instituciones volverán a tener poder y, por lo tanto, renacerá la confianza, que es la base y la clave del crecimiento económico en la Argentina y en el mundo.Por eso hay que votar a Carlos Menem el 27 de abril.
Jorge Castro , 29/03/2003

 

 

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