Crisis política en América Latina
Doble poder en México

 


Tras desconocer la legitimidad del triunfo de Felipe Calderón (PAN) como nuevo presidente de México, al que acusa de “fraudulento”, Andrés Manuel López Obrador se proclamó “Presidente legítimo” de los mexicanos, tras ser elegido por una multitudinaria asamblea de sus partidarios, quizás un millón y medio de personas o más, reunida en la histórica plaza del Zocalo, en el Distrito Federal.
México tendrá así dos presidentes el 1° de diciembre; el “presidente electo”, Felipe Calderón, proclamado por el Tribunal Electoral el 7 de septiembre, y el “presidente legítimo”: Andrés López Obrador.
Calderón y López Obrador son dos polos de poder, “dos poderes”, uno institucional y el otro proclamado por las multitudes en las calles.

De esta manera, México tiene en la cúspide de las decisiones un doble poder, una situación que, histórica y técnicamente, se considera de carácter prerrevolucionario.

Antonio López Obrador, proclamado “presidente legítimo” de los mexicanos, tomará posesión de su cargo el 20 de noviembre en la plaza del Zócalo.

Atrás quedó en la república mexicana la cuestión sobre la legitimidad de las elecciones presidenciales del 2 de julio; a partir de ahora, el problema es quién manda en México.

Los procesos políticos no son lineales; ya, sin esperar la ceremonia del 20 de noviembre, en el Estado de Oaxaca, la “Asamblea Popular del Pueblo”, identificada con López Obrador, se ha declarado soberana; y ejerce allí un poder de hecho de tipo insurreccional.

En este cuadro de doble poder en México, que comienza a adquirir características insurrecciónales, el ejército está cada vez más en el centro de los acontecimientos. López Obrador le ha pedido a sus mandos que no se presten “para reprimir al pueblo”, y que desobedezcan las ordenes que pueda darles el presidente electo.

Una situación de doble poder, por su naturaleza, no puede durar mucho tiempo; es esencialmente inestable, y se resuelve, en un sentido u otro, siempre en el corto plazo.

Esta semana, los cuatro departamentos del Oriente boliviano (Tarija, Santa Cruz, Pando y Beni), desconocieron la legitimidad de la Asamblea Constituyente reunida en Sucre, declarada “originaria” y superior a los poderes constituidos por el partido oficialista (Movimiento al Socialismo/ MAS) y sus aliados de izquierda.

En el mismo acto, los cuatro departamentos convocaron a referendums para ratificar su autonomía, y anunciaron el llamado a una Asamblea Constituyente propia, lo que implica establecer una soberanía distinta a la del Estado boliviano en el Oriente del país: un doble poder.

Las elecciones del domingo pasado en Brasil mostraron una extrema polarización entre el presidente Lula (49% de los votos) y el principal candidato de la oposición, Geraldo Alckmin (42%). Esta polarización reveló una fractura prácticamente completa en la sociedad brasileña, en términos políticos, sociales y regionales.

Lula obtuvo el 65% de los votos en el noroeste y el norte brasileño, con especial respaldo en los sectores más pobres del país. Alckmin logró el 56% de los sufragios en el centro, sur y sudeste, con eje en San Pablo, y logró su mayor nivel de apoyo entre los sectores medios y en el Brasil más desarrollado social y económicamente.

Las disparidades sociales, económicas y regionales son tan intensas en Brasil que una situación de polarización es ya la crisis política. La cultura del consenso brasileña es un dato cultural que responde a una necesidad política. Si el consenso se quiebra y emerge la polarización, la crisis política se instala en Brasil.

Emerge en América Latina una tendencia a la crisis generalizada de sus sistemas políticos, que se manifiesta, ante todo, en crisis recurrentes de gobernabilidad, fundadas en un bajo y débil nivel de institucionalización, y en la profunda perdida de legitimidad de todos los actores políticos, en primer lugar de los partidos.

Esta crisis provoca tres fenómenos simultáneos y convergentes: la caída de los presidentes constitucionales en ejercicio, que deben abandonar anticipadamente su mandato al enfrentar crisis de gobernabilidad; el surgimiento en gran escala de las movilizaciones callejeras y la acción directa; y la emergencia de liderazgos carismáticos de raíz popular que actúan sin mediaciones partidarias.

Este es el fenómeno de fondo que recorre la región; no un “giro a la izquierda”. Álvaro Uribe fue reelegido con el 62% de los votos, y surge tras las crisis del sistema bipartidario liberal-conservador que recorre la historia de Colombia desde antes de la fundación del Estado. Hugo Chávez es inseparable de la crisis del Pacto del Punto Fijo, el sistema bipartidario (Acción Demócratica/COPEI-Democracia Cristiana) que gobernó Venezuela desde 1958 hasta 1993.

Esto sucede cuando todos los países de la región crecen al mismo tiempo. En los primeros 6 meses del 2006, América Latina creció casi 6%; y sus términos de intercambio son los mejores desde la Segunda Guerra Mundial.

Pareciera, en síntesis, que el crecimiento económico de América Latina corre por vías paralelas a la crisis política.

Publicado en el DIARIO PERFIL el 9 de octubre de 2006
Jorge Castro , 18/10/2006

 

 

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