Un kelper macrista

 


El doctor Bielsa afronta las primeras dificultades de su doble condición de canciller y candidato, esta vez en un cruce intempestivo con un representante isleño, nada menos que en el seno del Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. La provocación del súbdito británico no puede ser hija de la casualidad y las reacciones improvisadas, nunca recomendables en diplomacia, lo son mucho menos cuando se está tratando con el Foreign Office. Transcribimos un texto más desarrollado de la nota publicada por Andrés Cisneros esta semana en el diario Ámbito Financiero
Hizo bien el canciller argentino en pararle el carro al isleño que comparó a la política exterior de este gobierno con la de Galtieri. No importa lo que aquí opinemos los unos de los otros, ningún gobernante de la democracia merece una imputación semejante. John Birmingham, miembro del Consejo Legislativo de las islas, había señalado que "la actitud del gobierno argentino hacia las islas Malvinas y los malvinenses hace que cada vez más países y gente vean al actual gobierno argentino como una administración matona, que no parece entender las realidades del siglo XXI".

Desgraciadamente, la decisión oficial de mantener al doctor Bielsa como ministro al mismo tiempo que compite como candidato a la legislatura, torna difícil diferenciar el eco que despierta en el periodismo como propio de una u otra condición, distorsionando inevitablemente el resultado final de sus apariciones públicas.

Probablemente ello haya estado previsto en la movida isleña: nada en que intervenga el Foreign Office sucede por casualidad.

Como se sabe, esa reunión anual lleva más de dos décadas con un ritual puntualmente repetido: cada parte expresa sus argumentos, el Comité vota invariablemente instándolas a iniciar negociaciones y Gran Bretaña ignora olímpicamente la recomendación de Naciones Unidas, hasta el año siguiente.

Lo que verdaderamente importa de esa crónica anunciada es que, año tras año, Gran Bretaña aparece frente al mundo desoyendo tan sensata recomendación mientras Argentina queda visualizada como aquella de las partes en conflicto verdaderamente dispuesta a una solución acordada bajo los términos del derecho internacional y la Carta de Naciones Unidas.

Con eso no basta, con eso solo no conseguimos antes ni conseguiremos en el futuro recuperar a las Malvinas, pero ayuda. Y mucho.

Es por eso que, desde Inglaterra, hace años se procura desviar la imagen ante el mundo, trasladando el eje de la discusión desde ése tan beneficioso para nosotros hacia otro, enormemente favorecido por la guerra del 82: que se trata de una pequeña comunidad de dos mil abnegados británicos perversamente acechada por cuarenta millones de argentinos semifascistas evidentes o larvados, siempre dispuestos a la violencia o los gestos de intemperancia. Y que, por lo tanto, lo que el mundo debe entender que lo que allí se disputa no es la apropiación indebida de territorios ajenos por parte de Gran Bretaña, sino la subsistencia de una sociedad matona que, en el fondo, no merece la confianza del mundo civilizado.

Si esta imagen provoca una sonrisa escéptica en el lector, trate de consultar a cualquier británico o ciudadano europeo medio, a ver qué piensan de nosotros. Se va a llevar una sorpresa.

Cualquier proyecto con capacidad real, efectiva de devolvernos las islas, no debe esperanzarse en los isleños –a quienes, asombrosamente, no les entusiasma convertirse en argentinos- sino sobre la opinión pública mundial. Especialmente la opinión pública británica, que también elige sus diputados, para que, lo más pronto posible, acepte votar a candidatos que propongan solucionar, de una vez por todas, el problema de Malvinas con el mismo tratamiento sensato y progresista que le dieron a Hong Kong y la inmensa mayoría de los territorios coloniales que hace cincuenta años están devolviendo, uno tras otro. Es así como recuperaremos lo que es nuestro.

Por lo tanto, debemos evitar cualquier reacción –provocaciones isleñas incluidas- que pueda usarse para agitar el fantasma de nuestra real o supuesta intemperancia y así demorar un proceso descolonizador que nos es a todas luces favorable.

La reacción de nuestro canciller manifestándose agraviado resulta entendible, pero es posible imaginarla desde otro ángulo, tipo: “vea señor, nosotros somos bien distintos de Galtieri, pero me temo que el que no cambió es usted, que no ha entendido nada de la evolución ni de la Argentina ni del mundo. Malo para ustedes, porque así comenzó la declinación del Imperio Británico.” A ese mensaje sí que lo entiende el resto del mundo.

Los kelpers procuran inútilmente convertirse en terceros interlocutores en la disputa y ser tenidos como víctimas indefensas de una sociedad amenazante. El doctor Bielsa, candidato y canciller al mismo tiempo, maneja la situación lo mejor que puede, aunque dos sombreros para una misma cabeza no le son fáciles de llevar.

La política de Malvinas de este gobierno es muy mala, pero ante la insolencia del representante isleño, el ministro hizo bien en reaccionar. Pudo hacerlo mejor, pero está progresando: al menos no lo llamó botarate.
Andrés Cisneros , 20/06/2005

 

 

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