Crecimiento económico e inestabilidad política.

 


El mundo es cada vez más una unidad sistémica. El 2006 estará signado por la acentuación y profundización de las dos grandes tendencias estructurales que caracterizan esta nueva época histórica: el crecimiento económico y la inestabilidad política global. En el terreno económico, seguirá esta fase de extraordinaria expansión internacional, que hace que el mundo experimente hoy los niveles de crecimiento más elevados de los últimos treinta años.
Por JORGE CASTRO*

Sólo tres de los 184 países miembros del Fondo Monetario Internacional no crecen durante este año 2005. Y, a pesar de la fuerte suba del precio del petróleo, que todo indica que vino para quedarse, continuará esta etapa de crecimiento de la economía mundial, que muy probablemente constituya el punto de partida de una nueva “onda larga” de la historia del capitalismo. Las dos grandes locomotoras de este proceso expansivo son los Estados Unidos y China.

Las perspectivas de la economía estadounidense surgen de la intensificación de los formidables cambios tecnológicos operados en los últimos años, que inciden en un constante incremento de la productividad. Estados Unidos acentuará la impresionante ventaja competitiva que constituye ser el primero de los grandes países del mundo que ya ha completado la transición desde la vieja economía industrial hasta la nueva economía de la información. En efecto: en Estados Unidos, la “nueva economía” es ya “la economía”. El resultado de esta mutación histórica es un salto constante en sus niveles de productividad.

China continúa, a ritmo forzado, su nueva “larga marcha”, orientada a convertirse, en términos de producto bruto interno, en la primera potencia económica mundial. Si en Estados Unidos el dato central es el pasaje a una economía de la “tercera ola”, en China el hecho básico es la realización de una Revolución Industrial que, por sus gigantescas dimensiones, es la de más vastos alcances de toda la historia universal. Pero esa conversión de China en la gran “fábrica mundial”, fundada en la ventaja que representa el hecho de contar con una reserva de mano de obra virtualmente inagotable, barata y relativamente educada, está cada vez más acompañada por la prioridad en la producción industrial de alta tecnología, en especial equipos electrónicos y de comunicaciones.

Existe una sólida vinculación estructural entre estos dos procesos simultáneos. El aumento constante de los niveles de productividad y el crecimiento económico de los Estados Unidos, derivados de la permanente aplicación en el sistema productivo de las innovaciones de la revolución científica y tecnológica de nuestra época, actúan como un factor determinante del continuo incremento de la demanda mundial de productos industriales provistos por China.

El resto del mundo presenta, en primer lugar, un doble común denominador. Por un lado, resulta potencialmente beneficiado por la irradiación internacional de la expansión económica de Estados Unidos y China. Por el otro, todos los países tienen que redefinir el perfil de su inserción en la economía mundial, ya que en principio es muy problemático competir con Estados Unidos y China en sus respectivos puntos fuertes. Estas serias limitaciones estructurales afectan muy especialmente a Europa Occidental, que sufre como nadie la “tijera” representada por la competencia simultánea de Estados Unidos en la franja de la alta tecnología y de China en el terreno de la producción industrial masiva.

Mientras tanto, la continuidad del “boom” chino implica un importante beneficio para todos los países productores de materias primas, tanto agropecuarias como energéticas, minerales y forestales. El incremento de la demanda china garantiza un alto nivel de precios. Esta situación favorable comprende principalmente a los países productores de petróleo y a todas las naciones de América Latina.

Pero la continuidad de la bonanza económica está unida a una profundización de la conflictividad global, desatada por la amenaza que representa el terrorismo transnacional. La guerra mundial desatada a partir de los atentados del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York y Washington, lejos de atenuarse, tiende a intensificarse y expandirse. El teatro principal de esa guerra es el Medio Oriente y en particular Irak, erigido en un gran campo de batalla, pero las características inéditas de este conflicto generan focos de tensión crecientes en todo el mundo.

También en esta cuestión Europa Occidental afronta un desafío singular. Los atentados de Madrid y de Londres revelaron ya que el viejo continente no es inmune a las acciones de las redes de Al Qaeda. Más aún: las comunidades musulmanas, cada vez más numerosas y fuertemente enraizadas en los países europeos, que en su conjunto suman ya más de quince millones de personas, tienden a transformarse en santuarios para los grupos terroristas. Esas comunidades islámicas son la mayoría de los inmigrantes en la mayor parte de los países de Europa Occidental (Alemania, Francia, Bélgica y los Países Bajos), y constituyen también la primera minoría en la población inmigratoria del Reino Unido.

La estimación de la CIA es que, en virtud de las inmigraciones masivas y del elevado índice de crecimiento demográfico, la población islámica europea se duplicará en los próximos veinte años, mientras que en ese mismo lapso la población de origen europeo habrá de estancarse o aún disminuirá. Las medidas preventivas adoptadas por el gobierno laborista de Tony Blair, con el consiguiente recorte de los derechos individuales en Gran Bretaña, señalan hasta qué punto Europa está condenada a padecer esta amenaza terrorista, que en determinadas circunstancias puede llegar a adquirir ahora formas propias de una guerra civil.

Suceda lo que suceda en y con Europa, la primera línea de defensa en esa guerra contra el terrorismo transnacional seguirá estando en Estados Unidos. La razón es simple: el informe elaborado por un comité de expertos convocado por el Senado norteamericano consigna que existe un 70 % de posibilidades de que en los próximos diez años los Estados Unidos sufran las consecuencias devastadoras de un ataque terrorista masivo contra la población civil, perpetrado con armas de destrucción masiva, sea nucleares, químicas o bacteriológicas. El informe señala que para los próximos cinco años las posibilidades ascienden al 50 %.

Las conclusiones de este informe obligan a modificar cualitativamente el dispositivo militar norteamericano. Hasta entonces, las Fuerzas Armadas estadounidenses se preparaban para enfrentar hasta dos guerras convencionales en el exterior al mismo tiempo. A partir de ahora, se adiestran para afrontar una sola guerra convencional en el exterior, mientras dedican el resto de sus enormes recursos a la defensa del territorio norteamericano y a los esfuerzos antiterroristas de carácter global.

Esta guerra mundial de carácter asimétrico, que en Europa muestra rasgos de guerra civil, enfrenta a una superpotencia cuyo presupuesto de defensa equivale al de los 19 países que le siguen en orden de importancia sumados con una red terrorista que, según las estimaciones de inteligencia más confiables, cuenta con alrededor de 18.000 combatientes diseminados en más de sesenta países, es también una guerra de desgaste. Además de los dos contendientes militares, existe un tercer factor, políticamente decisivo, que es la opinión pública internacional. Este es el flanco débil de Estados Unidos.

En este contexto, Estados Unidos habrá de acentuar su retirada de Europa y de América del Sur. Todo esto ocurre mientras la región sudamericana es recorrida por un hilo rojo de agudas crisis de gobernabilidad, cuyo epicentro está en el mundo andino, pero que golpea también a Brasil, que en los últimos tiempos había actuado como potencia sustituta de Estados Unidos en el escenario regional. El debilitamiento político del gobierno de Lula es entonces un factor adicional de inestabilidad en el Cono Sur, que también exhibe internamente la misma dualidad que caracteriza al mundo de hoy: crecimiento económico y conflictividad política en aumento. Aquí está parada la Argentina.

• Presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico.

Publicado en ANUARIO CRONISTA
Jorge Castro , 05/11/2021

 

 

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