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Reconstituir el poder político. |
En las condiciones extremas, no hay mejor opción que aquella que sea políticamente viable en forma inmediata: articular un consenso básico dentro del peronismo alrededor de un programa de emergencia, que restablezca la paz social y el orden público.
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Ante el abrupto final del gobierno de la Alianza, registrado en medio de la catástrofe económica y el caos social más tremendos que recuerda la Argentina moderna, al menos desde el estallido hiperinflacionario de 1989, el país tiene que resolver, en el término de horas, una sola cuestión, prioritaria y excluyente, previa a cualquier otra decisión: reconstituir un mínimo de poder político capaz de afrontar los acontecimientos.
En una situación sin precedentes en la vida institucional de la República, el monumental fracaso del gobierno saliente obliga al peronismo a asumir prematuramente una enorme responsabilidad histórica, sin haber tenido la posibilidad de dilucidar en profundidad su propia situación interna. En 1989, la crisis terminal que desencadenó la renuncia anticipada de Raúl Alfonsín encontró a Carlos Menem con la legitimidad derivada de su condición de presidente electo. En cambio, la crisis de gobernabilidad que culmina con la dimisión de Fernando De la Rúa, apenas cumplida la mitad de su mandato constitucional, sorprende al peronismo en una situación de fuerte horizontalización política.
En estas condiciones extremas, no hay mejor opción que aquélla que sea políticamente viable en forma inmediata. Sólo queda entonces la alternativa de la articulación de un consenso básico entre las diferentes líneas internas del justicialismo alrededor de un programa de emergencia, orientado a restablecer la paz social y el orden público, de manera de ganar el tiempo mínimo necesario para recrear la confianza nacional e internacional, absolutamente indispensable para encarar la recuperación económica del país.
En la etapa de transición que hoy se inicia, la configuración de ese consenso básico dentro del peronismo como fuerza política, que es imprescindible para articular un auténtico gobierno de salvación nacional, tiene que incorporar como dato, inevitablemente, un muy fuerte condicionante externo: el contenido programático de ese acuerdo es el punto de partida para encarar una inmediata negociación internacional enderezada a lograr la asistencia financiera externa necesaria para transitar airosamente las próximas semanas.
En el actual contexto mundial, una negociación de semejantes características exige una adecuada interlocución política con los Estados Unidos. Sólo a partir de un acuerdo político de carácter estratégico entre el nuevo gobierno peronista y la administración republicana de Washington es posible imaginar la aparición de un respaldo financiero importante por parte de los organismos multilaterales de crédito.
Existen serias posibilidades para una negociación exitosa. El gobierno de George W. Bush ha manifestado claramente su voluntad política de cooperar activamente en la ya inevitable reestructuración de la deuda externa argentina. Se trata ahora de que, aún en plena situación de emergencia, la Argentina sepa aprovechar inteligentemente esa oportunidad.
Más allá incluso de la intencionalidad de sus dirigentes, la física de la política ha llevado nuevamente al peronismo al gobierno. Una vez más, está a prueba su voluntad transformadora y su proverbial capacidad de adecuación a las exigencias de la realidad. La experiencia histórica indica que, si así ocurre nuevamente, la Argentina verá encenderse otra vez la luz de la esperanza.
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Jorge Castro , 20/12/2001 |
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