Una semana atrás, después de la reunión que congregó en Iguazú a los presidentes de Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela, se le preguntó a un vocero de la Casa Rosada los motivos por los cuales no se había convocado al cónclave a los mandatarios de Uruguay y Paraguay (que, a diferencia de Hugo Chávez y Evo Morales) son miembros plenos del Mercosur. La respuesta contuvo una dosis de arrogancia: Argentina y Brasil, explicó el vocero, son el eje sólido del Mercosur. Si bien se mira, esa afirmación es por lo menos conjetural en varios aspectos. El primero: da toda la impresión de que el Mercosur ha perdido, así sea momentáneamente, todo eje. Datos: Uruguay y Argentina están enfrentados por el tema de las papeleras de Fray Bentos, hasta el punto de que Argentina denunció al vecino ante la Corte de La Haya además de haberlo sometido a un virtual bloqueo terrestre durante semanas. |
Por otra parte, Uruguay y Paraguay se consideran destratados por los dos socios mayores y buscan vías de reformulación del bloque que no les impidan una relación más estrecha con Estados Unidos, sin excluir acuerdos de libre comercio con Washington que Bruenos Aires y Brasilia rechazan. El desorden que reina en el Mercosur se revela en otra referencia significativa: en la reciente (anodina) cumbre Europa- América Latina realizada en Viena no hubo, como en todas las ocasiones anteriores, reunión especial alguna entre el Mercosur y los mandatarios europeos. Estos se preguntaron (y preguntaron a sus interlocutores del Sur) qué es lo que está sucediendo en el bloque.
Pero además de esos hechos notorios, hay otro elemento que hace dudar de aquella definición sobre el eje argentino-brasilero del Mercosur: el surgimiento de otro eje, que cuestiona tácticamente al primero, constituido por Venezuela y Bolivia. Tan notable es esta aparición que hasta ha sido consagrada por el funcionario coordinador del bloque, el argentino Carlos Chacho Alvarez: "No hay que dramatizar la situación del Mercosur –exhortó el ex vicepresidente de Fernando De la Rúa a un matutino-. Creo que finalmente el petróleo y el gas van a ser el cemento que una la región ". Petróleo y gas: es decir, Venezuela y Bolivia. Si ese es "el cemento de la unidad", indudablemente cambia el eje. Y, como advirtió recientemente el ex ministro Roberto Lavagna, cambian los equilibrios internos de la asociación de un modo desfavorable para los intereses argentinos.
En noviembre de 2005, en esta misma página, señalábamos que, en paralelo con las dificultades políticas que experimentaba en su país el presidente de Brasil, Luiz Lula Da Silva (acosado por investigaciones sobre financiamiento ilegal de la política que golpearon duramente al oficialista Partido de los Trabajadores y que no han cesado), el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, estaba protagonizando una fuerte ofensiva para ganar influencia y liderazgo en una América del Sur de la que la principal potencia continental y mundial, Estados Unidos, aparecía distanciada en virtud de prioridades más acuciantes en otras latitudes.
Más allá del juicio que puedan merecer las ideas y el estilo del venezolano, resulta evidente que ha avanzado decididamente en ese objetivo. La nacionalización del petróleo decretada por el presidente de Bolivia, aunque se trata de una decisión autónoma que cumple con una promesa preelectoral de Morales, aporta a la estrategia del venezolano, que se ha convertido en el principal sostén ideológico, técnico y financiero del régimen boliviano. Los analistas coinciden en que las características de la legislación nacionalizadora están inspiradas en el ejemplo chavista; por otra parte, la petrolera estatal venezolana acaba de suscribir un acuerdo de "alianza estratégica" con YPFB, la restaurada empresa oficial de petróleo de Bolivia.
