El auge del crudo no frena a EEUU.

 


La economía norteamericana creció 4.8% en el primer trimestre de este año y reanudó la línea de alto crecimiento que mantuvo sostenidamente en los últimos cinco años. Dejó atrás así, como una anomalía temporal, el bache producido en el último trimestre del 2005, en que el crecimiento fue sólo 1.7% anual. Estados Unidos, de esta manera, ha aumentado 25% su producto bruto interno (PBI) desde 1998.
El consumo privado que aumenta por encima del producto (5.5% en el primer trimestre de este año) y se acerca al pleno empleo (la tasa de desocupación es 4.7% de la población económicamente activa).

Lo notable es que el auge económico de Estados Unidos no se ve frenado por el aumento del precio del petróleo, que la semana pasada llegó a un nivel de 75 dólares el barril. En términos nominales, es el valor más alto de la historia, aunque no en términos reales, porque todavía se encuentra por debajo de los precios del segundo shock petrolero del 79/80 que serían en la actualidad, en valores constantes, más de 80 dólares el barril. No obstante el aumento del precio del crudo, que en ningún momento ha sido inferior a 60/65 dólares el barril en los últimos tres meses, la economía norteamericana no sólo no se ha visto frenada, sino que tampoco han aparecido efectos inflacionarios de carácter sostenido.

Probablemente, el hecho de que el aumento del petróleo no frene la economía estadounidense está en vinculación directa a los cambios estructurales experimentados por esta. En los últimos 30 años, la economía norteamericana depende cada vez menos del petróleo. Estados Unidos consumía 17 millones de barriles por día (bpd) en 1980, con lo que producía un PBI de 5.2 trillones de dólares (a valores del año 2000). En el 2005, el consumo del petróleo alcanzó los 20 millones de barriles diarios, pero el PBI más que se duplicó en relación al de entonces, hasta alcanzar 11.1 trillones de dólares.

Algo semejante ocurre con los consumidores norteamericanos. En 1970 gastaban 3.4% de sus ingresos en petróleo y combustibles. En 1980 ese gasto ascendió a 5%. El año pasado, sin embargo, a pesar del aumento sostenido del precio del crudo, el gasto de los consumidores estadounidenses dedicado a combustibles y petróleo fue sólo 3.3% del total de sus ingresos.

La economía estadounidense, en suma, utiliza cada vez menos petróleo por unidad de producto. Es una economía menos intensiva energéticamente, y que se sustenta cada vez más en la utilización intensiva del conocimiento científico y tecnológico. La provisión de energía en Estados Unidos creció 1.8% anual promedio en el década del 90, un auge casi tres veces inferior al aumento del PBI, que se incrementó 4% anual en promedio desde 1995 hasta el 2000. En términos estructurales, esto parece indicar que Estados Unidos ha experimentado una drástica reducción de la intensidad energética, esto es, de la energía necesaria para producir una unidad de producto medido en dólares. La razón fundamental de esta novedad histórica, que coincide con la revolución tecnológica y de productividad de la década del 90, es la conversión de los Estados Unidos en una economía de la información, que requiere para producir cada vez más menos insumos energéticos. Este proceso estructural de carácter cualitativo se profundiza a medida que se completa la reconversión de la totalidad de la economía estadounidense en una economía de la información. Por ello, el Consejo Mundial de Energía (WEC) prevé que la demanda energética norteamericana crecerá 1% anual promedio hasta el 2010; en la década siguiente aumentará 1.1%, y, finalmente, entre el 2020 y el 2030, sólo 0.8%.

El World Energy Council estima que el consumo final de energía declinará sostenidamente en la industria norteamericana en los próximos 30 años (2000-2030), y pasará del 25% actual al 23%. Al mismo tiempo, el WEC sostiene que el consumo industrial de electricidad se incrementará significativamente, hasta superar el 50% en el 2030. La industria norteamericana se vuelca de esta manera a actividades menos intensivas energéticamente, como consecuencia de su conversión en una estructura de alta tecnología que reclama cada vez menos energía, materias primas y fuerza de trabajo por unidad de producto.

La transformación estructural de la economía estadounidense también se manifiesta en la caída persistente de los índices de precios de nivel general. Así, la inflación básica (“core inflation”), descontado el precio de los alimentos y la energía, se mantiene persistentemente en un nivel de 2.10% anual.

Es la consecuencia del aumento estructural de la productividad. Entre el 2000 y el 2004, la productividad del trabajo creció 3.28% promedio anual y, en el mismo periodo, la economía norteamericana aumentó 3.8% en el año; todo ello en un contexto de caída de los costos laborales por unidad de producto. La productividad, en suma, aumenta y los costos laborales caen. Si a la productividad del trabajo, se le agrega la del sector agrícola, en ese caso, la productividad global ascendería a 4.8% en el año y los costos laborales caerían un promedio de 0.6%.

“La productividad no es todo, pero es casi todo”, dice Paul Krugman.
Jorge Castro , 05/09/2006

 

 

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