Chile, Bolivia y una opción estratégica para la Argentina.

 


En vísperas de la reunión Cumbre de las Américas de Mar del Plata, en la que entre otros temas se debate la cuestión del ALCA, Chile anunció la firma de un tratado bilateral de libre comercio con China.
Al mismo tiempo, la profundización de la crisis política boliviano volvió a colocar al país del altiplano al borde de la desintegración nacional. Ambos hechos constituyen el paradigma de la disyuntiva que afronta hoy América del Sur: la integración en las grandes corrientes de comercio y de inversión de la economía mundial o el aislamiento externo, el atraso económico y el incremento de la miseria y la marginalidad social.

Porque Chile no sólo es el país sudamericano que en el último cuarto de siglo lidera incuestionablemente el crecimiento económico regional. Es también el único que en los últimos años logró reducir efectivamente los índices de pobreza. Ambos logros son el resultado de una estrategia exitosa de inserción internacional, mantenida durante décadas por gobiernos de distinto signo, tanto civiles como militares, hasta el punto que, en materia de apertura económica internacional, sea muy difícil encontrar diferencias significativas entre la política del presidente socialista Ricardo Lagos, correligionario de Salvador Allende, con la iniciada hace ya más de treinta años durante el régimen de Augusto Pinochet.

El país trasandino tiene la economía más abierta del Cono Sur. De allí que no sólo haya sido la primera nación sudamericana en suscribir un tratado bilateral de libre comercio con Estados Unidos, que entró en vigencia el pasado 1° de enero, sino que a partir de ahora sea el primer país no de América Latina sino de Occidente que estableció un acuerdo de estas características con China. Conviene también tener en cuenta que Chile pasó a convertirse en el único país del mundo que logró concertar sendos acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos y China, que constituyen las dos grandes locomotoras de la economía mundial.

Mientras tanto, la actual crisis política de Bolivia, que es el país más pobre de América del Sur, comenzó con el derrocamiento del presidente constitucional Gonzalo Sánchez de Losada, que tuvo precisamente como factor detonante la movilización masiva de una amplia y heterogénea coalición de fuerzas opuesta a la firma de un acuerdo de exportación de gas a Estados Unidos, que sería transportado a través de los puertos chilenos.

Los yacimientos de combustibles, localizados en los departamentos de Santa Cruz y de Tarija, cuyas poblaciones estaban mayoritariamente a favor del mencionado acuerdo, son el principal recurso económico de Bolivia, con excepción de los cultivos de coca diseminados en los departamentos de la zona andina. De allí que, al margen de sus características ideológicas, el conflicto político boliviano tenga una inequívoca dimensión regional. En las calles de Santa Cruz, comenzó a firmarse un petitorio en que se reclama la convocatoria de una consulta popular para sancionar no ya la reclamada autonomía departamental sino lisa y llanamente la separación del Estado boliviano.

Bolivia y Chile configuran entonces las dos opciones estratégicas del Cono Sur: aislamiento externo o inserción internacional. Todos los países de la región están obligados a definir su rumbo estratégico. La Argentina no es una excepción. En ese sentido, el Centro de Economía Internacional de la Cancillería acaba de publicar un informe en el que consigna que “el tamaño de mercado de oportunidades para la Argentina en el ALCA asciende a 78.000 millones de dólares”. Cabe recordar que el volumen total de las exportaciones argentinas trepará este año a 34.000 millones de dólares

Al respecto, conviene realizar tres precisiones adicionales. La primera es que el aislamiento no necesita decretarse. Alcanza con practicarlo por omisión. La integración, en cambio, requiere una enorme dosis de audacia y de decisión política. La segunda precisión es que la integración es una tendencia estructural de la economía mundial, pero no representa una obligación inexcusable para los países. En términos prácticos, es “tómela o déjela”. Y la tercera es que, en materia de economía y de política exterior, puede hacerse cualquier cosa, menos evitar las consecuencias.
Pascual Albanese , 05/10/1931

 

 

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