La fatiga de los materiales.

 


La renuncia de Sergio Acevedo a la emblemática gobernación de Santa Cruz fue una sorpresa para la Casa Rosada. Néstor Kirchner no ignoraba que el gobernador estaba harto de soportar la subordinación de facto al poder nacional impuesta a través de operaciones políticas, presiones, destratos personales y condicionamientos al manejo de la desproporcionada ayuda financiera que el Tesoro deriva hacia la extensa pero magramente poblada provincia del Presidente.
Sin embargo, aun conociendo el hastío de Acevedo, el Presidente confiaba en que el gobernador lo soportaría disciplinadamente y seguiría acatando órdenes con obediencia debida.
“El desarrollo de este mecanismo
de falla consiste de tres etapas:
1) Comienzo de una grieta inicial.
2) Crecimiento progresivo de
la grieta a través del material.
3) Fractura repentina y final
de la sección transversal restante.“

Wikipedia, La enciclopedia libre: Fatiga_de_materiales

La dimisión de Acevedo, presentada sin aviso previo a Balcarce 50, constituyó por ello un acto de discreta rebeldía del gobernador y una primera grieta notable en el estrecho círculo que algunos cronistas han bautizado “la pingüinera”, el entorno de vínculos y lealtades tras el que Kirchner se rodea y su primer fuente de reclutamiento.

El ex ministro de Justicia, Horacio Rosatti, también sorprendió en su momento con su renuncia: hizo enviar el texto a la prensa segundos antes de iniciar su última entrevista con el Presidente. Pero Rosatti no era de Santa Cruz, no integraba el círculo íntimo de los pingüinos originales.

Que Acevedo sí formaba parte de esa pequeña legión lo prueban los destinos que recibió de su máximo jefe: la dirección de la SIDE, primero, y la candidatura a gobernador de la provincia que el Presidente reivindica como propia en más de un sentido.

Es cierto, no obstante, que aunque el Presidente le cedió a Acevedo la titularidad de la SIDE, ubicó a su costado a otro leal, Francisco Larcher, para que manejara en los hechos la Secretaría y, sobre todo, controlara el uso de los fondos reservados que por allí circulan en abundancia.

En cuanto a la gobernación santacruceña, Acevedo pronto comprendió que, aunque había sido electo para ejercerla, sólo la podía considerar prestada: la familia Kirchner seguía controlando los hilos. El gobernador tuvo que pelear para ubicar algunas personas de su confianza en el gabinete, tuvo que entregar la jefatura de policía a un incondicional del Presidente (Wilfredo Roque) y, aunque lo anunció reiteradamente, no pudo repatriar los famosos fondos de la provincia que Kirchner colocó fuera del país el siglo pasado y cuyo monto real oscila entre los 500 millones de dólares y el doble de esa cifra, según quién sea que ejerza la conjetura.

Por cierto, Acevedo tampoco pudo manejar la obra pública (teledirigida desde Buenos Aires por el ministro Julio De Vido). En la revista Noticias de esta semana un ex ministro de Acevedo declara: “ Acá lo que hubo fue un golpe de estado por la obra pública. Dos tipos vinieron a buscar un retorno de 30 millones de pesos pero Sergio se negó a recibirlos(…) el mecanismo era el siguiente: cuando se anunciaba una obra nacional y se presupuestaba, la Nación mandaba el dinero y el gobierno provincial apenas hacía de intermediario y le daba la plata a las constructoras. Pero algunas obras no se veían y el dinero no se sabía adónde iba a parar”.

Se nota que los amigos del ahora ex gobernador conocen algunas cosas que ocurren en la provincia. Por su parte, Acevedo dejó la gobernación alegando smplemente "cuestiones personales" y le pidió a la prensa local que respetara “su silencio”: subrayaba con esa frase que está callando hechos y circunstancias. ¿Lo seguirá haciendo por mucho tiempo?

El gobierno nacional quizás consiga evitarlo si mantiene el asedio sobre el atribulado ex gobernador: el Presidente, que viajó a Río Gallegos el jueves apenas conocida la dimisión, cargó sobre “los excesos policiales” ocurridos en Las Heras, después de los piquetes y la pueblada que concluyeron trágicamente con la muerte de un policía.

Ciertamente, el párroco del pueblo, Luis Bicegó, y la Pastoral Social patagónica vienen denunciando hace varias semanas que se emplean en la zona “métodos peores que los de la época de la dictadura”, incluyendo razzias indiscriminadas, tormentos y hasta violaciones en las celdas. El gobierno nacional había mantenido un sugestivo silencio frente a esas denuncias sobre transgresiones actuales a derechos humanos. Las palabras del Presidente pronunciadas recién después de la renuncia de Acevedo parecieron una descarga de culpas sobre el dimitido gobernador. Este puede considerar provocativamente injustas esas consideraciones, habida cuenta del rol que juegan en la provincia las fuerzas nacionales en presencia (que son controladas desde Buenos Aires) y a la circunstancia de que la misma policía provincial es comandada por un hombre que responde en primera instancia al Presidente de la República. Aunque Acevedo pretende dedicarse a la docencia y al ejercicio de la abogacía, quizás se sienta tentado a ejercitar la memoria en el futuro próximo, lo que probablemente profundizaría la grieta abierta esta semana.

El gobierno no tiene a la vista desafíos de la oposición política. Acumula, sin embargo, fisuras en su propia fuerza que –afortunadamente para el oficialismo- no hay adversarios en condiciones de capitalizar. La crisis santacruceña y el desplazamiento del gobernador se suma a la caída del jefe de gobierno de la Capital Federal, y a otros hechos que afectan a gobernantes ligados al oficialismo: la pueblada misionera que expulsó al intendente de San Vicente y la amenaza de juicio político al intendente de Bahía Blanca, acusado de manejo turbio de recursos públicos y de desvío de fondos para financiar la campaña del Frente de la Victoria bonaerense en los comicios que hicieron senadora por la provincia a la primera dama. La tensa situación con Uruguay no ha cedido después de la precipitada declaración conjunta de Kirchner y Tabaré Vásquez en Santiago de Chile, probablemente porque ninguno de los dos mandatarios se siente en condiciones de hacer cumplir lo que exhortaron a hacer a uno y otro lado del río.

La carne es otra de las grietas: el gobierno no deja de dar palos de ciego tratando de resolver a los golpes lo que requiere una ciencia algo más elaborada. En esos movimientos se producen algunas situaciones ridículas. El viernes, por ejemplo, el matutino Clarín destacaba en página 4 que, ni bien llegó a Río Gallegos, el Presidente “convocó para un asado a hombres de confianza”.

En la página 8, el mismo diario titulaba en un recuadro: “Asado en la CGT” y daba cuenta de una tenida manducatoria protagonizada por el oficialista intendente porteño Jorge Telerman y el oficialista jefe camionero Hugo Moyano. El mismo viernes las paredes de Buenos Aires se poblaban de carteles suscriptos por varias entidades y personalidades kirchneristas convocando a la ciudadanía a no consumir carne. Una consigna que, a juzgar por las noticias, el oficialismo predica pero no cumple y que la mayoría de los argentinos (primeros consumidores de carne en el mundo) simplemente tratan de no cumplir.

Entretanto, lo que sí se cumple, por orden oficial es el cierre de las exportaciones de carne: por decisión oficial, Argentina se margina de los mercados que arduamente había recuperado y muestra al mundo la curiosa situación de un país que reclama a otros que abran sus mercados y se dedica simultáneamente a cerrárselos a sí misma. Otra muestra de fatiga de los materiales.
Jorge Raventos , 20/03/2006

 

 

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