Fuegos y artificios

 


Las declaraciones y trascendidos con que hacia el final de la semana los estados mayores de Balcarce 50 y de Lomas de Zamora pueden considerarse meras bombas de estruendo destinadas a intimidar o condicionar al adversario, pero no cabe duda de que hay artificios y juegos virtuales pero también hay fuego real en el conflicto entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde.
Mientras la Casa Rosada promueve el pase a sus filas de intendentes del conurbano bonaerense (“un trabajo de orfebrería condimentado de promesas de obras públicas”, según el diario oficialista Página 12), el duhaldismo movió la dama el viernes 17: Hilda Chiche Duhalde anunció por los micrófonos que le ofrecieron que tenía decidido (“en un 80 por ciento”) presentar su candidatura a senadora y que anunciaría su resolución definitiva el primer día del invierno. Luis Patti quiso quizás adelantarse a ese anuncio y aseguró por una radio porteña que su partido, el PAUFE, ya decidió llevarla en su propia boleta como candidata al senado, coronando así un acuerdo con el duhaldismo. Se filtraba asimismo la noticia de que ya está asesorando a la señora de Duhalde el publicista brasilero Joao Santana. En el lenguaje de signos de la política una contratación de esa naturaleza, que requiere firmar cheques o recolectar efectivo, se interpreta como una señal de intenciones serias. Se afirmó, además, que la señora había definido quien sería su jefe de campaña: el diputado Juan José Juanjo Alvarez, la fulgurante estrella a la que se recurrió para auditar la seguridad porteña después del incendio de Cromagnon.

Como se ve, se trata de aprestos para una batalla, aunque estuvieran acompañados por voces de calma y por susurrados mensajes de “unidad en el último instante”. Las visitas de Eduardo Duhalde a Roberto Lavagna y al cardenal Jorge Bergoglio fueron observadas en la Casa de Gobierno más bien en el primer sentido que en el otro.

Kirchner, entretanto, hacía saber a través de lenguaraces que él “no quiere un pacto de Olivos” con Duhalde y reclama, además, que Chiche baje su candidatura (en rigor, aún no proclamada). El Presidente quiere desplumar al duhaldismo sin que se oigan cacareos. Una tarea complicada. Por ahora sigue la máxima "si quieres la paz, prepárate para la guerra": acumula tropas heterogéneas para ganar el plebiscito que reclamó, que necesita y que, ahora, vacila en volver a pronunciar.

Sin embargo, una de las dificultades del Presidente en el escenario provincial reside, precisamente, en las numerosas fracciones que acumula en su ejército: kirchneristas históricos, kirchneristas de izquierda, felipistas, felipo-kirchneristas y, últimamente, duhaldistas-kirchneristas antifelipistas (huestes granbonaerenses que la Casa Rosada considera indispensables para la batalla, pero que generan resquemor en los socios anteriores del conglomerado oficialista). El gobernador de la provincia, Felipe Solá, ha descubierto súbitamente que el aporte de los intendentes del Gran Buenos Aires que se han deslizado desde el duhaldismo al kirchnerismo achica su porción en las boletas electorales: hay un nuevo socio importante en el reparto. Hace bien en inquietarse, por otra parte: algunos de esos intendentes mantienen comunicación abierta con Lomas de Zamora y le han explicado a Duhalde que ellos pondrán a su disposición los cargos provinciales que consigan para las eventuales escaramuzas contra el gobernador. “Estamos con Kirchner, pero no con Solá”, se excusaron. Puede tratarse simplemente de una manera dulce de despedirse de Duhalde, de una coartada, pero en La Plata las interpretaciones más conspirativas los imaginan como un caballo troyano introducido por el estilo ajedrecista de Duhalde.

