EVO FRENTE AL DESAFÍO DE LA GOBERNABILIDAD

 


Evo Morales, el líder cocalero que encabeza el Movimiento al Socialismo (MAS), obtuvo una victoria arrasadora en las elecciones bolivianas, con una diferencia de veinticinco puntos sobre su principal adversario, el ex presidente Jorge Quiroga (54% /28,6%). Pero son múltiples los síntomas que indican en forma inequívoca que el resultado electoral, más que garantizar la estabilidad política del país, puede constituir el prólogo de una nueva crisis de gobernabilidad, con implicancias regionales.
La característica central del conflicto boliviano no es su contenido ideológico. Lo determinante es que esa confrontación se cruza con factores étnicos y regionales que le otorgan una casi incalculable profundidad. Los nueve departamentos que configuran la geografía política de Bolivia están divididos en dos grandes bandos. Cinco departamentos se agrupan de un lado y cuatro del otro. Por una parte, está la Bolivia del altiplano, conformada por La Paz, Chuquisaca, Oruro, Potosí y Cochabamba. Por la otra, está la Bolivia oriental, que por su forma en el mapa fue bautizada como la "media luna" y que está configurada por Santa Cruz de la Sierra, Tarija, Beni y Pando.
En estos cuatro departamentos del Oriente boliviano, triunfó Quiroga. Los candidatos de centro y de derecha ganaron también allí en los comicios para elegir prefectos departamentales, que por primera vez en la historia de Bolivia fueron elegidos por el voto popular. Más aún: incluso en La Paz, Cochabamba, Chuquisaca (Sucre) donde Morales ganó con amplitud, las prefecturas respectivas quedaron en manos de fuerzas locales hostiles al mandatario electo. De los nueve departamentos, el MAS controla sólo dos: Oruro y Potosí. Esto significa que Morales estará en minoría en el Senado y con siete de los nueve departamentos, entre ellos los económicamente más importantes, en poder de la oposición. En la tradición boliviana, esa relación de fuerzas es la antesala de la ingobernabilidad.

La Bolivia altiplánica, la de las "tierras altas", culturalmente indígena, es el fuerte de Morales y de los diferentes sectores de izquierda. El común denominador productivo de esa Bolivia indígena es hoy, desaparecida en términos económicos la minería tradicional del estaño, el cultivo de la coca. La coalición del altiplano, cerradamente opuesta a los planes de erradicación de los cultivos de coca, se mantiene, además, unida alrededor de otra consigna fundamental: la estatización de los hidrocarburos, cuyos principales yacimientos están situados en Santa Cruz de la Sierra y Tarija, y hoy son explotados por un conjunto de grandes empresas transnacionales, ante todo Repsol y Petrobras, que han invertido colectivamente U$S 3.5 billones en los últimos 10 años.

La "otra Bolivia", la de las "tierras bajas" tiene su asiento principal en Santa Cruz de la Sierra , limítrofe con Brasil y Paraguay. Es uno de los departamentos más poblados y el más próspero del país. Concentra a un cuarto de la población y tiene una pujante economía agroindustrial y ricos yacimientos de combustibles (petróleo y gas), que en su conjunto proporcionan un tercio del producto bruto boliviano. Junto a Santa Cruz, forman fila Beni y Pando, dos zonas en las que prospera una agricultura moderna, fuertemente beneficiadas por el "boom" de la soja, y Tarija, limítrofe con la Argentina, que concentra el 87% de las reservas de gas.

La reivindicación común de esa "otra Bolivia" es la autonomía política, para administrar sus recursos naturales. Santa Cruz y sus aliados rechazan el clásico centralismo político boliviano. Sostienen que el gobierno de La Paz expropia los recursos de sus economías locales para desviarlos hacia la Bolivia andina. En enero pasado, el Comité Cívico de Santa Cruz convocó a una multitudinaria concentración popular, calificada de "Cabildo Abierto", que impulsó la constitución de una autodenominada "asamblea preautonómica".El líder regional Rubén Costas, que ganó por abrumadora mayoría la prefectura departamental de Santa Cruz, está a mitad de camino entre la reivindicación de la autonomía y la tentación de la independencia.

En este complejo tablero de conflictos, juega con creciente vigor el "factor Chávez". El líder venezolano, empeñado en promover una corriente "bolivariana" en el escenario regional, respaldó a Morales. La consigna de estatización de los hidrocarburos empalma con la estrategia de Chávez de impulsar, desde la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), la conformación de una gran compañía petrolera pública sudamericana.

Algo está claro: ni Santa Cruz de la Sierra ni Tarija, que ya avanzan en la senda del autogobierno en el marco de una posible Bolivia federal, están dispuestas a admitir una fórmula que implique la estatización de los recursos de su subsuelo y su manejo desde La Paz. Ante esa amenaza, podrían decidirse a pasar del camino de la autonomía a la variante de la secesión de hecho, lo que en términos prácticos supone una escalada en el conflicto boliviano, con impacto seguro en toda la región.
Jorge Castro , 05/01/2006

 

 

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