LA PARÁLISIS ALEMANA .

 


La democracia cristiana (CDU/CSU), con Angela Merkel a la cabeza, obtuvo el 18 de setiembre el 35.2% de los votos en la República Federal Alemana, tres puntos menos que en la última elección general de septiembre de 2002. El SPD (socialdemócrata), con el liderazgo del canciller Gerhard Schroder, logró 34.2%, cuatro puntos por abajo de lo obtenido al triunfar tres años atrás.
Publicado en el Diario Perfil el 25 de Septiembre.
Ambas fuerzas políticas, que gobiernan la RFA en forma sucesiva o conjunta desde 1949, fueron derrotadas. La derrota provino de un cuerpo electoral cuya edad promedio es de 55 años, y que expresa una sociedad sumergida en la introspección, la nostalgia por un pasado que no existe más y el más hondo pesimismo. Y el pesimismo alemán tiene motivos.

LA RFA profundiza su estancamiento, mientras la economía mundial experimenta el mayor nivel de crecimiento en los últimos 30 años. La previsión de los seis principales “think tanks” para el 2005 es un aumento del producto bruto interno del 0.7%, tras caer la estimación previa de 1%. El propio gobierno de Berlín redujo a 1% su pronostico del año, tras modificar por excesivamente “optimista” la cifra previa de 1.6% anual.

Lo más notable, sin embargo, del profundo estancamiento de la segunda economía exportadora del mundo, es que esta situación no es el resultado de un ciclo recesivo particularmente agudo, sino una depresión de carácter estructural, resultado del constante achatamiento de la capacidad de crecimiento potencial a largo plazo del país (10 a 20 años), que ha caído a solo 1.1% anual, por abajo incluso del promedio de la zona euro (2%) y a menos de la tercera parte del norteamericano.

El país del “milagro económico” de las décadas del 50, 60 y 70 cuando crecía 8/10% anual, no crece en las condiciones de globalización de la economía mundial. En los últimos 15 años, la tasa de crecimiento promedio de la RFA es 1.6%, el menor nivel de la Unión Europea (UE).

En este mismo período, los costos laborales de la industria alemana resultaron 13% más altos que los de Estados Unidos, 14% mayores que los del Reino Unido y 59% superiores a los de España.

La economía de Estados Unidos era 3.7 más grande que la alemana en 1990. Hoy es 5 veces mayor, y la diferencia se acentúa cada vez más.

La brecha, además, es especialmente significativa en el indicador clave de la productividad, el hilo rojo que guía el crecimiento económico en las economías avanzadas y que, en EEUU, en los últimos tres años, alcanzó un nivel promedio de incremento del 4.4% anual, el nivel más alto en 56 años. Mientras tanto, en la RFA, el incremento de la productividad permanece estancado o en retroceso a partir de 1995, en un proceso de divergencia creciente con la primera economía del mundo, tras haber convergido sostenidamente con ella por más de cuarenta años, desde Plan Marshall (1948) en adelante.

En los últimos 10 años, también, la RFA, el mayor país de Europa Occidental (82 millones de habitantes vs 60 millones de Francia y Gran Bretaña) ha tenido sistemáticamente el menor nivel de crecimiento de la Unión Europea. Es una situación semejante, hasta en los detalles, al de la depresión japonesa en igual periodo.

El ingreso per capita alemán era 20% superior al promedio europeo hasta la década del 80; pero, desde entonces, y en especial a partir de la década del 90, cae sistemáticamente 1% anual por abajo del nivel medio de la UE, hasta convertirse en el onceavo país de la región en materia de ingreso personal, el cuarto a contar de atrás entre los 15 miembros de la Unión.

El problema crucial de Alemania es que su capacidad de crecimiento potencial de largo plazo es prácticamente nula, en un mundo en expansión, que ha ampliado su capacidad potencial de crecimiento hasta llevarlo a una tasa de 4 ó 5% por año; y en el que EEUU, sustentado por un boom de productividad, crece 4% anual o más y China lo hace 9.5% en el año.

La causa fundamental del estancamiento alemán es la baja y decreciente oferta laboral. La fuerza de trabajo potencial crece sólo 0.6% anual desde 1999, en tanto cae en términos absolutos. Todo esto, mientras disminuyen las horas trabajadas en un porcentaje de 0.2% en el año en igual periodo. Menos gente trabaja en Alemania y menos horas lo hacen quienes tienen empleo. Esto en un país donde la desocupación es de 11.9%, casi 5 millones de personas, a las que, si se les suma quienes trabajan en su atención directa en el sistema de seguridad social, abarcan en conjunto más del 30% de la población.

Las horas trabajadas en Alemania en 1960 eran 900 por año. Al finalizar la década del 90 cayeron a menos de 700, una disminución del 25%. En ese período, las horas trabajadas en EEUU aumentaron 25%. El resultado es que el producto industrial alemán es cada vez más capital intensivo y, consiguientemente, la tasa de retorno de las inversiones, y el nivel de ganancias de sus empresas, es cada vez menor.

Cae, en suma, la productividad del capital empleado; y, por eso, las empresas alemanas, en vez de invertir en la RFA, lo hacen en el exterior. La inversión extranjera directa de las empresas alemanas es más del 25% de la inversión privada doméstica, un porcentaje incluso superior al de EEUU. El proceso de formación de capital de las grandes empresas alemanas, parte activa de la globalización, es muy vigoroso, sólo que en el exterior.

En la depresión alemana todo remite al factor demográfico. La tasa de crecimiento poblacional es ampliamente negativa. El cálculo del gobierno de Berlín es que, salvo inmigración en gran escala, la población alemana se reducirá de los 82 millones actuales a 60 millones o menos, en un plazo de 30 años. Fueron 1.300.000 los nacimientos en 1960, y en el 2004 sólo 700.000 y la tendencia declinante se acentúa.

En estas condiciones, los costos laborales de la RFA ascienden a un promedio de 34 dólares la hora (27.60 euros), de los cuales el 43% son cargas sociales, comparadas con costos/horas de 19.90 euros en el Reino Unido y 18.80 euros en EEUU. Pero lo que surge en el horizonte es todavía más ominoso para Alemania y le otorga contenido y realidad a su pesimismo: en los países de Europa del Este recientemente incorporados a la UE, el costo por hora es de 5 euros o menos.

El “capitalismo renano”, que permitió el “milagro económico” posterior al Plan Marshall fue un sistema de acumulación complejo y coherente, con un contenido político, económico y cultural propio de la época previa a la globalización y en plena vigencia todavía de la Guerra Fría. Hoy el sistema que permitió el “milagro” se ha convertido en el principal obstáculo para el crecimiento alemán.

El Canciller Schroder perdió la mayoría y la democristiana Merkel no logró establecer una nueva. La consecuencia es la parálisis política del sistema alemán.

El resultado electoral del 18 de septiembre en Alemania, en síntesis, es ampliamente representativo de una sociedad paralizada, volcada al pasado, que rechaza el cambio.
Jorge Castro , 25/09/2005

 

 

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