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Waterloo de la diplomacia Argentina. |
El fracaso político de la cumbre hemisférica de Mar del Plata modifica el mapa político del continente. 29 gobiernos americanos, incluido por supuesto Canadá (un miembro del Grupo de los Siete, cuyo respaldo busca la Argentina para reabrir sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional), expresaron su voluntad de acelerar las negociaciones para la configuración del ALCA. En contraposición, los cuatro países socios del MERCOSUR consideraron que no estaban dadas todavía las condiciones para avanzar. |
Sin embargo, veinticuatro horas después de clausurada la reunión de Mar del Plata, en la entrevista que mantuvieron en Brasilia Lula y George W. Bush, Brasil morigeró sensiblemente esa postura, por lo que la posición argentina quedó aún más aislada políticamente. Hay que tener en cuenta también que Uruguay acaba de sellar un tratado de garantía recíproca de inversiones con Estados Unidos, similar al que suscribió la Argentina en la década del 90, y que Paraguay avanza en tratativas bilaterales con Washington en función de una fórmula que sus autoridades caracterizan como de “canje de seguridad por comercio”.
Un solo país, Venezuela, declaró que "ni ahora ni nunca" admitirá el ALCA, una posición solitaria que coincide únicamente con la de Cuba. Con una doble aclaración: Cuba, que si algún objetivo persigue hoy en el escenario internacional es precisamente el levantamiento del embargo comercial norteamericano, no fue invitada, mientras que Venezuela tiene virtualmente un único producto de exportación, el petróleo, que exporta sin problemas a los Estados Unidos, por lo que su integración con la economía norteamericana no necesita del ALCA para ser la más antigua e intensa de América del Sur.
Los 29 países dispuestos a acelerar la marcha hacia el ALCA suman aproximadamente el 86% del producto bruto del hemisferio americano. El resto reúne cerca del 14 %. De allí que no carezca de sustento la iniciativa insinuada públicamente por el presidente mexicano Vicente Fox, cuando estimó que el ALCA podía materializarse ya mismo con la integración de los países que estuvieran de acuerdo en hacerlo, mientras se dejaban siempre las puertas abiertas para la incorporación del resto.
Fox puede acreditar una amplia experiencia en materia de integración comercial: a pesar de las asimetrías entre ambas economías, la incorporación de México al NAFTA multiplicó las exportaciones del país azteca a los Estados Unidos. En la actualidad, el comercio internacional Mexicano (exportaciones + importaciones) es de alrededor de 400.000 millones de dólares anuales, con exportaciones que en el 2004 superaron los 200.000 millones de dólares, una cifra superior a la suma de las exportaciones del resto de los países latinoamericanos, y es ahora el tercer socio comercial de Estados Unidos, después de Canadá y China.
Los entredichos protagonizados por Kirchner con Fox y con el primer ministro canadiense Paul Martin completaron el ciclo de desencuentros iniciado en la entrevista con Bush y sus reclamos acerca de la necesidad de que la Argentina garantice la seguridad jurídica y el fiel cumplimiento de los contratos, sin contar la gélida frialdad manifestada con Tabaré Vázquez, a raíz del serio conflicto diplomático suscitado en torno a la instalación de dos empresas papeleras en la ribera del río Uruguay.
Hasta la reunión de Mar del Plata, podía afirmarse que América Latina había quedado fracturada en dos grandes regiones, separadas por el canal de Panamá . Por un lado, México y Centroamérica, integrados comercialmente con Estados Unidos a través de sendos tratados de libre comercio, el NAFTA y el flamante CAFCA (ratificado este año por el Congreso norteamericano). Por el otro, está América del Sur, con la solitaria excepción de Chile, que con un presidente socialista como Ricardo Lagos es el único país de la región que selló también un acuerdo bilateral de libre comercio con Estados Unidos y se apresta a suscribir un tratado similar con China.
En Mar del Plata, quedó claro que Colombia, Ecuador, Perú e incluso Bolivia pretenden seguir adelante en la negociación de un acuerdo de libre comercio bilateral o multilateral con Washington. A partir de ahora, es altamente probable que la proyectada Comunidad Sudamericana de Naciones quede sumida en el limbo de la retórica.
El MERCOSUR, cuyo prolongado atascamiento es incluso reconocido oficialmente por los gobiernos de los cuatro países que lo integran, podrá avanzar o no en la anunciada incorporación de Venezuela como miembro pleno, pero hasta ahora solo pareció zafar de su profunda parálisis política únicamente para demorar la negociación del ALCA, no para encontrar el camino que le permita superar los obstáculos que dificultan profundizar la integración regional.
Curiosamente, hace pocos días, algunos medios periodísticos argentinos se habían hecho eco de un informe, elaborado por el Centro de Economía Internacional de la Cancillería, que consignaba que "el tamaño del mercado de oportunidades para la Argentina en el ALCA asciende a 78.000 millones de dólares", una cifra más que considerable si se tiene en cuenta que el total de las exportaciones argentinas de este año alcanzará a 34.000 millones de dólares. Sugestivamente, ningún funcionario oficial salió luego a rectificar o refutar ese cálculo, que cuantifica con singular precisión hasta qué punto la posición asumida por el gobierno argentino en la "cumbre" contradice el interés nacional.
Lo que ocurrió en Mar del Plata puede caracterizarse, en primer lugar, como un rotundo fracaso de la diplomacia argentina, que en su condición de país anfitrión llevaba sobre sus espaldas la responsabilidad de impulsar consensos y no confrontaciones estériles. En segundo término, fue un paso más en la dirección equivocada de una política exterior errática y carente de una visión estratégica. En tercer lugar, si el propósito de las autoridades argentinas era negociar con Estados Unidos una flexibilización de la postura en relación al ALCA a cambio de un compromiso de respaldo norteamericano en el G-7 para la reapertura de las negociaciones con el FMI, el fiasco es total.
En el terreno específicamente político, lo que ocurrió en Mar del Plata, incidentes incluidos, fue la primera comprobación posterior a las elecciones del 23 de octubre de que una parte significativa de la red alianzas "transversales" del Presidente Kirchner es incompatible con el objetivo de impulsar la reinserción internacional del país. Prueba de esta severa limitación fue la "anticumbre", que constituyó una verdadera coproducción política binacional, financiada con fondos estatales argentinos de una forma que no resistiría una mínima investigación judicial, engalanada con la participación de connotadas figuras del oficialismo y custodiada por el aparato de seguridad del gobierno venezolano, cuya figura estelar fue Hugo Chávez
Vale la pena recordar que, en las actuales circunstancias, la reinserción internacional es la condición de posibilidad para restaurar la confianza interna y externa en el presente y el futuro de la Argentina, necesaria para impulsar una fuerte oleada de inversiones productivas capaz de garantizar la sustentabilidad del crecimiento económico, la reducción de los niveles de pobreza y el mejoramiento de la calidad de vida de los argentinos.
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Pascual Albanese , 08/11/2005 |
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