|
Kirchner como keynesiano . |
Septiembre fue un mes interesante en materia de política exterior argentina. En esta entrega y en la de la próxima semana analizaremos varios acontecimientos. El espacio de hoy estará destinado al manejo presidencial
de la deuda externa durante su estadía en Nueva York. |
Si yo te debo una libra,
tengo un problema;
pero si te debo un millón,
el problema es tuyo.
John Maynard Keynes
En su discurso en las Naciones Unidas el presidente Kirchner dio otra vuelta de tuerca a su encarnizada pulseada por la deuda. Insistió abiertamente en
la línea que más resultados parece darle: reclamar que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial asuman una parte sustancial de las responsabilidades por la hecatombe crediticia argentina.
La estrategia no carece de audacia ni de astucia. Es audaz presionar aún más sobre organismos que, en última instancia, funcionan como cobradores a domicilio de los Estados prestamistas (básicamente el G-7). Y es astuto
cabalgar la ola de profundo revisionismo que en esos mismos Estados envuelve a esas organizaciones, con voces sumamente críticas acerca de su desempeño en la región.
No parece casual que apenas unos días después de la asombrosa dureza de Kirchner en la ONU, nada menos que el Banco Mundial saliera a hacer una autocrítica de naturaleza feroz.
El documento del Banco Mundial, a través de la Oficina de Evaluación Independiente, titulado "Manteniendo la Promesa de la Seguridad Social en América Latina" (Keeping the Promise of Social Security in Latin America), fue elaborado por los funcionarios Indermit Gill, Juan Yermo y Truman
Packard, y se origina en una evaluación enfocada en las AFJP del subcontinente, pero resulta válido extender sus valoraciones críticas a todo el accionar de ambas instituciones.
En una verdadera maratón de auto reproches, se afirma que el crecimiento en los '90 no disminuyó la pobreza y que encima empeoró la distribución del ingreso, sin que los gobiernos y los organismos internacionales de crédito
tomaran medidas para remediarlo.
Luego de evaluar los resultados de una encuesta a 30.000 empresas en 53 países, el Banco Mundial reconoció que en la Argentina proclive a seguir sus consejos, el crecimiento económico se caracterizó por la concentración del ingreso y un crecimiento fragmentado, acotado sectorialmente. Según el economista jefe del Banco Mundial, François Bourguignon, el crecimiento es
una condición necesaria pero de ninguna manera suficiente para reducir la pobreza. Algo más debió hacerse.
Por su parte, Michael Stein, economista jefe de la Corporación Financiera Internacional, el brazo del BM para el sector privado, reconoció los errores del organismo en su evaluación de la economía argentina.
Por su parte, apenas aterrizaba el avión de Kirchner de regreso en Buenos Aires, el ministro de Economía británico, Gordon Brown, anunció que el Reino Unido cancelará la parte que le corresponde de la deuda multilateral contraída por 32 de los países más pobres del mundo con el Banco Mundial (BM). No se trata de un paso menor menor: el Reino Unido tiene casi el 10% de la deuda de los 32 países menos desarrollados, sobre todo africanos, por lo que esta medida supondrá una asignación anual de unos 150 millones de euros hasta 2015.
"Hoy hacemos esto solos, pero pido a otros países que nos sigan para que las naciones más endeudadas se vean aliviadas de la carga de la deuda multilateral impagable", dijo Brown al anunciar la medida en Brighton, donde
se celebra el congreso del Partido Laborista. Touching.
Los ingleses no se caracterizan ni por su práctica de la piedad ni por propensión alguna a la filantropía: si procedieron así unilateralmente es porque su socio principal, Washington, está de acuerdo con esa línea. Para
las agencias internacionales "la decisión está destinada a presionar al resto de los miembros del Grupo de los Siete para que sigan el ejemplo del gobierno de Blair."
De hecho, la crisis de credibilidad del Fondo es de todo menos interna: expande, como una caja de resonancia, una crisis profunda, mucho mayor que el Fondo o el BM, dentro mismo del entero sistema financiero mundial. Como se sabe, los tres objetivos más importantes en el horizonte norteamericano son: el terrorismo, el narcotráfico y la reestructuración del sistema financiero, una suerte de nuevo Bretton Woods que exprese mejor a un mundo que se globaliza aceleradamente en medio de un sistema financiero pensado para otra época y hoy notoriamente insuficiente para compensar sus desequilibrios.
En ese empeño, muchos acreedores tendrán que sufrir, por lo que los tejedores del nuevo sistema financiero van a necesitar todo el acompañamiento que puedan conseguir. La reconversión ordenada y del más bajo perfil posible de los países emergentes (en nuestra región, Brasil o
Uruguay) es el camino que más les interesa. Y para aquellos que ya hemos caído en default con la puntería de un mamut en un bazar, la estrategia parece ser la de ayudarnos a por lo menos no romper la poca vajilla que aún
permanece intacta. El reiterado e sorprendente apoyo de Washington a la Argentina ante los organismos internacionales de crédito no tiene como destinatarios ni a nuestro gobierno ni a nuestro país: el objetivo es de
alcances mucho mayores.
La tarea de reestructurar a un sistema financiero de dimensiones planetarias requiere que ni Argentina ni ningún otro deudor se encuentren en situación de aumentar imprevisiblemente el tamaño de las crisis de los viejos
mecanismos internacionales.
