Otra vez Juvenilia.

 


Hasta ahora, todos los presidentes argentinos involucrados –Menem, de la Rua, Duhalde- así como los brasileños Cardozo y Lula mantenían una actitud crítica frente al ALCA en cuanto a su formulación puntual por el Departamento de Estado, pero manteniendo la vocación de seguir discutiéndolo hasta encontrarle un diseño que nos resulte favorable, como ya han hecho nada menos que veintiocho países de América.
Pero a partir de la IV Cumbre de Presidentes surgió una nueva alternativa, expresada por la Venezuela bolivariana: la de rechazar al ALCA por principio, sin aceptar que pueda terminar vinculándolo positivamente con nuestros intereses nacionales.
En tal sentido, las reacciones de Lula y Kirchner no han sido las de confirmar una posición común. El brasileño corrió a entrevistarse con Bush y el presidente argentino a abrazarse con Chávez.
Desde esa perspectiva, la fractura parece recorrer no solo Al continente americano sino también a la interna del Mercosur.
Tal es lo que advierte Andrés Cisneros en el Diario Perfil de este domingo 27 de noviembre, que reproducimos a continuación.
Por Andrés Cisneros (*)

La cumbre de Mar del Plata mostró una América fracturada en tres. Por un lado, 28 países que ya firmaron, o se disponen a hacerlo, su propio acuerdo de libre comercio con los EE.UU. Otros, como Brasil, Uruguay y Paraguay, van a seguir negociando hasta encontrarle una vuelta que convenga a sus intereses. Y un tercero, Venezuela y nosotros, que nos negamos incluso a considerar la fecha en que nos sentaríamos a discutirlo.

Habernos rehusado a firmar este ALCA tal como lo propone Washington no ha tenido nada de heroico: no lo firmaron ni Menem, ni de la Rúa, ni Duhalde, ni Fernando Henrique Cardozo ni Lula. Es una política de Estado, otra más, que se instaló en los Noventa y después todos continuaron. Lo diferenciante es que ahora ya decimos que no aceptamos ni siquiera sentarnos a trabajar hasta armarle una articulación ventajosa. Como hizo Chile, por ejemplo.

Nuestra asombrosa presencia en Puerto Ordaz, sin el Canciller, apenas días después de que Chávez, huésped en tierra argentina y aplaudido por importantes referentes kirchnerianos, calificó al presidente de EE.UU. como loco y criminal y de que convocara, directamente al entierro del capitalismo y la reconstrucción del socialismo, supone una definición internacional que nos marcará por mucho tiempo.

Las políticas exteriores pueden ser relativamente malas o buenas según provengan de posturas ideológicas que nos gusten o no. Pero son no ya relativa, sino absolutamente malas, sean de izquierda o de derecha, si lo que producen es un mayor aislamiento del país que las adopta.

No parece haber motivos para creerlo, pero si este batigasoducto, el pagamento por terceros de nuestras deudas con el Fondo y el festivo ingreso inmediato de Venezuela al Mercosur (¿Alguien le preguntó a Brasil?) se diferencian en algo de las megainversiones chinas, el rescate de la doctora Molina o el videoclip de la Cumbre paralela, entonces florecerá la esperanza de que haya terminado la pesadilla de una política exterior que parece diseñada por los mismos guionistas que el Truman Show.

(*) Vicecanciller 1996/99
Andrés Cisneros , 28/11/2005

 

 

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