Blues del penúltimo octubre.

 


Los episodios ocurridos durante los últimos días en el Hospital Francés de la Capital Federal, ampliamente registrados por los medios de comunicación, permitieron observar en detalle el funcionamiento del doble discurso oficialista. Como es sabido, el gobierno ha transformado en un lema emblemático su decisión de no reprimir las protestas. Fue en virtud de ese –digamos- principio que el Estado se replegó en el mantenimiento del orden urbano, cedió espacio a las organizaciones piqueteras, permitió ocupación de calles y toma de comisarías, cooptó a muchos de sus dirigentes, hizo primero la vista gorda ante el bloqueo de rutas y pasos internacionales y luego los elevó al rango jurídico de manifestaciones de la libertad de expresión.
En el caso del Hospital Francés (y una mirada retrospectiva puede descubrir igual procedimiento en varios hechos anteriores), el gobierno cumplió oficialmente a rajatabla con aquella consigna: los agentes de policía desempeñaron una función básicamente decorativa frente a la manifestación de trabajadores y usuarios que denunciaba las tropelías de interventores actuales y pretéritos del nosocomio. Sucede que la quietud policial fue compensada por el hiperactivismo de grupos que algunos medios caracterizaron como formado por barrabravas, que en otras ocasiones podrían haber sido designados como parapoliciales y que en este caso, a juzgar por las imágenes que exhibió la tevé, podrían ser llamados suprapoliciales, ya que los uniformados parecían subordinarse a su comportamiento y hasta soportaban o acataban resignadamente sus extraños modales. Tan obvia es la situación que hasta el editorialista político del órgano oficioso del gobierno – Página 12- tuvo que admitir que "al frente de los rompehuesos aparecieron reclutas del Frente para la Victoria que figuran en algunas nóminas de sueldo como empleados públicos, cuya línea vertical de mandos llega hasta el techo partidario del distrito", pudoroso sinónimo que el escriba emplea para eludir un nombre propio: Alberto Fernández, jefe de gabinete del doctor Kirchner. En cualquier caso, el diario alude a la magnitud del hecho al apuntar que "no hay violencia privada legítima ni zona liberada que valga en las actuales condiciones del país".

¿Zona liberada? ¿Esa metodología no es la que se le imputa a uno de los demonios (al único, en la versión oficial) de los años de plomo? ¿No era esa la función que el memorialismo de la década del 70 atribuye en exclusividad a la Triple A? ¿Insinúa Página 12 que el gobierno está utilizando procedimientos análogos? Parece que sí.

La retórica no debería nublar la identificación del fenómeno. En algunos casos los mazorqueros emplean un discurso "antiimperialista" (si se trata de atacar a alguna petrolera, por caso), en otros las consignas son "antioligárquicas" (cuando se presiona a los ganaderos, por ejemplo). En el caso del Hospital Francés, la verba empleada fue "antizurda", con el estilo de la militancia sindical antimarxista de los años 70. Lo que importa –como en su momento advirtió el propio Presidente- no son lasa palabras, sino los hechos. En este caso, los hechos (el ejercicio de lo que Página 12 llama violencia privada) tienen un denominador común: las víctimas son sectores que cuestionan, critican o molestan al oficialismo; los "rompehuesos", como admite el diario, tienen terminal en la Casa Rosada.

El gobierno está atravesando su penúltimo octubre más bien arrastrado por los acontecimientos que conduciéndolos. Los americanos consideran que, en el último año de su período, los presidentes se transforman en "patos rengos", se debilitan, quedan condicionados por fuerzas ajenas. Pese a la tentación que ejerce esa interpretación, sería un error aplicarla en este caso. El gobierno no ha variado excesivamente ni sus fortalezas ni sus debilidades. Sigue manejando la caja nacional sin que nadie le discuta su discrecionalidad; sigue beneficiándose de una coyuntura internacional tan favorable que virtualmente todos los países del mundo -¡hasta el pobre Haití!- crecen simultáneamente a ritmos excepcionales. Sigue manejándose con superpoderes, aunque carece, más allá del manejo del Estado, de una fuerza política propia que lo asuma íntimamente como su líder. Los "transversales" son un rejunte pegoteado por el poxipol de la Tesorería central; el peronismo intercambia concesiones con Kirchner mientras calibra (cada vez en plazos más breves) la consistencia de la fuerza de la Casa Rosada. El Presidente sabe que necesita cada vez más la ayuda del viejo y denostado"aparato": sus intendentes contribuyen decididamente a dar la impresión de plaza llena en los actos y sus gobernadores, se rumorea, pueden ser decisivos a la hora de las urnas.

