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EL AUGE DEL PETROLEO NO ES CIRCUNSTANCIAL . |
La demanda china de crudo aumentó 18% en los primeros 7 meses del 2005 y sus importaciones 45% en igual periodo.
China se ha convertido en el segundo consumidor mundial de crudo detrás de EEUU. Aunque el consumo estadounidense triplica al chino -20.4 millones de barriles diarios vs 6.5 millones en el 2004-, el consumo en China se ha duplicado desde 1994 y la demanda crece por encima del 9% anual (creció 64% entre el 2001 y 2004), mientras que en EEUU lo hace a una tasa promedio de sólo 4% en el año.
Publicado en el Diario Perfil |
Lo que sucede con el crudo en China se extiende al conjunto de los commodities, sin excepción. La República Popular es el primer consumidor de granos, carne, carbón y acero y pierde frente a EEUU sólo en el petróleo. En el año 2004, China consumió 64 millones de toneladas de carne, EEUU 38 millones. El consumo de acero chino es más del doble que el de EEUU: 258 millones de toneladas vs 104 millones en el 2003.
La importancia de China en el mercado mundial de commodities se revela no solo por su participación en la demanda global, sino por la celeridad con que crece su contribución. Entre 1990 y 2003, el auge del consumo mundial de petróleo fue del 13%, en China del 81%; el del acero inoxidable creció en el mundo 48%, en China 806%; el del cobre aumentó 39%, en China 423%; el incremento del cemento fue 52%, en China 227%.
El aumento del consumo del petróleo en China es parte de un crecimiento generalizado de la economía mundial, que experimentó en el 2004 la mayor tasa de crecimiento de los últimos 30 años: creció a una tasa superior al 5%, debido al doble impulso de los Estados Unidos y China. Los datos del primer semestre del 2005, muestran un crecimiento similar al del año pasado, tanto en la economía norteamericana como en la china: 3,8% y 9,5%. La especificidad de este crecimiento de excepción es que todas las regiones del mundo crecen al mismo tiempo.
Estados Unidos volvió a recuperar los niveles de expansión que alcanzó en la segunda mitad de la década del 90: 4% del PBI anual o más. La característica propia del crecimiento estadounidense es que la demanda interna, impulsada fundamentalmente por el gasto de los consumidores individuales, crece casi al doble que el PBI: 7% frente al 4%, respectivamente. El crecimiento dispar entre la demanda interna y el aumento del PBI, se revela en el déficit de la balanza comercial, que es del 6% del producto (con tendencia a transformarse en el 7% u 8%, quizás antes del concluir el año), acompañada por el mayor déficit de cuenta corriente de toda su historia (635 billones de dólares) desde que se llevan estadísticas, esto es, desde 1854 en adelante.
Por su parte, la economía estadounidense utiliza crecientemente menos petróleo por unidad de producto. Es una economía cada vez menos intensiva energéticamente y que se sustenta cada vez más en la utilización intensiva del conocimiento científico y tecnológico. En Estados Unidos, la provisión de energía creció 1.8% anual promedio en el década del 90, un auge inferior al del aumento del PBI, que creció 4% anual en promedio desde 1993/1995 hasta el 2000. Esto indica, en términos estructurales, que EEUU ha experimentado una marcada reducción de la intensidad energética, esto es, de la proporción de energía por unidad de producto medida en dólares. La razón fundamental de esta novedad histórica, que coincide con la revolución tecnológica y de productividad de la década del 90, es la conversión de EEUU en una economía de la información, que requiere para producir cada vez más menos insumos energéticos. Este proceso estructural cualitativo se profundiza a medida que se completa la reconversión de la totalidad de la economía estadounidense en una economía de la información. Por ello, el Consejo Mundial de Energía (WEC) prevé que la demanda energética norteamericana crecerá 1% anual promedio hasta el 2010; en la siguiente década lo hará al 1.1%, y, finalmente, entre el 2020 y el 2030, sólo 0.8%.
