Rumbo estratégico y poder político. (Segunda Parte)

 

Texto completo de las exposiciones de Jorge Raventos, Pascual Albanese y Jorge Castro en la Mesa de Análisis de Segundo Centenario, el 7 de mayo de 2002.
En esta visión, la historia de la humanidad es la historia de la integración del hombre en unidades geográficas y sociales cada vez mayores. En 1973 lo explica: "Desde que el hombre comenzó a tener sentido como habitante de la Tierra, todas las evoluciones se han hecho hacia integraciones mayores: la primera fue la familia, a continuación, vino el clan, la unión de varias familias; después vino la tribu, reunión mayor; luego vino el estado primitivo; más tarde la ciudad; después vino el estado feudal; luego vino la nacionalidad, las naciones, ahora vienen los continentes integrados, el continentalismo; y es muy probable que, siguiendo esta escala de evoluciones, lleguemos pronto al universalismo, es decir, a la integración total de los habitantes de la Tierra".

Las previsiones estratégicas de Perón tienen hoy una actualidad escalofriante. En 1973, en un discurso pronunciado en la base naval de Puerto Belgrano, decía: " La evolución de la humanidad se acelera cada día más. El medioevo, en la época de las carretas, duró cinco siglos, la etapa del demoliberalismo, de las nacionalidades, va durando dos siglos, pero ya es la época del automóvil; el continentalismo quién sabe si durará 25 o 30 años, en la época del jet en que se anda a mil kilómetros por hora y en que se va a llegar a superar la velocidad del sonido; porque esta evolución marcha con la velocidad de los medios que la impulsan, estaremos llegando ya al universalismo. Nosotros debemos pensar que quizá antes del año 2000 se va a tener que producir - indefectiblemente - la integración universal". Sólo falta que Perón hablara de Internet...

En la visión de Perón, la conducción política es precisamente el instrumento que permite "cabalgar" la evolución histórica. Pero si en Perón la noción de evolución histórica está teñida de un fuerte determinismo, de raíz tecnológica y de carácter fatalista, la idea de conducción política, y por ende también de la política y del poder político como tales, refleja en cambio el más amplio sentido de la libertad humana.

Para Perón, "la principalísima exigencia de la conducción es crear. Y hasta ahora lo más difícil que se le ha presentado al hombre es la creación". Por eso, Perón considera a la conducción política como un "arte", porque a su juicio "la suprema condición artística es la creación".

Pero la conducción política está íntimamente unida a la noción y a la práctica de la organización. Sólo se puede conducir lo que está organizado. En la visión de Perón, lo que diferencia la noción de "masa" del concepto de "pueblo" es precisamente la organización. Para Perón, sólo el poder equilibra el poder. La organización es poder y el poder es organización, organización de sistemas de poder.

En cierto sentido, cabe afirmar que el principal aporte de Perón al pensamiento político contemporáneo haya sido la formulación de una teoría original sobre la construcción y el ejercicio del poder, sintetizada en su concepción de la comunidad organizada. Por eso llega a afirmar: "La doctrina social de la Iglesia es verdadera pero parcial. Le falta una concepción acabada del ejercicio efectivo del poder político". Desde ese punto de vista, la doctrina justicialista establece un camino político concreto para la realización de los principios de la doctrina social de la Iglesia, centrada en la afirmación del valor de la justicia.

El concepto de justicia, que es la tercera de las categorías fundamentales constitutivas del pensamiento de Perón y determina, además, el origen del nombre justicialismo, no es, a su criterio, sinónimo de igualdad, menos aún de igualitarismo, sino de armonía y de equilibrio: "Todo en su medida y armoniosamente". Es una noción que está inspirada en los clásicos de la filosofía griega. Consiste en equilibrar el valor predominante que surge de la evolución en cada época histórica. En ese sentido, puede afirmarse que la justicia constituye un valor contrarreferencial. Se trata de equilibrar las desigualdades derivadas de la tendencia principal que surge de las condiciones estructurales propias de una época determinada.

Esta visión de Perón se manifiesta claramente en su posición frente al capitalismo. La crítica que realiza Perón al capitalismo no reside en el cuestionamiento de su capacidad como fuente de acumulación económica, sino en su condición de sustento de la supremacía política y social de la burguesía. La respuesta que plantea a esta situación no es la destrucción del capitalismo, sino otorgarle a los trabajadores el instrumento de poder, que es la organización, capaz de equilibrar esa tendencia estructural. Este esfuerzo de armonía y equilibrio es la visión de Perón sobre la justicia social. No es el anticapitalismo, en el sentido de la supresión de la lógica de la acumulación de capital, sino la organización popular y la distribución del poder hacían las organizaciones libres del pueblo.

En términos de la Argentina de hoy, el análisis de la evolución histórica tiene que partir de ubicar al mundo en la era de la globalización productiva, que ha generado las bases materiales para el surgimiento, por primera vez en la historia del hombre, de una verdadera sociedad mundial.

La conducción política tiene la obligación de "fabricar la montura" que permita cabalgar esta fase de la evolución histórica. Ello significa insertar a la Argentina como Nación, es decir, como comunidad de destino, en esa sociedad mundial. La Argentina está forzada ineludiblemente a recuperar relevancia a nivel mundial.

