Un Mercosur caribeño

 


Néstor Kirchner festejó en Córdoba el próximo cumpleaños de Fidel Castro, que llega a los 80 todavía al mando de la isla de Cuba y dispuesto, si la salud física y la política se lo permiten, a superar el medio siglo en el poder. Castro ha enterrado a dictadores colegas de signos diversos y bate todos los records en la materia: hasta ha conseguido que gente que dice odiar el autoritarismo y amar la democracia y los derechos humanos lo tenga por su ídolo, para no mencionar el milagro de que muchos que no pueden ver cerca uniforme alguno, se derritan de amor ante la proximidad del suyo.
Como ocurriera a partir del 25 de mayo de 2003, cuando Kirchner asumió la presidencia, Castro y su discípulo (y competidor aventajado en la tarea de fatigar micrófonos), el venezolano Hugo Chávez, otro militar admirado por la progresía, coparon los escenarios gentilmente dispuestos en Córdoba por su anfitrión, el presidente argentino.

Castro, con un vigor que no se refleja ya en su voz, entusiasmó a la muchachada que lo admira profetizando la muerte del capitalismo en un plazo no superior a cinco décadas. Habría sido más sencillo y menos aventurado vaticinar la muerte del comunismo soviético que subsidió al régimen castrista durante varias décadas: esa muerte ya ocurrió, fue por causas naturales y dejó unos cuantos huérfanos, algunos de ellos ancianos. ¿Por qué augurar lo que se ignora cuando se puede exhibir lo que ya se conoce?

El comandante Hugo Chávez, que con un discurso de apenas dos horas quedó sesenta minutos por detrás de su inspirador y modelo, aró el mismo surco que el comandante Castro Ruz, turnó citas del Libertador Bolívar y de Rosa Luxemburgo y hasta expuso su embriaguez revolucionaria afirmando que el mismísimo general José de San Martín "era socialista" (es decir, en sus términos, más avanzado que el propio Bolívar, al que definió como "protosocialista"). En fin…

Estos actos impulsados por el caribeño espíritu de los dos hombres fuertes, como la visita de ambos a Alta Gracia, a la casa que habitó Ernesto Guevara (cuando era chico, muchos años antes de que lo llamaran Che), le dieron un color particular a la reunión mercosuriana de Córdoba, si se quiere: la tiñeron con el tono cubano-venezolano. Y esa circunstancia reflejó adecuadamente lo que estaba ocurriendo con un Mercosur que parece avanzar en reversa hacia el reino del socialismo y apartarse de las "ilusiones neoliberales" con las que nació. Es decir: el Mercosur está dejando de ser lo que empezó a ser y quiso ser (un camino hacia le mejor integración de la región al proceso de globalización que impulsa al mundo) y parece orientarse ahora hacia una suerte de corralito continental inspirado en la consigna defensiva del "vivir con lo nuestro".

El eje Argentina-Brasil, que en la primera década de vida del Mercado Común empujaba con confianza al bloque hacia su progresiva proyección al mundo, tiende en estos tiempos a debilitarse frente al peso de una especie de encarnación territorial de la "patria financiera": la Venezuela de Chávez, transformada por obra de la renta petrolera en influyente financista (real o ilusorio) de los sueños autárquicos de algunos presidentes. La presencia cada vez más pesada de Chávez (pese a que, en rigor, Venezuela no ha rendido todavía los exámenes requeridos para convertirse en miembro pleno del bloque) condiciona a los socios mayores y coincide, además, con la propensión de Uruguay y Paraguay a buscar senderos propios para evitar la asfixia. Uruguay aspira a establecer acuerdos comerciales con Estados Unidos que ya venían siendo combatidos preventivamente por Buenos Aires y Brasilia y que ahora, con la presión antinorteamericana de Chávez ya internalizada- lo serán más. Durante el fin de semana, hasta Carlos (Chacho) Alvarez se sintió obligado a hablar para recordarle a los uruguayos que no se puede estar en el Mercosur y firmar acuerdos de libertad comercial con Washington. Montevideo cree que vale la pena intentar la doble asociación. Se inspiran en ejemplos de otras latitudes: Dinamarca, por ejemplo, fue miembro del Mercado Común Europeo mientras también formaba parte del bloque comercial de los países nórdicos, que no acompañaban al MCE. ¿Por qué no probar una flexibilidad semejante en el Sur?

El presidente Kirchner, aparte de la capitis diminutio de que sus huéspedes amigos le quitaran el protagonismo que habitualmente corresponde a los anfitriones, y más allá del golpe que se dio en la cabeza al entrar a un auto (los golpes en la cabeza pueden traer consecuencias), se expuso a una suerte de maltrato por parte de Fidel Castro. La Cancillería argentina tuvo que negociar larga y discretamente sólo para que el comandante cubano aceptara recibir (ni siquiera responder) una carta (en rigor: apenas una esquela) en la que Kirchner mencionaba (con extremo cuidado y evitando todo riesgo crítico) la situación de la señora Hilda Molina, una médica que vive en La Habana y, siendo madre y abuela de ciudadanos argentinos, se le prohíbe salir de la isla para visitar a sus familiares en Buenos Aires. La prohibición alcanza también a su madre, una anciana de la edad de Castro, abuela y bisabuela de dos ciudadanos argentinos. En su momento, Kirchner forzó la renuncia de un alto funcionario de la Cancillería que había asumido cierto compromiso a favor de la unificación de esa familia y en la ayuda a la doctora Molina para obtener la benevolencia del régimen cubano que le permitiera abandonar su país, convertido de hecho para ella en una cárcel. El presidente argentino no quiso aparecer entonces presionando al Comandante Castro y tampoco pretendía hacerlo ahora, pero, conciente de que la opinión pública observaría su conducta, habida cuenta de la trascendencia que él asegura darle a los derechos humanos, necesitaba aparecer haciendo algo por ese caso. El comandante Castro, un hombre de principios firmes, se negó a que el tema le fuera planteado en público y el Presidente tuvo que conformarse con la entrega discreta de la notita, sólo después de que el dictador cubano (encarna, aparentemente, la "dictadura del proletariado") admitiera con reticencia recibirla. El tema Molina ofusca a Castro: su airada reacción ante un periodista que le preguntó por ella en una rueda de prensa hizo temer a sus custodios que el anciano guerrillero sufriera algún soponcio. Es que él tampoco está acostumbrado a admitir conferencias de prensa y a responder lo que un periodista pueda en libertad preguntarle.

Chávez y Fidel se fueron de Córdoba con lo que vinieron a buscar. Lula Da Silva, nuevo presidente pro tempore del Mercosur advirtió que usará el martillito que simboliza ese poder temporal para poner en caja la oratoria desbordada de Chávez: Brasil no cederá fácilmente ante la ofensiva caribeña.

El presidente Kirchner, por su parte, volvió a Buenos Aires con nuevos dolores de cabeza: mientras atendía a sus huéspedes en Córdoba observaba por el rabillo los preparativos del paro del campo que ya está en marcha y daba órdenes para cruzarlo, pese a que el ruralismo no quiso por el momento tocar el botón que más inquieta a la Casa Rosada: el de la movilización a Plaza de Mayo. No es improbable que, si el gobierno elige el camino de la pelea, el próximo paso de los productores sea llenar la plaza.
Jorge Raventos , 24/07/2006

 

 

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