El WEC estima que el porcentaje del consumo final de energía en la industria norteamericana declinará sostenidamente en los próximos 30 años (2000-2030), y pasará del 25% al 23%, mientras que se incrementará significativamente la proporción del consumo industrial de electricidad, que superará el 50% en el 2030. La industria norteamericana se vuelca así, cada vez más, a actividades menos intensivas energéticamente, debido a su conversión en una economía de la información que reclama por unidad de producto menos energía, menos materias primas y menos fuerza de trabajo.
En Asia-Pacífico, con eje en China, sucede el fenómeno inverso. Aumenta la intensidad energética por unidad de producto, como consecuencia del despliegue en gran escala de una revolución industrial sin antecedentes por su magnitud, que tiene como núcleo a la República Popular y a las empresas transnacionales radicadas en ella y abarca a toda la región, incluida la India.
Si el crecimiento promedio de la economía china en los últimos 25 años es del 9.4% anual, lo que significa que el producto se multiplicó por cuatro en ese período y que el PBI per capita se duplica cada nueve años, en la industria el aumento es todavía mayor. Entre mayo del 2005 y mayo del 2004, el producto bruto industrial chino creció 16.6% anual.
El crecimiento notable de la demanda mundial de energía reclama gigantescas inversiones. El WEC estima que, sólo en nuevas plantas de generación, es preciso invertir mundialmente U$S 4.2 trillones de dólares hasta el 2030, y en China, individualmente, las inversiones en nuevas plantas de generación alcanzarán los 800.000 millones de dólares en ese período.
En el segundo trimestre de este año el consumo mundial de petróleo fue de 3.7 millones de barriles diarios superior al proyectado en julio del 2003 por la Agencia Internacional de Energía (IEA). La mayor parte de este incremento no previsto, unos 2.2 millones de barriles, surgió del crecimiento de la demanda asiática. En el transcurso de los primeros 7 meses de este año, el PBI de China aumentó 9.5%, y la demanda de crudo se incrementó 18%, con un alza de las importaciones del 45% en ese período.
Con este ritmo de crecimiento de la demanda asiática, la demanda mundial energética se va a multiplicar por dos en la próximas dos décadas, según el World Energy Outlook. Los países del sudeste asiático, con China a la cabeza, representan actualmente el 30% de la demanda energética mundial y alcanzarán el 43% en el 2030, mientras que los 32 países de la OCDE disminuirán su participación desde el 58% actual al 47% en el 2030.
La Agencia Central de Inteligencia (CIA), en su Global Trends 2015, sostiene que Asia encabezará en los próximos 10 años la demanda energética mundial, reemplazando a Norteamérica (EEUU y Canadá) como la principal región consumidora y será responsable de más de la mitad de su incremento hasta el 2015. La CIA cree así que la demanda mundial de energía crecerá 50% en los próximos 30 años y se llegará a un consumo de 100 millones de barriles de crudo diarios en el 2015, por encima de los 81 millones de barriles/día que se consumieron en el 2004.
El precio record alcanzado por el barril de crudo en la actualidad es cualitativamente distinto de cualquier otro de los últimos 30 años. Se diferencia de los que tuvieron lugar con los shocks petroleros de la década del 70 (1973 y 1979) en que, en ambos casos, se originaron en una restricción de la oferta por motivos extraeconómicos antes que por el aumento de la demanda. En el 73 el precio del crudo se cuadruplicó y en el 79 volvió a cuadriplicarse (al comenzar la década el barril valía 2 dólares y al concluir 40). La restricción en el 73 fue provocada por la guerra de Yom Kipur y el conflicto entre Irak e Irán en 1978 desató la segunda. En los dos casos, los países de la OPEC restringieron deliberadamente su producción de petróleo como respuesta a las crisis bélicas. Nada de esto ocurre hoy. Lo que hay es un crecimiento excepcional de la demanda energética impulsada por una economía mundial en expansión dentro de un ciclo largo de carácter estructural, probablemente una nueva onda larga en la historia del capitalismo.
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Jorge Castro , 25/09/2005 |
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