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Piqueteros en vez de Diplomáticos. |
La reciente cancelación unilateral argentina de la visita del presidente sudafricano y la segunda postergación presidencial de un viaje varias veces anunciado a Cuba, sucedieron apenas días después del envío a La Paz de un particular contratado en representación oficial del estado argentino ante la crisis institucional boliviana. Mientras Brasil destacó a Marco Aurelio García, reconocido experto internacional y funcionario oficial muy cercano al presidente Da Silva, desde Buenos Aires viajó Isaac “Yuyo” Rudnik, dirigente guevarista fundador de la agrupación de izquierda Patria Libre, y uno de los principales referentes de Barrios de Pie, el brazo piquetero del partido.
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Consigna la prensa que “se entrevistó, entre otros, con el dirigente cocalero Evo Morales; el líder campesino Román Loizaga; el presidente de las juntas vecinales de El Alto, Abel Mamani; el obispo Jesús Juárez y representantes de diferentes partidos políticos, como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria,” espectro de protagonistas de la política boliviana que parece responder claramente menos a las expectativas del presidente Mesa que a los perfiles opositores de Morales y Solares. Morales viene de visitar a Cuba en la última semana de abril y anunció que cuenta con el apoyo de Chávez y Castro. Es decir que, a través de nuestro enviado, los argentinos privilegiamos entrevistarnos con quienes promueven algo así como una "revolución bolivariana" en el altiplano, justo en el momento en que Lula compite con Chávez por el liderazgo en la región y Brasilia se alinea funcionalmente con Washington para fortalecer institucionalmente al gobierno en ejercicio, no a sus opositores. Así, a diferencia de lo que hizo García, no se informa encuentro alguno del enviado argentino con autoridades institucionales bolivianas.
En octubre de 2003, en una situación semejante, que terminó con la renuncia del entonces presidente Sánchez de Lozada, Brasil también designó a García y nosotros al ex Subsecretario de Política Exterior, el economista y escritor Eduardo Sguiglia, quien, a su regreso, publicó un recordado artículo sobre lo que calificó como “una misión conjunta de Brasil y Argentina, decidida por los presidentes Lula y Kirchner”, detallando las gestiones que efectuara, codo a codo, con el funcionario brasileño. Desgraciadamente, Sguiglia tituló ese trabajo como “Así evitamos la caída de Bolivia,” adjudicando a ambos enviados, allí y en su texto, un protagonismo autorreferencial que seguramente no estaba en los planes ni de García, ni de Bolivia ni de Itamaraty.
Por lo pronto, en esta segunda, reciente ocasión, desde Brasilia se ocuparon en aclarar que la gestión de Marco Aurelio no reconoce vinculación alguna con la del señor Rudnik, quien por suerte confirmó que "mi visita no estuvo coordinada con la de Marco Aurelio García.”
Contribuyó a la confusión que Horacio Macedo, un político de nivel provincial jujeño, a la sazón embajador argentino en La Paz, declarase que se había enterado del accionar en territorio boliviano de un enviado de su gobierno, pero que aún desconocía su nombre, mientras los medios nacionales eran informados de que “ Rudnik explicó que su misión como enviado al vecino país fue "complementaria" de la tarea de la embajada argentina en La Paz y "coordinada" con la visita de Marco Aurelio García.”
Adicionalmente, y ante la queja oficial del Ejecutivo paceño por el anuncio argentino de estar preparando aviones Hércules para evacuar a compatriotas en peligro, el mismo embajador Macedo consideró oportuno puntualizar que su ministerio, la Cancillería, no tenía nada que ver con ese plan, que correspondía a Defensa, a todas luces otro ministerio del mismo gobierno al que el embajador representa. No consta una declaración semejante por parte de Itamaraty.
Sorprendentemente, durante el desarrollo de los conflictos en La Paz, la embajada argentina permaneció cerrada, con asueto a sus funcionarios, en desafortunada desatención a las eventuales necesidades de los connacionales supuestamente en peligro que pudieren sentirse afectados.
Algún desconcierto adicional deben haber causado palabras aclaratorias de nuestra Cancillería: "Como representante político, Marco Aurelio tiene una visión superficial de lo que ocurra. Pero también es muy necesaria una lectura subterránea que sólo podía dar alguien con el perfil de Rudnik, que conoce a los dirigentes sociales desde hace muchísimo tiempo y tiene con ellos vínculos muy estrechos.” Cabe preguntarse si no estamos perjudicando cada día más nuestra relación con un vecino importante como Bolivia.
De hecho, la historia diplomática con el Altiplano no ha sido particularmente feliz en los últimos tiempos. En 2003 el flamante presidente Kirchner participó de una Cumbre Iberoamericana en Santa Cruz de la Sierra, donde eligió no entrevistarse con el anfitrión, el presidente de Bolivia, pero sí efusivamente con su más enconado opositor, Evo Morales. Meses antes, acreditamos en La Paz a un embajador de carrera, reputado experto en el tema boliviano, al que cambiamos sin explicaciones, apenas seis meses después, por el actual, de pergaminos políticos comarcales. Infortunadamente, al mismo tiempo, habíamos procedido igual, nada menos que con Brasil: pedimos placet para un embajador también de carrera, Lula lo firmó de inmediato y, a punto de subirse nuestro representante diplomático al avión, lo cambiamos por otro, también de origen político.
Poco después sobrevinieron las megainversiones chinas inexistentes y el entredicho con Castro por la suerte de la doctora Molina, con vaivenes que el propio Horacio Verbitsky calificó puntualmente como una zarzuela.
En el caso que nos ocupa, “la elección de Rudnik causó fuertes críticas entre los funcionarios de carrera del ministerio, que definieron la medida como otro paso de la desdiplomatización del servicio exterior.” (conf. diario La Nación, 28/05/05)
Quienes hemos servido en el Palacio San Martín desde el campo de la política, no podemos sino salir imbuidos de un alto respeto por las cualidades profesionales de nuestro cuerpo del servicio exterior de la nación, en su doble dimensión de principal herramienta de nuestra política internacional y ejemplo a seguir para la futura organización del entero servicio público del Estado. Por lo tanto, no puede resultar recomendable ninguna decisión política que tienda a desvalorizar a ese servicio, profesional por excelencia.
Las peripecias que no hemos disfrutado recordando aquí, no se deben meramente a la incompetencia personal de unos cuantos funcionarios improvisados, sino a la concepción profunda que desde el Estado se tenga sobre el papel de la Argentina en el mundo. Y eso es lo grave. Porque es justo aclarar que las falencias antes relatadas no se circunscriben solo al presente gobierno, sino que emanan de la entera clase política argentina, con muy pocas excepciones. Es en la base misma de la degradación de la diplomacia argentina que se encuentra el origen de una visión que considera a la Cancillería como el basurero nuclear de la política partidaria, destino supletorio de amigos políticos en vacancia transitoria, puestos a medrar mientras aguardan una próxima elección que les permita regresar lo antes posible como concejales o diputados a los destinos que verdaderamente les interesan.
(*) Ex Secretario de Estado de Relaciones Exteriores (1996/99)
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Andrés Cisneros , 06/06/2005 |
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