Colonialismo moral.

 

En los políticos estadounidenses, el proteccionismo se disfraza bajo la "solidaridad global" hacia las condiciones de los trabajadores y el cuidado del medio ambiente.
Cuando la Cámara de Representantes de los Estados Unidos votó recientemente sobre el "fast track" para la autoridad de promoción del comercio, la cuestión del daño ambiental y de los trabajadores maltratados afloró a la superficie como había sucedido en debates similares acerca de la liberalización del comercio. Ahora, con la recesión y el desempleo en aumento, el sentimiento proteccionista nuevamente está tratando de disimularse a sí mismo con los ropajes de la solidaridad global. Pero mientras que algunos críticos no son ingenuos en su apoyo al así llamado "comercio justo", otros son, indudablemente, sinceros, y esto merece la comprensión de porqué sus sentimientos están mal ubicados.

Como destacó Jagdish Bhagwati, profesor de economía en la Columbia University, la imposición de límites al comercio para promover cuestiones morales o ambientales conlleva una forma de colonialismo. Su principio es "el poder hace el derecho", con los países más grandes, ricos y mayormente poderosos dominando sobre los que no son tan ricos ni tan poderosos.

Los Estados Unidos pueden imponer sanciones comerciales contra la India si a los pescadores hindúes les resultan desagradables los preciosos delfines. Pero la India no puede, en realidad, prohibir el comercio con los Estados Unidos si a los norteamericanos no les agradan las vacas. En forma similar, los Estados Unidos pueden sancionar a Noruega si los noruegos no quieren comer carne genéticamente manipulada. Pero Noruega no puede, en realidad, castigar a los Estados Unidos si la ley laboral norteamericana es menos generosa hacia los intereses sindicales que las normas laborales noruegas.

¿Pueden realmente cuestiones de gobierno - acerca de las cuales raramente hay consenso aún dentro de los límites de un país en particular - ser acordadas mediante cláusulas de comercio, en vez de por la política local y la persuasión?

En cierta forma, deberíamos aceptar como un principio básico de la política comercial que las elecciones éticas deben ser realizadas, básicamente, por los mismos productores y consumidores y no por los políticos y los burócratas actuando en su nombre.

De cualquier manera, las restricciones "éticas" al comercio raramente logran, si es que lo hacen alguna vez, establecer lo que se proponen. Las causas principales de los estándares bajos en el trabajo y el ambiente son la pobreza y el despotismo, y hay poco que otro golpe más de proteccionismo pueda hacer para aliviar la pobreza o impulsar la libertad y la democracia en países como China, Pakistán o Burma.

De hecho, tratar de promover "estándares laborales básicos" vía barreras tarifarias puede muy bien lograr lo opuesto de su intención. Keith E. Maskus, un economista de la Universidad de Colorado, ha estudiado la cuestión de los estándares laborales básicos para el Banco Mundial. Él concluye que los intentos de parar el denominado "dumping social" de las naciones pobres significan "un riesgo serio y real" al bienestar de algunos de los miembros más vulnerables de las sociedades del Tercer Mundo. "La celebrada prohibición francesa de las pelotas de fútbol cosidas en Pakistán para la Copa del Mundo en 1998 resultó en un desplazamiento significativo de niños de puestos de trabajo. Aquellos que siguieron la cuestión encontraron que una gran proporción de ellos terminó mendigando y/o en la prostitución", me dijo Maskus. Cerrar una oportunidad no óptima no instala, por esa causa, una mejor en su lugar.

El verdadero temor de muchos proteccionistas es que el comercio con países con bajos estándares laborales engendrará pérdida de puestos laborales domésticos. Pero, en general, los estándares laborales bajos son una desventaja competitiva para una economía o son el resultado de problemas más profundos que afectan a esa economía. La "carrera hacia abajo" no es más que un producto mental de la imaginación: No son, después de todo, los países con los peores récords de derechos humanos los que encabezan el ranking anual de competitividad nacional, dominan los mercados de exportación o atraen la porción del león de la inversión extranjera directa.

Esto no es nada sorprendente. Los líderes nacionales que prestan escasa atención a los derechos de los trabajadores suelen no prestar mucha atención a una multitud de otros importantes derechos cívicos, como los derechos a la propiedad privada, la libertad de prensa, el gobierno de la ley, etc. Los gobiernos que reconocen los legítimos intereses sociales son más propensos a respetar la propiedad privada y los contratos. Esto hace al gobierno menos arbitrario, a las normas más predecibles y a un mejor clima para la inversión y la innovación.

Es necesario tener en mente que casi todos los países que hoy son prósperos y democráticos fueron alguna vez pobres y no democráticos. Un comercio internacional en crecimiento es uno de los factores que ha llevado a una creciente prosperidad - y a demandas crecientes de apertura política. En los años recientes este proceso ha sido evidente en las naciones asiáticas como Corea del Sur, Taiwan, las Filipinas, Thailandia e Indonesia.

Las preocupaciones acerca de los estándares laborales y ambientales son legítimas. Lo que los países ricos pueden hacer para ayudar es desmantelar las barreras al comercio. Tanto los Estados Unidos como la Unión Europea imponen tarifas más bajas sobre las mercaderías no procesadas del mundo en desarrollo que sobre las mercaderías procesadas. Como resultado, se crean menos puestos de trabajo para jóvenes con educación que los que serían posibles bajo otras circunstancias.

Para aquellos que sienten preocupación por el destino del mundo en desarrollo, dar al presidente la capacidad de expandir el comercio le tiende una mano a esos países. Desafortunadamente, esta es la última cosa en la mente de izquierda controlada por los sindicatos.

Tomas Larsson es el autor de "La carrera hacia la cumbre: La historia real de la globalización", publicada por el Cato Institute.

Este artículo fue publicado en el sitio en Internet del Cato Institute, el 15 de enero de 2002.
Thomas Larsson , 18/01/2002

 

 

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