El gobierno brasilero tomó nota tardíamente de la ofensiva. La nacionalización de Morales no sólo golpeó principalmente a Petrobras (la petrolera que más inversiones tiene en Bolivia), sino que puso ante un riesgo imprevisto la provisión de gas a la industria paulista, altamente dependiente de ese combustible, así como el precio al que deberá adquirirlo, puesto que las autoridades energéticas bolivianas aspiran a un aumento de precio de un 50 por ciento. La cancillería brasilera reaccionó primero con declaraciones que aludían con displicencia aChávez y a algunas "actitudes adolescentes" de Morales. Pero tanto el venezolano como el presidente de Bolivia replicaron de sobrepique: Chávez dijo que Da Silva está siendo presionado por "la derecha"; Morales no eludió la ironía: dijo que hasta antes de la nacionalización era difícil hablar con el presidente de Brasil, pero que después de la medida la comunicación se había vuelto más fluida. Agregó que los contratos petroleros anulados por la nacionalización eran fruto de acciones ilegales de las compañías. Un golpe más contra Petrobras, la sociedad anónima controlada por el gobierno brasilero (aunque con mayoría de capitales privados). Más aún: desde La Paz, el ministro de Energía, Andrés Solís Rada, puntualizó que Petrobras no podría ser parte del meneado proyecto de gasoducto continental, porque este emprendimiento debía estar en manos de compañías estatales. Brasil replicó: si Petrobras no participa el gasoducto no pasará por territorio brasilero. De todos modos, agregaron en Brasilia, "las existencias de gas venezolano no están objetivamente certificadas; imposible emprender el gasoducto sin tener certidumbres sobre ese punto". De paso transmitieron una advertencia a Morales: los brasileros recordaron que Bolivia debería ser racional en sus exigencias de precio ya que "el gas no es una commodity" que Bolivia pueda vender a cualquiera: el gasoducto Bolivia-Brasil es el principal medio de transporte del producto. Desde La Paz apuntaron que Chile estaría dispuesto a comprar gas licuado a precio del mercado internacional: evidentemente Morales se considera en capacidad de venderle gas a Chile, algo que se cuestionó al ex presidente Carlos Meza Gisbert. Además, el gobierno de La Paz espera que la ayuda venezolano contribuya a la construcción de instalaciones de gran capacidad para almacenar el producto.
En esta pulseada, Argentina tiene un rol de baja relevancia. Sabe que deberá pagar más caro el gas boliviano, pero espera beneficiarse con la mayor capacidad negociadora de Brasil. Por el momento se ataja aclarando que el mayor precio que imponga Bolivia no será volcado sobre los consumidores internos, sino que se transferirá a los chilenos por el gas argentino que consumen. Esto –habría que señalar- si es que los bolivianos no terminan negociando directamente con Chile, como amenazan a Brasil. Hay otro aspecto: si se consuma el fuerte aumento que pretende Bolivia habrá, sin duda, una presión muy fuerte de las provincias productoras argentinas, que ya están reclamando ante el hecho de que se paga por el combustible importado un precio que no se le reconoce a la producción nacional. "Es injusto que cueste 1 dólar el gas argentino y 5 el importado" –reclamó, por caso, el gobernador de Salta, Juan Carlos Romero. "Salta ha perdido desde la devaluación 300 millones de pesos por diferencia de liquidación de regalías porque está pesificado el precio del gas. Nuestra provincia está subsidiando el consumo de gas de los grandes centros urbanos con un precio artificialmente bajo. Y eso ni siquiera sirve para que los sectores de menores recursos tengan gas barato, porque están obligados a comprar garrafas, cuyos precios están dolarizados", remató Romero. Así, el efecto nacionalización boliviana se hará sentir más intensamente de lo que el optimismo oficial prevé. Ese optimismo a veces se confunde con falta de cálculo, ausencia de visión de mediano y largo plazo. Tanto Morales cuanto Chávez han sido aliados preferidos del gobierno de Néstor Kirchner: apenas asumido, el Presidente le entregó al venezolano el centro del escenario público para que arengara a la ciudadanía argentina junto a Fidel Castro. Acaba de colocar en Caracas una embajadora solicitada por el presidente venezolano. A Morales lo cultivó a través de embajadores formales e informales. Ambos mandatarios –que ahora chocan contra el eje Argentina-Brasil- fueron invitados especiales a la contracumbre americana que Argentina le regaló en Mar del Plata al presidente de los Estados Unidos. Ninguno de ellos levantó el teléfono para siquiera adelantarle gentilmente al gobierno de Buenos Aires la medida que uno estaba por adoptar y el otro conocía, y que tendría consecuencias desagradables al menos para dos miembros importantes de la sociedad mercosureña.
Para Argentina el trasfondo inquietante de esta situación es la latente crisis energética, alimentada por el déficit de inversiones que se derivó del manejo político de los precios. La caída de las reservas de la Argentina, por falta de inversión, es un error estratégico fundamental, de alto costo para el país en su funcionamiento internacional de largo plazo. Y es una de las preocupaciones más acuciantes del sector empresario y uno de los obstáculos principales a la inversión en otros sectores de la economía: ¿pensar en ampliar operaciones cuando existe la posibilidad de que falte energía?
El cambio de eje que se observa en estos tiempos en la región no debe adjudicarse sólo (ni principalmente) al gas y el petróleo que motorizan, sobre todo, las operaciones de Hugo Chávez. Si el peso que la naturaleza de las cosas le otorga a Brasil y Argentina no se pone de manifiesto en toda su dimensión no es porque esté abolida la ley de gravedad, sino porque malas decisiones estratégicas neutralizan sus efectos.
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Jorge Raventos , 17/05/2006 |
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