Parcialmente eclipsado por el inicio del campeonato mundial de fútbol, en el estadio de la política nacional comenzó ya el match por las elecciones de 2007.
El surgimiento de la –hasta el momento virtual- candidatura de Roberto Lavagna estableció una nueva lógica competitiva entre los actores políticos. En primer lugar, en el gobierno.
Néstor Kirchner venía afectando una actitud displicente ante los comicios del año próximo: “Estamos dedicados en exclusividad a la gestión”, argumentaba, aunque tiraba las redes para pescar fuerzas y personajes que le ampliaran las chances a la hora de las urnas. |
Kirchner no olvida que él no ganó una elección en 2003 ni que, además, su capital en votos fue el menor que alcanzara un presidente como vehículo a la Casa Rosada.
Tampoco se le escapa que en los comicios de renovación parlamentaria en los que jugó fuerte y hasta puso sobre el tapete la candidatura de la primera dama, su fuerza sólo alcanzó un 40 por ciento de los votos emitidos (en términos de porcentaje del padrón, la mayoría estuvo constituida por la suma de ausentes y votoblanquistas). Con esa performance, en las presidenciales del año próximo Kirchner se vería forzado a disputar un ballotage, un albur que él no quiere correr y que, a su juicio, la eventual candidatura de Lavagna hace más probable aún.
Por ese motivo, el Presidente dejó rápidamente de lado los disimulos y lanzó a su gente a castigar a Lavagna, así como a las fuerzas que en principio aparecen entusiasmadas por rodearlo. En la Casa Rosada se maneja la hipótesis de que un tratamiento expeditivo, análogo al que algunos zagueros ásperos propinan a los delanteros habilidosos, puede terminar disuadiendo al ex ministro de Economía de consumar su salto a la política práctica. Lavagna –teorizan- es un hombre de salones y laboratorios, desconoce la cancha barrosa de las luchas por el poder, ni él ni su gente próxima, sin excluir a su familia, tienen la experiencia o el entrenamiento necesarios para soportar esas durezas. Como botón de muestra de lo que se le puede avecinar, esta semana el oficialismo deslizó a los medios una carpeta con detalles de supuestos pecadillos del ex ministro en relación con el reparto de subsidios a la producción. La denuncia afirmaba que en la distribución habían sido desproporcionadamente beneficiadas algunas firmas que son clientes de la consultora fundada por Lavagna. El gobierno no sólo tiene la capacidad para fabricar esos expedientes, sino que cuenta también con los recursos mediáticos para difundirlos. Vuelve más evidente que se trata de un foul intencional el hecho de que, así como ha exhibido una fulgurante velocidad para hablar de esos subsidios, el gobierno se hunde en el silencio cuando se le pregunta sobre los caudalosos subsidios al transporte o sobre los fondos fiduciarios que maneja por fuera del presupuesto nacional y sin controles. Las reglas de la difusión se aplican ad hominem.
.
El trato duro se aplica a Lavagna, pero también a quienes rechazan transitar la alfombra de cooptaciones que el gobierno propone. Le ocurrió, por ejemplo, a los socialistas tan pronto pasaron de la oferta que la Casa Rosada había extendido a Héctor Polino, a quien quería sumar como titular de una cartera medioambiental aún inexistente. Al conocerse el no de los socialistas, el jefe de gabinete, Alberto Fernández, hizo declaraciones recordando que el PS había aportado algunos dirigentes al gobierno de militar de Jorge Videla. Es evidente que Fernández tiene una memoria selectiva y sólo recordó después del rechazo lo que estaba dispuesto a olvidar en caso de una aceptación. Encaramado a un púlpito que él mismo se construyó, el gobierno pretende administrar desde allí el pasa-no-pasa de la corrección política y vender absoluciones a cambio de servidumbre voluntaria.
Así como el oficialismo debió ponerse precipitadamente la ropa deportiva y evidenciar que está jugando un partido duro, la aparición de Lavagna movió también a otros actores. Mauricio Macri, que deshojaba la margarita para definir si sería candidato nacional o municipal, se apresuró a decir que aspirará a la presidencia. De ese modo, el centro-derecha busca evitar que una polarización prematura entre Kirchner y un candidato que todavía no se ha lanzado formalmente y trata de eludir el papel de tercero excluido.
.
En rigor, la movida lavagnista cambia los equilibrios en todo el terreno de juego. Para todos aquellos personajes y fuerzas a quienes asfixiaban real o potencialmente la presión y la caja del gobierno central la perspectiva de una competencia más balanceada les viene de perillas, sea para mejorar su propia capacidad de negociación, sea porque crecen las esperanzas de derrotar al oficialismo, sea porque se abren más ventanillas en las que regatear.
En la medida en que la presencia de Lavagna es leída como una posible disgregación de la fuerza oficialista (porque el ex ministro puede arrastrar tras de sí a sectores empresariales y políticos hastiados del estilo K), hay actores que se sienten más libres para ensayar sus juegos. Los cambios en el gabinete porteño practicados por el intendente Jorge Telerman (quien se animó a desplazar a ministros del riñón kirchnerista para reemplazarlos por otros observados con sospecha en la Casa Rosada) son un ejemplo que seguramente se reiterará en otros escenarios.
También cabe imaginar que es ese registrado debilitamiento oficialista el que empujó a un “arrepentido” (y aún anónimo) funcionario del gobierno a confesar a la revista Noticias interesantes intimidades sobre la colocación en exterior de 1.000 millones de dólares de la provincia de Santa Cruz, sobre la participación que les cupo al presidente y a la primera dama en las decisiones vinculadas a la suerte del dinero y, en fin, sobre una serie de detalles que se mantenían hasta ahora en la mayor reserva.
.
Es cierto que, así como un cálculo sobre las nuevas debilidades oficialistas permite que ocurran esas cosas, la mirada opuesta, que atribuye pese a todo una fuerza inercial más que abundante en manos del oficialismo, es lo que probablemente explique que las confesiones del arrepentido (que describen varias figuras delictivas) no hayan provocado la actuación espontánea de ningún fiscal y hayan pasado casi sin mención en los medios masivos.
El gobierno sigue encabezando los pronósticos, como favorito. Aunque ahora el público empieza a otorgarle chances también a otros equipos.
|
Jorge Raventos , 13/06/2006 |
|
|