En un marco tal, en la misma semana en que Inglaterra anunciaba su conmovedora condonación de deudas del tercer mundo, Henrique Meirelles, presidente del Banco Central de Brasil informó que nuestros vecinos "están estudiando el no renovar el acuerdo con el Fondo Monetario," con lo que
seguirían adelante sin la tutela de los actuales ordenadores del sistema crediticio internacional. Como cualquiera sabe que un país como Brasil no podría sobrellevar las próximas décadas sin asistencia financiera externa, cabe suponer que si cancelan la relación con el Fondo es porque ya tienen prometida esa asistencia por algún otro mecanismo. Piedra libre para el G-7.
Por su parte, con su discurso ante la Asamblea General -más poblada de deudores que de acreedores, con unas doscientas bancas disponibles y ochenta efectivamente ocupadas mientras él hablaba- Kirchner golpea en los mismos
lugares en que el G-7 estudia introducir cambios relevantes.
Con ello procura arrastrar a los propios prestamistas a compartir la responsabilidad -y por ende el sacrificio a la hora de aportar soluciones- por la encrucijada argentina. Puede sospecharse que en el G-7 ya existe
criterio de tomar medidas draconianas, incluyendo fuerte respaldo a la propuesta argentina apenas algo se la mejore. Quizá cuando llegue a un punto medio entre el 30% y el 35%, una segunda mejora comparable a la anterior de
Dubai. El problema ya no reside tanto en el caso puntual argentino sino en el previsible efecto repetición que un acuerdo excesivamente laxo provocaría en otros deudores (algunos como Brasil, en plena reestructuración de deudas
mayores que las nuestras) con una sideral crecimiento de las pérdidas para los que están esperando cobrar o renegociar.
En tal caso, el default argentino y la crisis consiguiente servirían como catalizadores de un proceso desde hace años en maduración a la espera de un detonante puntual. Sin preverlo, nosotros podríamos terminar convirtiéndonos
en ese disparador.
Los beneficios consiguientes para el país y el papel jugado en la revisión de un problema estructural de dimensiones planetarias no resultarían datos
menores. Desgraciadamente, no se trataría del mejor papel posible: fungiríamos como el país responsable -en realidad, irresponsable- de un manejo tan pésimo de sus variables monetarias y financieras que el mundo
entero eligió curarse en salud y cambiar el sistema internacional de financiamiento a deudores en apuros.
Se trata, típicamente, de aparecer (una vez más) en la agenda internacional por el lado negativo, no el positivo. Después de permanecer neutrales en dos Guerras mundiales y en la Guerra Fría, de desarrollar una guerra sucia con
más muertos y desaparecidas que la sumatoria de lo ocurrido en los países vecinos, de casi invadir Chile en 1978 y de sí invadir las Malvinas en el '82, el mundo está acostumbrado a encontrarnos del lado malo de la agenda.
Distinto lo que hizo por ejemplo Uruguay y se encuentra ya negociando Brasil: convocar a sus acreedores, dialogar con ellos e iniciar una reestructuración de sus deudas con mano firme pero avisando a tiempo y sin interrumpir el diálogo. Es la manera de defender sus intereses nacionales empalmándolos con el interés global (en este caso, el de iniciar reestructuraciones acordadas sobre la base de un cambio sustancial respecto de prácticas anteriores consagradas) en lugar de participar en ese cambio a
través de generarle una crisis al sistema mundial: el default más grande de la historia moderna, tres veces el de Rusia, segunda potencia nuclear del planeta.
Hasta el más inexperto abogado de cualquier localidad perdida en la aldea del mundo más remota que sea, sabe que, cuando un cliente se concursa, debe aconsejarle que pelee por sus intereses pero con un ojo puesto en el horizonte: por más bueno que resulte el arreglo final de pago, sus futuros acreedores, clientes y proveedores se comportarán después con él como ese cliente lo hizo con ellos en la negociación concursal, afectando para bien o para mal su capacidad de repago.
Mala cosa si los argentinos, tentados por vientos hoy todavía favorables a una posición de firmeza sorda al diálogo y maniatados por la promesa presidencial de no mejorar la oferta, terminemos cortando la rama en que
estábamos sentados.
El gobierno del doctor Kirchner debe ser juzgado con grandes dosis de comprensión, pues afronta problemas de número y tamaños pocas veces vistos. Cuenta, por cierto, con algunos aportes de la fortuna. Cosechas enormes con
precios internacionales récord y fuerte aumento de la demanda de nuestros principales commodities exportables. Soja y petróleo por las nubes.
Capacidad financiera inmediata a partir de más de un año sin pagar buena parte de los servicios de la deuda externa. Y, como otro golpe de suerte, salir a renegociar la deuda justo cuando los organismos internacionales de
crédito se encuentran fuertemente cuestionados y el mundo se apresta a reorganizarlos junto con el entero sistema financiero.
Las actitudes de dureza ante el Fondo -impensables para cualquiera unos años antes- le aportan réditos externos en la fijación de bajos porcentajes de pago. Y réditos internos en el orgullo nacionalista de una sociedad que -con
razón o sin ella- se siente perjudicada por la vorágine financiera que, en un mundo global, se identifica con organismos como el Fondo. En su nota de hoy sobre la pólítica nacional en estas mismas páginas, Jorge Raventos
consigna "que ese estilo confrontativo por ahora da réditos en las encuestas."
Es de desear que tales coyunturas externas se puedan aprovechar con visión de largo plazo, sin caer en el abuso de la buena estrella circunstancial.
La dureza ente los acreedores hasta el momento ha rendido sus frutos, tanto en lo externo como lo interno. Sería bueno que, cuando se llegue a un límite en el frente internacional, no se ceda a la tentación de seguir tensando
todavía más la cuerda, en aras de continuar con la construcción de poder interno.
|
Andrés Cisneros , 02/10/2004 |
|
|