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El otro yo del Doctor Merengue. |
Durante 1945, año que marcó el surgimiento del fenómeno de masas que pasaríaa ser conocido como peronismo, un dibujante talentoso, Guillermo Divito, dio a luz un personaje proverbial del *comic* argentino o, si se quiere,
*dos *personajes íntimamente entrelazados: el Doctor Merengue y su otro yo. |
Seguramente inspirado por la historia del Dr. Jekyl y Mr. Hyde. Divito pintó con
Merengue a un abogado rígidamente formal y almidonadamente correcto, de cuyo interior fluía repentinamente la energía feroz de su Otro Yo vulgar,agresivo e impresentable, que expresaba sus gustos, sentimientos y deseos reprimidos.
A menudo Luis D\'Elía, el piquetero oficialista transformado en secretario de Estado, parece encarnar el otro yo, no del Doctor Merengue, sino del jefe
máximo del kirchnerismo. A decir verdad, D\'Elía no es el único para ese papel, pero sí uno de los preferidos. Por caso: el presidente de la Nación no quiere exhibir su inquietud por la manifestación que el próximo jueves
31, convocada por el ingeniero Juan Carlos Blumberg, llegará a la Plaza de Mayo a reclamar por la inseguridad ciudadana. Kirchner, que en su momento intentó seducir a Blumberg para neutralizarlo o para enderezar sus
críticas hacia otros poderes, procura no confrontar personalmente con un hombre que, como evidencian los hechos y registran las encuestas, mantiene una consistente imagen positiva en la opinión pública. Pero su silencio formal
va acompañado por las frases de circunstancias levemente amenazantes del Jefe de Gabinete y, sobre todo, por los virulentos ataques de D'Elía, quien hasta se planteó una confrontación callejera con la demostración citada
por Blumberg.
No es la primera vez que cuando el gobierna empieza a sentir un resfrío D'Elía estornuda. Otro que se anota para el puesto de Otro Yo del Doctor Merengue es el diputado nacional Edgardo Depetris, líder máximo del Movimiento de Trabajadores para la Victoria, quien denunció que los
reclamos contra la inseguridad eran meras tapaderas de "un complot de la derecha" que hasta podía incluir "asesinatos selectivos". En ese marco interpretativo, el amague de D\'Elía de competir por el espacio público con
la demostración citada por Blumberg, vinculada con aquella clásica frase suya que amenazaba con "defender a Kirchner con las armas en la mano", parecía destinado a intimidar a la ciudadanía independiente que planea acompañar a Blumberg el jueves y expresaba además en voz alta lo que la
máxima autoridad se ve inducida a mantener hasta ahora *in pectore*, sea por prudencia, por astucia, por temor o por cálculo.
Por alguna (o varias) de esas mismas razones, D\'Elía debió recular finalmente y desistió de la "contramanifestación" con la que había amenazado. "Fue desautorizado por la Casa Rosada", lanzaron a rodar algunos voceros oficiosos, una vez que las encuestas confirmaron que la opinión
pública cuestionaba al piquetero-funcionario. En rigor, Kirchner no desautorizó a su funcionario. Ni en este caso ni en la legalmente cuestionable ocupación de un campo que protagonizó en Corrientes. Si un presidente quiere desautorizar, reclama la renuncia. Pero, ¿cómo hacer
para privarse del otro yo?
El presidente mira de a ratos con inocultable optimismo el desafío electoral del año próximo. Las encuestas le indican que, hoy por hoy, no sólo triunfaría si personalmente fuera por la reelección; también podría ganar si la candidata presidencial fuera su esposa, Cristina Fernández. Sin
embargo, hay momentos en que registra nubes en el horizonte. Si bien la opinión pública acompaña en los números su imagen como presidente, las encuestas no
muestran análoga aprobación por buena parte de las acciones de gobierno.
Empezando por las referidas a la seguridad, continuando con la relación entre precios y salarios, pasando por la transparencia administrativa y así de seguido. El Doctor Kirchner no necesita otro yo para saber que esas grietas pueden ser el inicio de una vulnerabilidad mayor, que por ellas puede filtrarse el fortalecimiento de una alternativa de poder.
Así el hecho se manifieste en un escenario relativamente periférico, Kirchner no puede sino leer con preocupación la anunciada candidatura a convencional en la provincia de Misiones del obispo de Iguazú, Joaquín Piña.
No sólo porque esa irrupción implica una decisión de la Iglesia argentina, ni porque el obispo católico haya recibido el respaldo de pastores luteranos y protestantes así como de sacerdotes de otros credos. Lo más inquietante
para el Presidente es que los motivos por los que el obispo Piña encabezará un frente constituido por radicales y peronistas (el Frente por la Dignidad) se centran en el *peligro institucional* que representa el intento del
gobernador kirchnerista Carlos Rovira de modificar la constitución provincial para permitir la reelección perpetua. Esa decisión de la Iglesia de ponerse a la cabeza en la lucha por la salud institucional enciende
una luz amarilla ante un gobierno que es cuestionado desde distintos costados por su bajo compromiso con las prácticas y los valores rapublicanos.
Por detrás de esas nubes que enturbian los pronósticos más optimistas, el oficialismo avizora una ominosa posibilidad: la de que, en los próximos meses, la presión de los sectores sociales que cuestionan al gobierno
termine convenciendo a las fuerzas en las que hoy se dispersa la oposición de que converjan para construir una alternativa unificada. El gobierno necesita una oposición dividida para aventar el peligro de tener que llegar
a una segunda vuelta electoral, una prueba que teme. Para evitar el ballotage, Kirchner debería recaudar más del 45 por ciento de los votos (un objetivo que hoy no conseguiría) o triunfar sobre su rival más próximo
por más de un 10 por ciento. Precisamente para cumplir este objetivo es que el oficialismo se empeña en mantener dividida a la oposición.
El trabajo que realiza la Casa Rosada para, por caso, complicar a la Unión Cívica Radical más allá de lo que el viejo partido haya hecho por sí mismo para eso, apunta a debilitar una de las bases que pueden sostener la
candidatura presidencial de Roberto Lavagna. El manejo de la caja nacional le ha permitido al gobierno asegurarse el resignado acompañamiento de algunos gobernadores e intendentes del radicalismo. Otros se le han acercado
en la búsqueda de convergencias pragmáticas. Ni unos ni otros consiguieron, sin embargo, que la conducción de la UCR, orientada por la clásica figura de Raúl Alfonsín, impusiera sus criterios en la Convención Nacional
realizada en Rosario. Allí, ante la significativa presencia de los líderes mayores del Partido Socialista que concurrieron invitados al encuentro, el radicalismo
aprobó un documento de oposición que lo encamina a enfrentar al gobierno y a transformarse en la pata radical de la candidatura suprapartidaria de Roberto Lavagna.
El doctor Kirchner no hace comentarios sobre esa candidatura. Para saber lo que piensa habrá que escuchar a su otro yo.
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Jorge Raventos , 28/08/2006 |
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