Panorama/Israel y Hizbollah.
Intermezzo en una guerra larga

 


La guerra del Líbano entre Israel y Hizbollah, que tuvo lugar desde el 12 de julio y al 14 de agosto, sólo es comprensible en términos regionales y globales.
Es una guerra que es parte de un continuum, que viene del conflicto de 1947/48, sigue en la de 1980/82, y continúa de manera virtual, y en cualquier momento efectiva, después de la pausa iniciada el 14 de agosto, simple intermezzo en términos político-estratégicos de un largo conflicto.
Esta larga guerra continuada, como todas, es una lucha por la supremacía y la sobrevivencia; pero, al mismo tiempo, es única, porque su contexto histórico y espacial es distinto, cualitativamente novedoso; y también lo es la naturaleza de uno de sus protagonistas: Hizbollah.
Son los conflictos, su número, ubicación y características, los que establecen las fronteras del mundo en términos espaciales, y los que fijan los grandes trazos que distinguen a las diversas regiones geopolíticas. Por eso es que la fronteras geopolíticas están en continuo movimiento; siguen la suerte y el desarrollo de los conflictos. La geopolítica, teoría de los conflictos espacialmente desplegados, es lo contrario del determinismo geográfico.
“Ha surgido un nuevo espacio político-estratégico -“La gran Asia del oeste”-, que abarca a India, Pakistán y Afganistán, así como Irán, el mundo Árabe e Israel. Los cambios de régimen en Afganistán (2001) e Irak (2003), y la guerra del Líbano (2006) también pertenecen a esta región”, dice Fred Halliday, especialista en Medio Oriente de la London School of Economics.

Los eventos cruciales que dieron origen a esta región fueron las dos detonaciones estratégicas que tuvieron lugar en 1979: la Revolución Islámica de Irán del mes de febrero, y la intervención soviética en Afganistán de diciembre de ese año.

El cruce de estas dos explosiones geopolíticas dio lugar a una conciencia política revolucionaria pan-islámica, surgida del conflicto y con una cultura de la eficacia operativa, que es solo subsidiariamente religiosa. Esta conciencia política pan-islámica abarca tanto a las causas árabes como a las no árabes (Irán, Indonesia, Filipinas, Malasia), y las diversas variantes del mundo islámico árabe sin excepción (sunnies, shiitas y alewitas); también incluye a las nuevas formas de islamismo surgido del mundo avanzado, sobre todo en Europa (Reino Unido, Francia, Holanda, España).

Este pan-islamismo no es una variante religiosa del Islam, sino una visión revolucionaria surgida del conflicto y de la guerra, completamente moderno, o para ser más estrictos, posmoderno; y que está más vinculado al uso eficaz de los misiles SAM-1 y a la técnica de fabricación de bombas de alto poder explosivo que a la interpretación de El Corán.

La Revolución Islámica de Irán triunfa en 1979 con el Imán Ruhollah Khomeini a la cabeza; y antes de completar un año de existencia se sumerge en una guerra convencional que va a durar 8 años y provocar un millón de muertos con el Irak de Saddam Hussein.

La resistencia de los Mujaidines contra la invasión del ejército rojo a Afganistán en 1979 va a durar 10 años; y con asistencia financiera, logística y de armamento de EEUU, va a obligar al ejército que triunfó en Stalingrado a retirarse derrotado en 1989. Este es el origen de Al-Qaeda, y es el campo de combate en el que surgió su líder, el saudita Osama Bin Laden.

“La guerra es la madre de todas las cosas”, dice Heraclito.

Israel mantiene su superioridad convencional con respecto a las fuerzas militares regulares de los estados árabes vecinos; y ante todo frente a la única amenaza convencional que existe en sus fronteras: Siria.

Pero perdió la disuasión tras el secuestro de los dos soldados israelíes y la muerte de otros 8 en manos de Hizbollah el 12 de julio. Y esa pérdida de capacidad de disuasión se profundizó con el lanzamiento de 4000 misiles de corto alcance de Hizbollah contra el norte del Estado hebreo.

Pero la ofensiva aéreo-terrestre israelí en el sur del Líbano alcanzó, al parecer, para mantener vigente el principio de disuasión frente a Hizbollah, Irán y Siria, respecto al lanzamiento de misiles de largo alcance (Farj-5 iraníes) sobre Tel Aviv. En materia de disuasión lo más importante es lo que no ocurre. Hizbollah disponía de misiles de largo alcance, estaba en condiciones técnicas y logísticas de atacar a Tel Aviv, su líder Nasrallah, amenazó con hacerlo, pero no lo hizo. En este punto, crucial, la disuasión israelí, que es cuestión de percepción antes que de realidad, se mantuvo en pie.

La guerra entre Israel y Hizbollah es un conflicto asimétrico de alta tecnología; todas las otras guerras que Israel tuvo con sus vecinos árabes fueron con estados. Las guerras asimétricas, por definición, no son cortas, ni de resultados nítidos, ni ofrecen posibilidad para una victoria aplastante.

Ningún conflicto asimétrico puede concluirse en una guerra relámpago; este es un desenlace que solo es posible en guerras convencionales, en las que se enfrentan fuerzas regulares de actores estatales, como ocurrió en la de los Seis Días (1967) o en la de Yom Kipur (1973). Hizbollah parece haber advertido el verdadero significado del conflicto. Israel tendrá que adaptarse.

Publicado en el DIARIO PERFIL el 27 de agosto de 2006
Jorge Castro , 29/08/2006

 

 

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