Si entre esas dos corrientes es notoria una tensión, no faltan otras entre los numerosos y disímiles aspirantes a ganar espacio en las boletas oficialistas . Algunos kirchneristas históricos se consideran injustamente desplazados por corrientes con han adquirido una chapa más oficial e influyente. En Mar del Plata, por ejemplo, la corriente que orienta el concejal y dirigente casinero Daniel Rodríguez, la que más temprano se alineó con Kirchner –en noviembre de 2002, cuando éste no era aún el candidato elegido por Eduardo Duhalde ni soñaba siquiera en habitar la Casa Rosada- se siente marginada por las tendencias que actúan más próximas al felipismo y al subsecretario general de la Presidencia, Carlos Kunkel, las que probablemente monoplizaran la lapicera a la hora de dibujar las listas del Frente para la Victoria. Discusiones análogas se dan en todas las secciones electorales y anticipan que la definición de las boletas kirchneristas será una lucha ardua que dejará muchas heridas y resentimientos.

Esa tensión se suma a la morosa definición del ballet que, en la cúspide, ensayan Kirchner y Duhalde, los jefes de una alianza que ya se ha roto, carece de afecto societatis.

Uno de los efectos de la pelea bonaerense y del lanzamiento de la coalición centrista edificada por Ricardo López Murphy y Mauricio Macri ha sido la pérdida, por parte del Presidente, del virtual monopolio de la escena política. Hasta hace unas semanas las únicas irrupciones que habían interrumpido el monólogo oficial habían surgido desde fuera de la política: la figura de Juan Carlos Blumberg, emergente de la crisis de la seguridad, o las movilizaciones de los familiares de las víctimas de Cromagnon, una tragedia que hundió al principal aliado del gobierno en la Capital Federal.

Ahora aparecen otros personajes en escena, pero esta vez vienen del campo político. El oficialismo está irritado por ese cambio. Las frases de áspero mal gusto que el ministro de Interior dedicó esta semana a Ricardo López Murphy, seguidas del acoso piquetero a un acto cultural que encabezaba el dirigente de Recrear fueron manifestaciones de ese malestar y consiguieron, por un instante, una reacción convergente de líderes de distintas tendencias, desde Adolfo Rodríguez Saa (socio de Carlos Menem en el Frente Popular) hasta Lilita Carrió, desde la democracia progresista al radicalismo. “El Presidente tiene una metodología de confrontación, con actitudes violentas ante todos los que no piensan como él”, dijo, por caso, el jefe de la UCR, Angel Rozas. La señora Carrió fue aún más dura.

La respuesta presidencial a alguna advertencia de líderes supermercadistas por la posibilidad de que los aumentos salariales tengan efectos inflacionarios tuvieron efectos similares. Según el diario La Nación, algunos dirigentes empresarios prefirieron no continuar el debate sobre el tema “por temor a ser víctimas de campañas como la que hace algunas semanas sufrió la Shell”, cuando muchas de sus estaciones de servicio fueron bloqueadas y agredidas por agrupaciones piqueteras amigas del oficialismo.

La actitud confrontativa es, según analistas de opinión pública, uno de los puntos que están provocando la caída de la imagen presidencial. Un estudio recente de Carlos Fara y Asociados indica que "la evaluación positiva de la gestión presidencial bajó de un 63% en el mes de marzo a un 46% en mayo pasado” Según Fara, la fuerte caída de 17 puntos está vinculada a factores económicos. Pero también “a un renovado espíritu confrontativo del Presidente que, en el último período, mantuvo enfrentamientos con la Iglesia y se involucró de lleno en su disputa de poder con Eduardo Duhalde”. Como la encuesta se realizó en mayo, no están incluidas allí las reacciones frente a la coalición Macri-López Murphy ni la reciente pelea con los empresarios.

Con un 46 por ciento de imagen positiva en los estudios demoscópicos, parece claro que la pretensión plebiscitaria del Presidente difícilmente encuentre cauce en el plano numérico: los votos son aún menos dóciles que las opiniones vertidas ante un encuestador. Es posible que el paisaje político después de octubre sea menos monótono y monocolor que el de los últimos dos años. Es probable que el goberno deba compartir la escena con otros actores.
Jorge Raventos , 20/06/2005

 

 

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