Así, arrastrados por la necesidad, el doctor Kirchner y su esposa concurrirán esta semana a San Vicente, a rendir homenaje a Juan Domingo Perón, un hombre por el que íntimamente no sienten simpatía (baste decir, para confirmarlo, que el escritor favorito de uno y otra es Miguel Bonasso). Es cierto que ese homenaje les permitirá confirmar que el viejo General que echó a los montoneros de la Plaza de Mayo está muerto y quedará bien guardado en un féretro de lujo, pero lo cierto es que la rendición presidencial de honores a Perón es fruto de la necesidad más que de la virtud: Kirchner pasó años en la Casa Rosada sin siquiera mencionarlo. Y sus arquitecturas políticas procuraron diluir todo lo posible la huella justicialista. Al llegar a su penúltimo octubre, Kirchner descubre que, de ahora en adelante, precisará más peronismo, más aparato. Su problema será encontrar la mejor manera de disimular esa dependencia ante los ojos de la opinión pública y ante los propios dirigentes del PJ, expertos en elevar sus cotizaciones ante la menor señal de debilidad ajena.

Para sumar a los blues del penúltimo octubre, es imprescindible mencionar la impotencia oficial ante la desaparición del señor Julio Jorge López, un testigo en la causa contra el ex comisario Etchecolatz, cuyo paradero se ignora desde hace casi un mes y cuya seguridad no fue oportunamente resguardada por el Estado. Aunque el oficialismo no atinó aún a encontrar respuestas a la misteriosa desaparición, ha exhibido mayor eficiencia en empujar el tema a los márgenes de la atención de los medios, particularmente de los electrónicos. Aunque con menos repercusión, el caso López subsiste en un trasfondo ominoso como recordatorio de que los aprendices de hechiceros muchas veces ponen en movimiento potencias que no están en condiciones de controlar.

En octubre han retornado, además, los cortes de pasos internacionales en Entre Ríos. La estrategia con la que el gobierno pretendió anestesiar la movilización de los vecinos de Gualeguaychú sin que se notara el pinchazo de la inyección ha tenido una seguidilla de notorios traspiés. Primero fue la derrota (por unanimidad, salvo el juez propio) en la Corte de La Haya; más tarde, el hecho de que un tribunal del Mercosur acogiera el tema, contra la voluntad de la Casa Rosada. Finalmente, la notoria impresión de que el Banco Mundial y su Corporación Financiera Internacional van a financiar las obras de la pastera finlandesa instalada en Fray Bentos, apoyados en un informe técnico que descarta la posibilidad de daños ambientales. Cabe recordar que una de las apuestas del oficialismo consistía en sabotear ese financiamiento.

Ahora, después de haber intentado una apología de los cortes de ruta, el gobierno retrocede a su crítica: implora "más raciocinio y menos corazón" a los vecinos de Gualeguaychú. Los uruguayos, que tratan de mostrar su propia vocación de diálogo, se apresuraron a subrayar que perciben y aplauden el repliegue del gobierno de Kirchner. Claro: los entrerrianos también parecen ver los colores y en las asambleas se oyen palabras de decepción ante el comportamiento del gobierno que, sin embargo, parece haber conseguido cooptar a algunos de los ambientalistas de la primera hora. En todo caso, aquí también ocurre una señal de debilidad. Como apuntó un comentarista de Clarín, el Presidente "va detrás de los hechos (…) nunca consiguió ganar la iniciativa".

¿Es aplicable, entonces, la teoría del "pato rengo"? No, son sólo los rumores del blues del penúltimo octubre.
Jorge Raventos , 16/10/2006

 

 

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