China en los próximos 15 años.

 


Las empresas transnacionales instaladas en China se han transformado en la principal fuerza económica del país. Durante el primer semestre del 2004, el valor agregado producido por estas empresas (que constituyen el 3% del total) representó el 31% de la producción industrial, el 24% de los ingresos del Estado y el 60% de todas las exportaciones de China continental.
Las empresas transnacionales (ETNS) también exportan el 43% de lo que producen, en comparación con el resto que coloca en el exterior sólo el 15% de su producción. Asimismo, las ETNS se han transformado en empleadoras fundamentales, que, hasta mayo del 2004, contrataban directamente a más de 23.5 millones de personas, el 10% de la población ocupada no agrícola del país.

La presencia decisiva de las transnacionales es la principal consecuencia estructural de 25 años de vuelco sistemático a la economía capitalista de mercado y a la globalización.

El objetivo de China en los próximos 15 años (hasta el 2020) consiste en multiplicar por cuatro el ingreso real per capita de su población, pasando de los actuales U$S 1000 a un total de U$S 3500/4000 al concluir el periodo. El instrumento central de este aumento del ingreso consiste en completar el proceso de privatización, reestructuración y conversión en empresas accionarias de sus 100.000 firmas estatales, creando, con ese objeto, un mercado de capitales que permita colocar, tanto dentro como fuera del país las acciones de esas compañías, que deberán adquirir, para hacerlo, un nivel de eficiencia económica de acuerdo a estándares internacionales, o cerrar.

El otro instrumento crucial de este camino de creación de un mercado de capitales nacional e internacional lo constituye la reforma y conversión en sociedades anónimas de los cuatro principales bancos estatales, comenzando por los dos primeros, los mayores y más difíciles de modernizar. En este sentido, el gobierno anunció la creación de un fondo especial de 45.000 millones de dólares tomados de sus reservas, que ascienden en la actualidad a 540.000 millones de dólares, las segundas del mundo después de Japón, para la conversión de estos bancos en sociedad anónimas. Estas entidades financieras, junto con el Banco Comercial y el Banco Agrícola, constituyen el cuerpo principal del sector bancario, con el 57% de los activos financieros de la República Popular. La reforma del sistema financiero es parte del proceso de construcción de un mercado de capitales transnacionalizado y tiene un plazo de tres años para entrar en pleno funcionamiento; en ese periodo, de acuerdo a lo pactado con la OMC, el mercado financiero va a quedar completamente abierto a las instituciones financieras de capital extranjero, que podrán actuar en la totalidad del territorio realizando transacciones en moneda nacional.

Se puede señalar, en definitiva, que las reformas en China entran en la etapa más compleja y decisiva, que es la de creación de “instituciones cargadas de contratos y garantías”, en los términos de Mancur Olson; y que son características del capitalismo avanzado, con su fragmentación extrema del trabajo y su estructura contractual volcada al futuro, fundada en la confianza más completa y sutil. Estas instituciones del capitalismo tienen como eje a las compañías de seguros, los mercados de futuro, los bancos y, en general, el mercado de capitales. China ingresó en la fase de las reformas donde las instituciones que se crean son “derecho intensivas”, con una multiplicidad de obligaciones que deben ser garantizadas por el Estado para fomentar la confianza de los inversores, que es su único, último y verdadero sustento.

En este periodo de 15 años, China también espera convertir toda su economía en un sistema capitalista de mercado o, en sus propios términos, “completamente comercializada”, con la totalidad de las variables y factores de producción y de intercambio actuando bajo la lógica compulsiva de la competencia y la productividad. Esto implica una reorientación de la estrategia de desarrollo económico, con el objeto de unificar al país por primera vez en un sólo mercado nacional, plenamente integrado, a su vez, al capitalismo mundial en su fase de globalización.

Hasta ahora, el proceso de desarrollo ha tenido la siguiente lógica. Primero, se ejecutó la reforma del agro con la eliminación de las comunas y de la presencia del Estado como instrumento fundamental de la acumulación, para su conversión en un régimen de responsabilidad individual de las unidades productivas familiares sujetas a la lógica del mercado. En los últimos dos años comienza a eliminarse el requisito administrativo pendiente que establecía que las unidades familiares debían entregar una parte de su producción al Estado. En la actualidad, las señales que determinan la acumulación en el campo están, en su mayor parte, determinadas por el mercado, como consecuencia del paso de la producción tierra-intensiva a una trabajo-intensiva, que responde a la estructura de incentivos de su principal ventaja comparativa, que es la abundancia de la fuerza de trabajo.

El segundo aspecto de la reforma fue la creación de cuatro zonas especiales ubicadas enfrente de los grandes centros de crecimiento económico del Asia-Pacífico, Hong Kong y Taiwan, que, junto a Corea del Sur y Singapur, marcaban el rumbo de la región. Luego esas cuatro zonas se extendieron a trece más; y ahora, en esta nueva etapa que se inicia, desaparecen las zonas especiales para convertir al país en su conjunto en una gigantesca “zona especial”, en forma de mercado nacional unido al mundo. Esta transformación del territorio chino en una sola zona de acumulación se va a realizar a través de un doble proyecto de integración regional, sustentado en un cambio demográfico de envergadura histórica.

En los últimos 25 años se duplicó el porcentaje de la población urbana y llegó a ser el 40% de los 1300 millones de habitantes. En los próximos 15 años pasará del 40% al 60%, a través de un proceso de migración que abarcará a 300 millones de personas que pasan del campo a las ciudades. Esta ola se manifestará a través de dos procesos de integración regional. Uno tiene su eje en Hong Kong/Shenzhen, en el delta del Rio Pearl, que se ampliará hasta abarcar nueve provincias y dos zonas administrativas especiales (Hong Kong y Macao). Esta región tiene una población de 450 millones de habitantes, un PBI que equivale a 630 billones de dólares, que es el 40% del producto nacional y un tercio de las exportaciones, que el año pasado ascendieron a 593 billones de dólares.

El delta del Río Pearl, aun con su excepcional importancia, no es el principal proyecto de regionalización. El más importante es la creación del delta del río Yang Tze (YRD) con cabeza en Shanghai. La región del delta del Yang Tze es la que atrae más inversión transnacional (IED) en toda China. Es la zona más transnacionalizada, que recibió en el 2004, sólo en Shanghai y sus alrededores, más de 21.000 millones de dólares, sobre un total de 60.000 millones de IED para todo el país. A esta región se dirige la mayor parte de la inversión foránea para la industria del procesamiento de la información y la industria pesada; y es aquí, además, hacia donde se traslada en forma masiva la industria taiwanesa y de Japón, como parte de un gigantesco entramado de ensamblaje transnacional que exporta al mundo y, en primer lugar a EEUU.

En estos 15 años, China se convertirá en lo que todavía no es: un sólo mercado nacional, construido a través de dos grandes regiones, sustentadas en una red extraordinariamente densa de autopistas, ferrocarriles y rutas aéreas; y en las que se eliminan sistemáticamente todas las barreras tarifarias y no tarifarias que existen todavía allí. Lo que está en marcha en China es comparable a lo que sucedió en EEUU al finalizar la construcción del primer ferrocarril transcontinental en 1865; recién entonces EEUU comenzó a serlo verdaderamente, al unirse desde el Atlántico hasta el Pacífico.

Y entonces cambio para siempre el equilibrio del mundo.

Artículo publicado en el diario LA NACION de 14/2/05
Jorge Castro , 14/02/2005

 

 

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