Por considerarlo de interés, reproducimos la nota recientemente publicada en La Gaceta de Tucumán por nuestros colaboradores permanentes, Jorge Raventos y Andrés Cisneros. |
Retome o no la jefatura institucional de su país, la sucesión de Fidel Castro ya ha comenzado. Se implementará dependiendo de las dolencias que lo aquejan. ¿Cuáles son los acontecimientos más probables?
A lo largo de la Historia las sucesiones han dependido de una serie de factores. Alejandro Magno continuó sin problemas a su padre, Filipo, porque se trataba de un líder enormemente carismático y ostentaba, además, legitimidad dinástica dentro del imperio macedonio. Centenares de otros comparables, Vercingetorix, Espartaco, Aníbal, Napoleón, Tupac-Amarú o Bolívar entre nosotros, murieron o resultaron desplazados sin poder designar a sus sucesores.
En las democracias, por más carismático que hubiera resultado el gobernante anterior, el sistema prevalece sobre los personalismos. Así ocurrió con Churchill, Roosevelt o de Gaulle. Franco y Pinochet pactaron con sus propios sucesores, en ambos casos de la oposición. La dictadura de Stalin, en la Unión Soviética, fue sucedida por un período de duras luchas intestinas en la cúpula y un predominio final del aparato burocrático que edificó el plano inclinado de la decadencia fatal del régimen. Ese proceso tomó décadas. En China, la sucesión preventiva del liderazgo de Mao dio lugar primero a esa gran catástrofe que fue la llamada "Revolución Cultural"; más tarde, muerto el Gran Timonel, Deng Xiaoping lideró un proceso de transformación y de adecuación de China a las nuevas realidades de la globalización que mantuvo, sin embargo, el rol central del partido comunista y conservó el culto a Mao: un modelo de cambio y continuidad.
En cuanto a Cuba, resulta aún imposible determinar cuán fuertes son sus fuerzas armadas, la estructura dominante en el Poder de la isla. Lo que es indudable es que el liderazgo personal de Castro ha sido el dispositivo central del régimen cubano. Su ausencia implica ya un cambio trascendental. ¿Aceptará por mucho tiempo el Ejército al sucesor que designe Castro o terminará desplazándolos para imponer a un candidato propio?
Castro ha señalado a su hermano. Raúl Castro no equivale a José I, el hermano inofensivo que Napoleón entronizó en Madrid. Tiene poder propio, derivado de su condición familiar y, formalmente, el de segundo Comandante en actividad de las fuerzas armadas. El tiempo dirá si consigue convertir el dedazo fraterno en una confirmación efectiva por parte de la burocracia militar cubana, la verdadera heredera de Fidel.
Por ahora, todo parece indicar que en La Habana se verificará, una vez más, el cínico aserto del propio Alejandro Magno cuando, inquirido por el nombre de su sucesor, respondió: " el más fuerte de mis generales."
Mucho más importante que el estado de salud de Fidel Castro o el nombre de su sucesor, es la enfermedad misma del régimen, un sistema que se dice comunista y que, con la excusa de la soberanía, consagra la propiedad oficial sobre el cerebro de sus ciudadanos. Ejemplo: la doctora Hilda Molina, a quien se le prohíbe salir de Cuba y reunirse en Argentina con su hijo y sus nietos porque, de viajar, se llevaría con ella su cerebro...que le pertenece al Estado. ¿Bastará una libra de neuronas para rescatar su libertad o se le reclama el cerebro completo? Fidel reescribe a Shylok.
Los adoradores de Castro y de su régimen, amantes del uniforme verde oliva, sedicentes progresistas, exigen que se absuelva al castrismo de sus crímenes contra la libertad y los derechos humanos en premio por sus logros en materia de instrucción u oftalmología. ¿Habrá que justificar a Hitler por su eficacia en la construcción de caminos y desarrollo industrial o por el éxito deportivo en la organización de los juegos olímpicos? Mussolini se enorgullecía porque sus trenes llegaban siempre a horario.
Una revolución que fue aclamada por alzarse contra "la decadencia impuesta desde el Norte" , contra "la transformación del país en un garito y un burdel" o la "condena al monocultivo" medio siglo más tarde exhibe ejércitos de "jineteras", mantiene el monocultivo y, después de perder el subsidio soviético (por desaparición del subsidiante), vive ahora de la beneficencia bolivariana, es decir, de la renta petrolera que Venezuela cobra al vender su combustible al ogro capitalista del Norte. ¿Para eso se conculcó la libertad de los cubanos y se condenó a una mitad de la isla a vivir separada de la otra mitad, empujada al destierro? ¿Era ésa la revolución que se esperaba? Los cubanos, dentro y fuera de la Isla, empiezan a meditar las respuestas. Se abre una nueva situación.
Las entrañas enfermas del anciano Comandante están menos dañadas que las de un régimen que, ante la incredulidad del mundo, pretende sobrevivir a su único jefe indiscutido.
|
Andrés Cisneros Jorge Raventos , 14/08/2006 |
|
|