El retroceso tecnológico argentino

 


La razón estructural del abrumador predominio de la economía norteamericana en el sistema económico mundial es el hecho de que Estados Unidos sea el primer país del mundo en el que la denominada “nueva economía”, fundada en la aplicación de las nuevas tecnologías de la información en el conjunto del aparato productivo, ha completado su ciclo de desarrollo. Dejó de ser un sector avasalladoramente dinámico de la economía para convertirse virtualmente en “la” economía.
Esta reflexión es válida para entender la importancia que adsquiere el hecho de que a Argentina haya retrocedido nada menos que veintiseis lugares en solo doce meses en el ranking internacional de países establecido en el Cuarto Informe Global sobre Tecnología de la Información y las Comunicaciones, elaborado por el Foro Económico Mundial, que organiza anualmente la tradicional reunión de Davos. El informe 2004, que examina los indicadores de 104 países, contra 102 analizados en el año anterior, señala que la Argentina ocupa hoy el puesto número 76, contra el número 50 que tenía el año 2003.

Por primera vez, el ranking es liderado por Singapur. Estados Unidos, que encabezó el listado durante los tres años anteriores, cayó del primer al quinto lugar, detrás de Islandia, Finlandia y Dinamarca. Este retroceso estadounidense no es resultado de una caída real en su desempeño, sino de la mejoría de sus competidores.

En Latinoamérica, Chile, que ocupa el número 35 y cayó tres lugares en relación al año pasado, y Brasil, con el número 46, son los dos únicos países que aparecen entre los cincuenta primeros. Con todo, el documento advierte que Chile es el único país de la región que “no está perdiendo terreno respecto de otras regiones en la carrera por convertir a la tecnología de la información en un motor de crecimiento”.

En el caso específico de la Argentina, este impresionante retroceso experimentado en un año en el indicador general está acompañado por fortísimos e ilustrativos contrastes entre los distintos subindicadores. La Argentina ocupa el undécimo puesto en materia de disponibilidad de teléfonos públicos, con datos de 2002. También ocupa el 17° lugar en servicios de gobierno “on line”. El acceso a Internet es relativamente barato, ya que ocupa el puesto 34. También ocupa el 44° lugar en suscriptores del servicio de Internet de banda ancha. Resulta espectacular la explosión registrada en la telefonía celular.

En cambio, el país quedó colocado en un ominoso 102° puesto en relación a la efectividad de las leyes del sector. Pero el récord negativo es el parámetro referido a la prioridad que tiene en las políticas públicas la promoción de las nuevas tecnologías de la información: la Argentina ocupa allí el penúltimo lugar, sólo por delante de Chad.

Las conclusiones saltan a la vista. Los datos del informe acreditan inequívocamente que el desarrollo de la infraestructura de comunicaciones en la década del 90 nos permite seguir ocupando todavía, aunque en una perspectiva descendente, lugares relativamente de avanzada en el empleo de las nuevas tecnologías de la información. En contrapartida, los tremendos desajustes estructurales provocados a partir del colapso económico de diciembre de 2001 nos alejan cada vez más del pelotón de vanguardia.

El conflicto irresuelto con las empresas privatizadas, la consiguiente parálisis de las inversiones y la absoluta ausencia de una estrategia política orientada a impulsar decididamente la incorporación de la Argentina a la sociedad del conocimiento afectan severamente la también descendente competitividad de la economía argentina.

La razón es muy sencilla: en términos de mediano y largo plazo, la competitividad de un sistema económico no puede sustentarse simplemente en una paridad cambiaria supuestamente favorable. Requiere un incesante incremento de la productividad, que en las condiciones planteadas por la incesante revolución tecnológica de nuestra época demanda privilegiar la utilización masiva y generalizada de las nuevas tecnologías de la información en la totalidad del sistema productivo, tal cual ocurre hoy en todos los países avanzados. Lo demás es alquimia. Y como el empleo de las nuevas tecnologías de la información representa el mejor vector para prever la evolución de la productividad de un sistema económico, los datos incluídos en este informe del Foro Económico Mundial anticipan para los próximos años una tendencia declinante en los niveles de productividad de la economía argentina.
Pascual Albanese , 12/03/2005

 

 

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