EL CAMINO DEL AISLAMIENTO.

 


Aunque sean dos decisiones absolutamente desconectadas entre sí, la estatización de Aguas Argentinas y la prohibición de la exportación de carne presentan un común denominador: ambas medidas acentúan el aislamiento internacional del país. Mientras el mundo avanza aceleradamente por el camino de la integración económica, la Argentina insiste en mantenerse al margen de las grandes corrientes históricas de nuestra época.
En el caso de Aguas Argentinas, las razones de la reestatización del servicio parecieran tener mucho más que ver con el cuestionamiento ideológico a la privatización de Obras Sanitarias en la década del 90 que con los incumplimientos contractuales de la empresa concesionaria.

En caso contrario, no se comprende muy bien por qué el ente regulador, integrado desde hace más de dos años y medio por funcionados designados por el actual gobierno, no aplicó en este período ninguna sanción por dichos incumplimientos.

La primera sanción efectiva fue precisamente la rescisión del contrato. En términos futbolísticos, tarjeta roja sin previa tarjeta amarilla. Y no por alguna falta de inusitada gravedad imputable a la firma concesionaria, sino por una alegada extensa cadena de incumplimientos contractuales prolongados durante varios años.

Es cierto que no estamos ante la primera revocación de una concesión de servicios públicos declarada por la actual administración. Existen ya otros antecedentes significativos, como lo ocurrido anteriormente con el Correo Argentino. Sin embargo, se trata sin duda de la revocación más significativa, por lo menos hasta ahora. Sobre todo si se tiene en cuenta que la compañía francesa afectada es la más importante del mundo en la actividad.

La obvia reacción del gobierno galo, preanunciada con la sonora ausencia de una escala argentina en la inminente gira sudamericana que se apresta a realizar el presidente Jacques Chirac, no incide solamente en la relación bilateral. Francia es un país miembro del Grupo de los 7 y la Argentina acaba de ganarse en ese selecto y exclusivo club, cuya opinión es decisiva en los organismos internacionales de crédito, un nada despreciable antagonista.

La suspensión de las exportaciones de carne, más allá de su manifiesta improcedencia y de las consideraciones acerca de su negativa significación económica, coloca nuevamente a la Argentina en la poco recomendable lista de países con un alto grado de inseguridad jurídica que suelen incumplir reiteradamente con sus obligaciones internacionales. Una vez más, la confianza internacional se ve seriamente resentida.

Todo esto ocurre cuando la recuperación económica de los últimos años, fundada básicamente en la plena utilización de la capacidad instalada del aparato productivo, empieza a exhibir síntomas de agotamiento y crece en consecuencia el consenso en torno a la necesidad de una fuerte elevación de actuales los niveles de inversión para mantener índices razonables de crecimiento económico. Si se agrega el hecho de que el ahorro interno se encuentra ya en niveles históricamente elevados, surge nítidamente que la única posibilidad de incrementar drásticamente estos niveles de inversión es a través de la atracción de una nueva y fuerte oleada de inversión extranjera directa, un factor que por ahora brilla por su ausencia, a pesar de las cifras favorables de la economía.

El resurgimiento del fantasma del estatismo económico, con su casi inseparable secuela de corrupción, es exactamente lo contrario del shock de confianza interna y externa que la Argentina necesita para aprovechar una coyuntura internacional extraordinariamente favorable y convertir a la recuperación económica de estos tres años en el punto de partida para una estrategia sustentable de crecimiento de largo plazo.

Publicado en EL TTIBUNO de Salta el 2/4/2006
Pascual Albanese , 04/03/2006

 

 

Inicio Arriba