George Kennan, uno de los más importantes diplomáticos norteamericanos del siglo, decía: “en Asia todo es distinto, incluso el comunismo”. La referencia vale para indagar acerca de la cuestión de la democracia en China. Lo primero a tener en cuenta es que las formas institucionales no son transplantables fuera de su contexto histórico y cultural. China es una civilización con 5.000 años de historia. Jamás importó instituciones. A lo sumo, adecuó ciertas experiencias internacionales a su propia e intransferible realidad. El propio vuelco de China a la economía de mercado no es una copia de modelos extranjeros. Lo que en otros países se conoce como capitalismo, es definido como la construcción de “un socialismo con peculiaridades chinas”. |
Lo segundo a considerar es que, a pesar del férreo control del poder ejercido por el Partido Comunista, existen en China otros ocho partidos políticos representados en la Asamblea Nacional (Parlamento) y asociados al gobierno en distintos planos. Y lo, lo que es mucho más importante, el avance en la “democracia de base”: las decenas de millares de pequeñas aldeas rurales, expresión de la “China profunda”, tienen un régimen de autogobierno. Sus autoridades locales son elegidas a través del voto popular. También conviene tener en cuenta lo que sucede puertas adentro del PC chino: la “teoría de las tres representaciones”, acuñada hace cuatro años por Jiam Zemin, el antecesor de Hu Jintau, e incorporada al texto constitucional, modificó la definición del Partido como expresión exclusiva del proletariado y los campesinos y promovió la apertura de sus filas, y también de sus organismos de conducción, “las fuerzas productivas y culturales más avanzadas”, eufemismo referido a la nueva y pujante burguesía y a los denominados “trabajadores del conocimiento”. Paralelamente, en los últimos años comenzó a desarrollarse una experiencia de apertura de los mecanismos de elección de dirigentes de base del Partido Comunista: en esas aldeas rurales, la nominación del secretario general del PC ya no surge exclusivamente de la membresía partidaria, sino que requiere la conformidad de la población. Por último, en noviembre pasado, el gobierno de Beijing difundió un documento, titulado “Construyendo la democracia en China”, en que plantea una estrategia “gradualista” para la democratización política. Lo tercero, y fundamental, para comprender la discusión acerca de la democracia en China es que el Partido Comunista tiene, ante todo y sobre todo, la obligación de garantizar la gobernabilidad de este gigantesco país de 1.350 millones de habitantes. Es esa exigencia la que verdaderamente determina el ritmo de la democratización, tanto para demorarla, a efectos de evitar el riesgo de la anarquía, como para acelerarla, a fin de contener y canalizar la presión de la sociedad, cuando - tarde o temprano - la modernización económica la transforme en una demanda incontenible.
Publicado en La Gaceta de Tucuman, en 1/06
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Pascual Albanese , 05/02/2002 |
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