Conflicto Uruguay-Argentina
Las papeleras y el destino sudamericano

 


En los últimos 10 días el presidente Hugo Chávez retiró a su país de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), de la que Venezuela es miembro fundador. Señaló que el bloque andino “sirve solo a la elites y a las transnacionales”, y advirtió que la firma de tratados de libre comercio (TLC) de integrantes del bloque, como Colombia, Perú y Ecuador con los Estados Unidos, “lo hirió de muerte”.
Chávez hizo el anuncio en Asunción, ante sus colegas de Paraguay, Nicanor Duarte Frutos, Bolivia, Evo Morales, y Uruguay, Tabaré Vazquez, quienes firmaron un acta de entendimiento para la construcción de un gasoducto destinado a abastecer con gas boliviano a Paraguay y Uruguay, financiado por Venezuela.

Dos días después, el mandatario venezolano se reunió en San Pablo con el presidente Lula de Brasil y Nestor Kirchner de la Argentina, que no habían sido invitados a participar del conclave de Asunción, para tratar la construcción de un gasoducto de 8000 kilómetros, que abastecerá de gas venezolano a Brasil y la Argentina, financiado con recursos del gobierno de Caracas.

El año pasado Venezuela exportó más de 55.000 millones de dólares (90% de ese total es petróleo), lo que significa que duplicó sus ventas externas en dos años. El balance comercial venezolano es el mejor de América Latina, porque exportó 2.3 veces más de lo que importó en el 2005.

El precio del petróleo superó la semana pasada la barrera de los U$S 75 el barril, y Venezuela es el quinto productor mundial y el tercer proveedor en orden de importancia de los EEUU.

La influencia de Chávez es cada vez mayor en el continente sudamericano. Coincide con dos tendencias de orden mayor. En primer lugar, el repliegue norteamericano de la región. El nuevo orden de prioridades estadounidenses, tras el 11 de septiembre, coloca su acción estratégica en otras partes del mundo, en especial en Medio Oriente, y en primer lugar en Irak. No en América del Sur, que no ofrece amenazas para los EEUU.

Hoy EEUU se vincula con el mundo primordialmente en el plano de la seguridad, y sólo accesoriamente en la dimensión económica. La América Latina del Norte, desde México a Panamá, está integrada económica y comercialmente con EEUU, y también en términos de seguridad.

Esto es lo que convierte a América del Sur en un espacio de características singulares en la política mundial. Es la única región del mundo que tiene hoy una situación “no hegemónica”. Brasil que, con el respaldo de Washington, intentó asumir un papel hegemónico regional tras el repliegue norteamericano, está paralizado en su acción externa por la crisis política que afecta al gobierno de Lula y del PT (“mensalao”).

Las regiones estables dependen de la existencia de un poder hegemónico (“hegemon”), que establezca normas y reglas y supervise su cumplimiento, a través de un sistema de sanciones e incentivos para los que están abajo en la jerarquía. La hegemonía significa primacía o liderazgo; en los sistemas internacionales, el liderazgo es ejercido por un “hegemon”, que es un Estado que posee suficientes capacidades para cumplir con ese papel. Hoy en América del Sur no hay “hegemon” y avanza, vigorosamente, la política revolucionaria y revisionista de Chávez, que dispone de una extraordinaria libertad de acción.

Se comprueba también que en América del Sur se acelera una tendencia a la fragmentación, la polarización y la acentuación de los conflictos, tanto dentro de los países como en el marco de los proyectos de integración regional.

América del Sur funciona como un subsistema geopolítico, que es recorrido por tendencias similares y en donde los acontecimientos que afectan a algunos de sus países claves trascienden inexorablemente al conjunto.

En la década del 70 hubo regimenes militares en la mayoría de los países; en la del 80 el vuelco al poder civil y democrático fue casi unánime. En esta primera parte del siglo XXI, esta región “no hegemónica” es recorrida por un hilo rojo de ingobernabilidad, mientras se multiplican los conflictos entre estados, dentro de ellos y entran en crisis, hasta el extremo de la fragmentación, los proyectos de integración regional. El CAN la semana pasada; ahora Mercosur.

Chávez señaló esta semana que si triunfa Alan García en la segunda vuelta, retira su embajador del Perú. El lunes pasado, comenzó en Santa Cruz de la Sierra la primera huelga general convocada por el Comité Cívico contra el gobierno de Evo Morales, que acaba de cumplir 100 días de mandato. Uno de los agravios que aduce el Comité Pro Santa Cruz es el rechazo de La Paz a la instalación de una empresa siderúrgica de capital brasileño en el territorio del departamento.

El conflicto entre Uruguay y la Argentina, si tuvo un origen ambiental, hoy es plenamente un enfrentamiento Nación-Nación / Estado-Estado, de carácter político, que escala. En la medida en que este conflicto nacional-estatal se agudiza, el proyecto de integración regional que ambos países comparten se debilita hasta el extremo de la extinción.

En el choque del Río Uruguay se encuentra resumido, monográficamente, todo el destino sudamericano.

Publicado en el diario PERFIL el 30 de abril de 2006
Jorge Castro , 05/02/2006

 

 

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