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El chavismo y nosotros - La Hora del populismo |
Andrés Cisneros analiza la actualidad política Latinoamericana. |
La situación social de pueblos como el venezolano resulta sumamente favorable para quien le haga promesas de cambio inmediato.
La mayoría de nuestras sociedades arrastra décadas –en algunos casos más de un siglo- sin acceder a un desarrollo económico y social equitativo que nos permita a todos vivir en los términos en que puede concebirse la dignidad a principios del siglo veintiuno.
Esa larga espera genera impaciencias históricas que conforman un terreno fértil para cualquier dispensador de promesas incumplibles.
Hemos hecho ya tantos sacrificios sin obtener provecho que parece lógico que haya sonado la hora de obtener beneficios sin necesidad de más esfuerzos, incluso aunque sospechemos que la desmedida distribución en lo inmediato termine garantizando otra nueva frustración más adelante. Tal ha sido siempre la lógica del populismo.
En los estados que han tenido éxito, los esfuerzos precedieron a los repartos. Solo que contaron con líderes políticos, empresarios y gremiales que se las arreglaron para concertar mecanismos de crecimiento y distribución razonablemente balanceados.
En América Latina pocas veces contamos con esa alianza social imprescindible. Las últimas mediciones sobre la distribución relativa –de la punta a la base de la pirámide social- confirman que continuamos siendo la región más inequitativa del planeta, con excepción de Argentina, donde los índices negativos se acentúan desde hace cuatro años pero aún conserva, muy disminuido, el histórico colchón de una clase media única en la región, herencia de las dos décadas de administración justicialista (1946/55 y 1986/99), el más exitoso ejercicio de concertación de clases en toda la América no sajona.
Chávez y Kirchner
El reciente proceso electoral venezolano exhibió dos vinculaciones notables con la política argentina: la figura de Perón, profusamente invocada por Chávez y el abierto apoyo del gobierno argentino a uno de los competidores de una contienda política interna en un país extranjero.
No debiera extrañarnos. Hay una conexión necesaria entre la transversalidad del doctor Kirchner como proyecto interno y su política exterior de férreo alineamiento con Chávez y Fidel Castro.
El virtual regreso del presidente argentino al seno del peronismo, con presuroso abandono de los ensueños transversales ¿Incluirá también un cambio correlativo en su política exterior?
De hecho, el peronismo nunca lo acompañó en su giro a la izquierda, ni en lo doméstico ni en lo exterior. Por lo pronto, un justicialista del calibre de Duhalde –partero de la presidencia de Kirchner- acaba de declarar que el líder de América Latina es el moderado Lula. No el populista Chávez.
Como se sabe, los negocios norteamericanos en la Región estuvieron muchas veces vinculados a las oligarquías antipopulares, puntuales apropiadoras de las respectivas rentas nacionales.
Y en la Guerra Fría, la tolerancia –cuando no el franco apoyo- del Departamento de Estado a regímenes totalitarios con tal de que combatieran al comunismo, terminaron generando un extendido sentimiento antinorteamericano que suele expresarse en pronunciamientos masivos como el reciente referendo venezolano.
En la historia reciente de ese país, la vinculación de los EE.UU. en el golpe institucional del año pasado facilitó una remake de “Braden o Perón” en que Chávez invocó a Perón más veces que Nestor Kirchner en lo que lleva de presidente.
Por lo general, la historia de nuestros pueblos consigna que los períodos de productividad y acumulación estuvieron a cargo de administraciones casi nunca populares que luego no procedieron a una distribución equitativa. Y que, a la inversa, muchos gobiernos de origen popular, acuciados por la necesidad de compensar desigualdades, distribuyeron sin atender a los requerimientos del ahorro y la inversión.
Con la renta petrolera, Chávez dispone de ingresos considerablemente mayores que los de Kirchner. Hasta ahora, los ha usado para distribuir, para calmar reclamos y, también, para consolidar su poder personal. Ahora que ha derrotado claramente a la oposición y nada parece impedirle terminar su mandato ¿continuará meramente distribuyendo?¿invertirá la propia Venezuela y generará las condiciones para atraer capitales de todo el mundo?
Chávez y Perón
No hace falta profesar la globalización para comprender lo que ya advertía Adam Smith: la generación de riqueza no deviene de la renta sino de la producción. Perón, después del período inicial distributivo, convocó a empresarios y trabajadores a armonizar la lógica de precios y salarios a la luz de la productividad.
No parece que Chávez vaya a hacer lo mismo: en democracia, los esquemas productivos requieren de una paz social basada en la concertación, no en la lucha de clases.
Venezuela puede darse el lujo de desafiar bastante a Washington: es el tercer productor de petróleo, la segunda reserva del planeta y abastece a los EE.UU. casi el 20% de su consumo. Y más allá de sus desplantes, Chavez se cuida muy bien de no perjudicar esa relación mutuamente beneficiosa, tal como Wall Street se ocupó de consignar en los días previos a la votación.
El sino histórico de Argentina es otro. Nunca tuvimos nada que Washington necesitase imperiosamente ni pueden sentirse amenazados por nada que hagamos o dejemos de hacer. Nuestra capacidad de maniobra frente al gigante es sensiblemente menor.
En Venezuela, el referendo puso fin a una parte de la crisis política: aquella que ponía en duda el apoyo de las mayorías a Chávez. Pero no soluciona el problema de fondo, estructural en América Latina: por más votaciones que convoquemos, no habrá democracia real hasta que oposición y gobierno compartan políticas de Estado. Mientras tanto, votaremos cada tanto y tendremos democracias imperfectas con sistemas políticos de baja calidad.
Es allí donde destaca el carácter diferencial del mensaje justicialista: el peronismo nunca fue lucha de clases, fue alianza de clases.
Los diversos “entrismos” que desde la izquierda se intentaron terminaron rechazados por ese anticuerpo esencial. La última vez, por el propio Perón en Plaza de Mayo.
El peronismo siempre fue capitalista, no clasista, y de profunda pertenencia occidental.
Con este renovado apoyo de los votantes, el formidable diferencial petrolero y el incondicional apoyo de Castro y Kirchner, Chávez puede terminar yendo muy lejos.
Dificilmente en la misma dirección que el peronismo.
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Andrés Cisneros , 23/08/2004 |
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