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Tras la Cumbre de Córdoba
De Mercosur a Mercobabel |
A partir de la reciente Cumbre de Presidentes en Córdoba, el Mercosur no solo tiene un nuevo miembro: también tiene un nuevo rumbo, político por encima que económico y comercial.
Lo que sigue e un desarrollo ampliado del artículo “Un circo de Tres Pistas” publicado por Andrés Cisneros en Ámbito Financiero este lunes 24 de julio.
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Acabamos de presenciar el enésimo re-lanzamiento del Mercosur. Nuestro sufrido proceso de integración registra más relanzamientos que la despedida de los Chalchaleros. Solo que, esta vez, la novedad es que ya sabemos en qué dirección lo estamos lanzando: Fidel Castro y Hugo Chávez –ellos, no nuestros mandatarios- tuvieron a bien informarnos que “nace un nuevo Mercosur, un Mercosur político, combativo.”
El acuerdo del Mercosur es esencialmente económico y comercial, ahora lo hemos convertido en una epopeya política. Para colmo con Chávez y Castro.
Un estremecimiento de alivio debe haber recorrido la epidermis de nuestros gobernantes: hace seis años que no saben qué hacer con un Mercosur estancado, comatoso, en avanzado estado de esclerosis múltiple, insanablemente impedido de progresar hacia la unión aduanera, languideciendo como una zona de libre comercio imperfecta, cada día más perforada por crecientes excepciones, atajos, chicanas, trampas para-arancelarias y la ya inocultable ausencia de gobiernos verdaderamente interesados en llevar adelante la integración originariamente pactada en el Tratado de Asunción.
Su sorpresiva transformación en un ejercicio político, permitirá a quienes son directos responsables de esa catástrofe, el postergar convenientemente a sus aspectos económicos y comerciales, pasando al primer plano este nuevo circo de tres pistas con atracciones siempre variadas, que se renuevan cada semana: fuerzas armadas en común, un batigasoducto de mitología, moneda única, un banco-mundial propio, empresas energéticas, noticiosas, televisivas y navieras regionales y, por supuesto, pobladas burocracias subcontinentales entre las que, cómo podía faltar, sobresale una inminente legislatura supranacional. No cambie de canal: habrá más anuncios después de los comerciales.
El Mercosur es como el Cid Campeador: ya casi no respira, pero su prestigio es tan grande en la gente, que los mismos responsables de su agonía se apresuran a atarlo a la montura para pasearlo ante la multitud, con renovados ropajes que aparezcan preanunciando las vísperas de un futuro venturoso.
Castro es el único sobreviviente –con la sola compañía de Kim Jong II de Corea del Norte- de una propuesta marxista que fracasó en todo el planeta. Y el Teniente Coronel de Paracaidistas Hugo Chávez Frías viene de pulverizar a su propio espacio de integración, el Grupo Andino. ¿Alguien puede creer, seriamente, que en el Mercosur su conducta corresponderá a la disciplina fiscal y los sacrificios macroeconómicos que un país debe hacer si de veras se propone ingresar a nuestro ejercicio de integración? No hace falta, chico: “ahora el Mercosur es político, combativo” y que cada uno lo entienda como quiera.
En los espacios integrados de verdad, construidos por países que en serio son en serio, con gobernantes serios, estadios como la moneda común, infraestructura común, legislatura común o ejércitos en común son puntos de arribo, no de partida. Se llega a ellos después de avanzar en la integración, no antes. Cualquiera que haga lo contrario, está poniendo el carro delante de los caballos. Sabe que no avanzará, pero puede tratar de distraer a mucha gente durante mucho tiempo.
Los mismos gobernantes responsables por el estancamiento de la integración, en lugar de comprometerse a profundizarla, optan por una frívola conscripción de socios: entrada libre, ni
siquiera hay que cumplimentar la cláusula democrática. Entró Chávez, estamos tratando que entren Evo Morales y Chile, mientras dos miembros, que ya están desde el principio, no saben cómo hacer para salirse. Al igual que con la espectral Comunidad Sudamericana de Naciones, se trata de confundir a la gente con el número, haciéndole creer que amucharse es lo mismo que integrarse. Incluso mejor, fierita.
La recordada consigna de “Ante los problemas del Mercosur, la solución es más Mercosur” expresaba la dirección correcta: ahondar el esfuerzo, ir hacia abajo, a las raíces, fortaleciendo los fundamentos del proyecto integrador. El circo y el ruido de estos últimos días no corresponden solo a la inevitable sonoridad del carácter caribeño: apenas encubre que estamos distrayendo a la gente amontonando nuevos socios para ocultar que no avanzamos nada. Ya se habla de Méjico, de la propia Cuba, en un casting tan vertiginoso como esquizofrénico. El principal proyecto de política exterior que ha tenido la Argentina en toda su historia bastardeado por una política exterior de estudiantina. La máquina del Tiempo que en todo nos ha regresado a la década de los Setenta pareciera que, en este tema, nos hizo aterrizar en el medio de una delirante asamblea universitaria.
El Mercosur histórico, el que construimos con tanto esfuerzo, suponía un emprendimiento común para juntar fuerzas que nos permitieran desarrollar suficiente competitividad para salir al mundo y penetrar en sus mercados. En la contra-Cumbre de Mar del Plata, cuando Chávez nos convocó, literalmente, “a conseguirnos una pala para enterrar al capitalismo y así que florezca el socialismo”, señalaba claramente un rumbo completamente distinto, contrario al Mercosur, con destino de aislamiento, no de integración. Coherente, en estos momentos Chávez se encuentra en camino a Corea del Norte, único vergel –aparte de Cuba- donde ha “florecido” un proyecto marxista.
Único gobierno cuyos funcionarios organizaron, al mismo tiempo, la Cumbre y su propia contra-Cumbre, esta administración ya había comenzado a banalizar sus salidas al mundo con la tanga de Evangelina Carrozo. Para después perder trece a cero, claro. La semana pasada, en Córdoba, las imágenes de la Cumbre de los Pueblos que la televisión distribuyó al mundo recordaban inevitablemente a un montaje de Show Match. Si no se tratara de un caso dramático, el que-sí que-no de la entrega de cartitas por el caso Hilda Molina terminaron envolviendo a dos Jefes de Estado en un faux pas de zarzuela.
Un silencioso y circunspecto Lula pasó por la Cumbre de Córdoba con un bajo perfil inusual en los mandatarios brasileños. En la cumbre anterior, la de Mar del Plata, también se retiró enseguida, para encontrarse, doce horas después, en la propia Brasilia con George Bush y ajustar los tantos. En Itamaraty son muy nacionalistas, pero no comen vidrio.
Chile, Colombia y Ecuador ya tienen o están por cerrar su propio tratado de libre comercio con Estados Unidos. De hecho, veintinueve países de América latina ya lo hicieron, excepto Venezuela y el Mercosur. Y ya van por acuerdos semejantes con China, India y la Unión Europea. Ojalá consigamos nosotros lo mismo a través del 4+1, pero con estos nuevos dirigentes, corremos serio peligro de que Paraguay y Uruguay sigan su propio camino y que Brasil, harto, termine arreglando directamente, restando para nosotros el firmar poco más que un mero contrato de adhesión. Claro que nos quedaría Chávez que, en su condición privilegiada de proveedor estratégico de petróleo a Estados Unidos, siempre podrá tenernos el saco mientras nosotros nos quedamos pegados (pero eso si, combativos), para trompear, nosotros solos, al imperialismo apátrida. Chévere.
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András Cisneros , 27/07/2006 |
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