ACUERDO MILITAR CHAVEZ - MORALES
POLVORIN EN EL CORAZÓN DEL CONO SUR

 


El anuncio de que el régimen venezolano de Hugo Chávez financiará la construcción de dos bases militares en territorio boliviano, realizado por el presidente Evo Morales el pasado 18 de septiembre, generó una inmediata preocupación en el ámbito regional sudamericano.
Tanto en Perú como en Paraguay se alzaron públicamente voces de alerta. Más silenciosamente, Chile tomó nota. Al mismo tiempo, el gobierno de Michael Bachelet solicitaba el retiro del embajador venezolano en Santiago, en réplica por sus fuertes acusaciones contra la democracia cristiana trasandina, socia de la Concertación Democrática gobernante, que acababa de manifestar su oposición a la admisión del régimen de Hugo Chavez en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Según Morales, estas dos nuevas bases militares se instalarían en Rioalto y en Puerto Guijarro, dos zonas próximas a Brasil y Paraguay. Pero existen firmes indicios de que Venezuela habría ofrecido también financiar la instalación de una decena de bases militares en zonas limítrofes con Perú y con Chile. Al respecto, el Ministro de Defensa boliviano, Walker San Miguel, echó leña más al fuego, al señalar que la ayuda venezolana está encuadrada en un acuerdo militar que ambos países suscribieron en mayo último, pero que todavía no fue ratificado por el Senado boliviano, en el que la oposición pretende rechazar la iniciativa.

Sugestivamente, el comandante de las Fuerzas Armadas bolivianas, general Wilfredo Vargas rehusó formular cualquier comentario sobre el tema. Esa prudencia de Vargas está relacionada con las declaraciones del general Marcelo Antenaza, ex jefe del Ejército, quien criticó enérgicamente lo que calificó como un “sometimiento de Bolivia” a lo que no vaciló en caracterizar como el “eje Venezuela-Cuba”.

La cooperación militar entre la Venezuela de Chávez y la Bolivia de Morales profundiza el intento de trasladar también a Bolivia una dimensión fundamental del “modelo venezolano”. Venezuela es un régimen militar- cívico, en ese orden. Morales busca instalar en Bolivia una coalición cívico-militar que le permita resistir la amenaza de desmembramiento territorial encarnada por los departamentos del Oriente, encabezados por Santa Cruz de la Sierra. Importa acotar que las dos bases militares anunciadas estarán asentadas precisamente en esos díscolos territorios orientales. Esa intención de Morales ya se había manifestado anteriormente con la designación de varios jefes militares al frente de los yacimientos petrolíferos recientemente nacionalizados.

A favor de su intento atraer a las Fuerzas Armadas, Morales cuenta con el nacionalismo anti-chileno, muy profundamente arraigado en las Fuerzas Armadas bolivianas. La bandera de la salida al mar constituye en Bolivia un factor de unidad nacional. Antes de ganar las elecciones presidenciales, Morales había definido a Chile como “el Israel de América del Sur”, en el sentido de constituir un enclave norteamericano dentro de una región políticamente hostil a Estados Unidos.

En esa misma época, Chávez manifestaba sui deseo de “bañarse en una playa boliviana sobre el Pacífico”. El pasado y el presente de esta cuestión parecen estar estrechamente unidos, si se tiene en cuenta el serio litigio diplomático planteado ahora entre Caracas y Santiago de Chile. Más aún ante la meneada posibilidad de que Venezuela financie también el establecimiento de asentamientos militares bolivianos en las frontera con Chile.

Todo esto ocurre mientras la decisión política de la asamblea constituyente, reunida en Sucre, de considerar su autoridad como “originaria” y no como “derivada”, colocándose por encima de todas las autoridades constituidas, incluidos por supuesto el Congreso y el Poder Judicial, puso al país al borde de una confrontación interna de imprevisibles consecuencias. La decisión de la Corte Suprema de Justicia, que decretó la inconstitucionalidad de esa decisión, no hace sino agravar esa situación de extrema conflictividad. Para echar más leña al fuego, Morales caracterizó al máximo tribunal boliviano como un “resabio del Estado colonial”.

Al mismo tiempo, las dificultades del oficialismo en el Congreso, la creciente rebeldía de los departamentos del Oriente que reclaman la autonomía regional, la acción descontrolada de algunos sectores de la propia coalición gobernante, las acusaciones de corrupción contra altos funcionarios y los conflictos con las compañías petroleras, en particular con Petrobras, una controversia que desató también un entredicho diplomático con Brasil, confluyen para reinstalar en Bolivia el clásico clima de ingobernabilidad.

En este contexto, la imagen de Morales viene cayendo ininterrumpidamente en los últimos cuatro meses. En mayo, fecha del decreto de estatización de los hidrocarburos, que marcó su máximo pico de imagen positiva, la aceptación del mandatario ascendía al 81%. Desde entonces hasta ahora viene bajando ininterrumpidamente. Actualmente, la imagen positiva cayó al 52%, o sea que, en solo cuatro meses, tiene 28 puntos menos.

Morales, quien recuerda perfectamente que sus antecesores constitucionales Gonzalo Sánchez de Losada y Carlos Mesa tuvieron que renunciar ante sendas asonadas callejeras, busca preventivamente asociarse al Ejército para no correr la misma suerte. Chávez corre solícitamente en su auxilio. Pero nada es políticamente gratuito. En las actuales condiciones internacionales, el acuerdo militar entre Bolivia y Venezuela es un polvorín en el corazón del Cono Sur.

Publicado en EL TRIBUNO de SALTA el 5/10/06
Pascual Albanese , 18/10/2006

 

 

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