El aislacionismo externo torna imposible cualquier posibilidad de superar la crisis. Porque puede existir el aislacionismo como actitud. Lo que ya no puede haber es aislamiento. No hay tal cosa como "otro mundo". Hoy hay un solo mundo, al que todos pertenecemos, mejor o peor. El Congo, Somalía y Sudán, los tres únicos países que entraron en cesación de pagos de sus obligaciones financieras con el Fondo Monetario Internacional, también forman parte de "este" mundo, tanto como Holanda o Chile. La diferencia reside en la calidad de esa inserción. El aislacionismo como actitud no consigue lo que se propone, pero sí puede, y a veces consigue, degradar los niveles de integración de un país determinado en esta sociedad mundial.

El protagonismo internacional es hoy condición para la existencia misma de la Nación. Este protagonismo ya no puede ser un protagonismo aislado y solitario. Es, y no puede ser de otra manera, un protagonismo asociativo y solidario. Para ello, es indispensable encarar una tarea de construcción de poder, tanto en el plano interno como en el terreno internacional.

La reivindicación de la justicia como valor principal y permanente demanda una doble respuesta, orientada a construir Argentina proyectada hacia afuera e integrada hacia adentro. Pero no existe ninguna causa, por justa que sea, que pueda realizarse sin una base de poder capaz de sustentarla. De allí que la prioridad fundamental sea una tarea deliberada y sistemática de construcción de poder, orientada en una doble dirección: hacia adentro y, desde adentro, hacia afuera de la Argentina.

Hacia afuera de la Argentina, esa reivindicación de la justicia como valor referencial permanente de la acción política nos exige participar activamente en la reformulación del sistema de poder y de la escala de valores de esta nueva sociedad mundial, que emerge aceleradamente a escala planetaria.

En esta nueva época económica y tecnológica, el poder tiene un carácter eminentemente asociativo. Se construye a través de redes. La reinserción internacional del país exige entonces forjar un amplísimo tejido de alianzas que impulse un renovado protagonismo de la Argentina en el escenario mundial.

Desde esa perspectiva, corresponde abordar la reformulación política del MerCoSurR, en la senda de la configuración del ALCA como un gran espacio integrado continental, fortalecer la asociación con Chile, vía de acceso a los países del Asia-Pacífico, en particular China, y avanzar ya mismo en la negociación de un acuerdo integral con los Estados Unidos, que signifique la recreación de la alianza estratégica forjada en la década del 90.

En "La Comunidad Organizada", Perón definía al justicialismo como un "colectivismo de raíz personal", igualmente diferenciado del individualismo liberal y del colectivismo totalitario. Hoy, frente al inevitable y fatal advenimiento de esta nueva fase histórica del universalismo, esa concepción requiere plantear la visión de un "universalismo de raíz nacional", igualmente distante del nacionalismo reaccionario, superado por la evolución histórica, y del cosmopolismo sin Patria, ajeno a la idiosincrasia de los pueblos.

En términos del propio Perón: "Lo nacional es la base de la integración continental y universal, así como la persona lo es del colectivismo social de la socialización. Si la integración de la persona a la socialización elimina el peligro de la insectificación, el aporte de la nación al universalismo es lo que evita el desarraigo espiritual y material".

Hacia adentro de la Argentina, la reivindicación de la justicia como valor y como brújula permanente para la acción política requiere encarar la reducción de las desigualdades sociales inherentes a la lógica del capitalismo globalizado, de modo de garantizar que los beneficios del progreso económico sean distribuidos lo más equitativamente posible entre los distintos sectores de la sociedad.

En las actuales circunstancias, ese camino demanda, ante todo, avanzar en dos terrenos fundamentales: la descentralización política y la educación, concebidas ambas como herramientas para la justicia social.

Para contrapesar las desigualdades sociales que surgen de una etapa signada por la tendencia estructural hacia una mayor concentración de la riqueza, resulta imprescindible oponer una estrategia basada en la distribución del poder. Esto implica impulsar un fuerte proceso de descentralización política, que significa una continua transferencia de poder, es decir, de responsabilidades y de recursos, desde el Estado Nacional hacia las regiones, hacia las provincias, hacia los municipios y, fundamentalmente, hacia las propias organizaciones sociales. Se trata de colocar siempre lo más cerca posible de la base el poder de decisión sobre los asuntos concernientes a cada actor social y a cada comunidad local.

En las nuevas condiciones abiertas por la revolución tecnológica de nuestro tiempo, que impulsa la aparición de la denominada sociedad del conocimiento, la distribución del conocimiento está cada vez más asociada a la distribución de la riqueza y a la distribución del poder. Puede decirse, entonces, que, en las estructuras económicas y sociales propias de la sociedad del conocimiento, la educación es el principal instrumento para la justicia social.

Esas son las bases fundamentales del rumbo estratégico que la Argentina necesita transitar en los umbrales de este siglo XXI. Para ponerlo en marcha, es preciso construir un poder político acorde con ese rumbo estratégico. La principal misión de la conducción política es la construcción de ese poder político, que para ser suficientemente fuerte no puede tener un carácter solamente partidario. Necesita nutrirse de las enormes energías transformadoras provenientes de una amplia constelación de fuerzas internas y externas asociadas en torno a un proyecto de reinserción mundial de la Argentina.

Impulsar la creación de esa gran coalición de fuerzas, que incluye necesariamente a los principales sectores empresarios y sindicales, a la Iglesia Católica y a las Fuerzas Armadas, representa, nada más ni nada menos, la clave del crucial desafío político que afronta la Argentina, y en particular el peronismo, en estos críticos meses que se avecinan.

Tercera Parte
Segundo Centenario , 07/05/2002

 

 

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