Emergencia Social.

 

No estamos en víspera de la tempestad: ya estamos en ella. Desde el viernes 14 empezaron los saqueos. No hay un futuro posible para la Argentina como Nación sin una respuesta de emergencia a las angustias sociales del presente.
No estamos en vísperas de la tempestad. Puede afirmarse que estamos en el comienzo. Desde el viernes de la semana pasada, empezaron los saqueos. En distintos puntos del país, los supermercados empezaron a sentir el asedio de centenares de personas que demandan alimentos. La proximidad de la celebración de la Nochebuena parece actuar como factor desencadenante de este estallido social largamente anunciado. La sociedad argentina sabe perfectamente qué significa esto y cuáles pueden ser sus consecuencias. Otra vez, como ocurriera durante el colapso hiperinflacionario de junio de 1989, en medio de una acentuada descomposición del poder político, la emergencia económica provoca la emergencia social.

Una de las características relevantes de las situaciones de crisis terminal como la que afrontamos es que suelen terminar con la clásica distinción entre lo urgente y lo importante. La distancia entre el corto plazo y el largo plazo se achica hasta casi desaparecer. Porque lo importante pasa a ser urgente y lo urgente se convierte en lo único importante. De allí que, en las actuales circunstancias, la respuesta política a la emergencia social adquiera una significación similar a la que tiene la adopción de medidas drásticas, incluso extremas, para enfrentar y resolver la crisis económica.

En este contexto, resulta imprescindible implementar ya mismo la unificación de las partidas presupuestarias asignadas a los múltiples planes sociales actualmente dispersos en distintos organismos y jurisdicciones del Estado, para posibilitar la financiación de un subsidio de desempleo y capacitación para todos los jefes de hogar desocupados.

El otorgamiento de este subsidio estará atado al compromiso de los beneficiarios de participar en cursos de capacitación tendientes a facilitar su reinserción en el mercado laboral y de realizar trabajo voluntario a tiempo parcial en organizaciones no gubernamentales.

De esa manera, podrá garantizarse un ingreso básico de subsistencia para todas las familias argentinas, promover el despliegue de las organizaciones comunitarias y elevar fuertemente los niveles de formación profesional de los sectores socialmente más postergados.

La implementación de la iniciativa requiere su inclusión en el presupuesto del año 2002, de modo de permitir que el subsidio tenga vigencia a partir del próximo 1° de enero. Ello requiere que el empadronamiento de los benefciiarios sea realizado con la máxima celeridad. Para eliminar los costos burocráticos, el clientelismo político y los focos de corrupción, el pago de la asignación tiene que ser automático, sin intermediaciones de ninguna índole. Pero la aceleración del ritmo de la crisis hace que enero pueda resultar demasiado tarde. Por lo tanto, urge también impulsar la inmediata constitución de una amplia Red Nacional de Solidaridad Social, con la participación de la Iglesia Católica y las demás confesiones religiosas, los sindicatos, las cámaras empresarias y las decenas de miles de organizaciones no gubernamentales, para que - en forma coordinada con los organismos competentes del Estado, a nivel nacional, provincial y municipal - encaren sin demora una acción de emergencia orientada a la atención de los sectores socialmente más carenciados. La sociedad argentina tiene enormes reservas solidarias, que resulta imprescindible movilizar. Cuenta también con un elevado grado de organización comunitaria. Llegó la hora de apelar a ese gigantesco capital social para paliar los efectos más dramáticos de la crisis económica y evitar el serio riesgo de un estallido de violencia generalizado.

El principio estratégico fundamental en esta materia es que ninguna política social puede resultar exitosa si no es a partir de la organización y el protagonismo de los propios interesados. La condición de eficacia es la acción organizada de los propios sectores populares. Ni la visión neoliberal, que es meramente economicista, ni la concepción socialdemócrata, aferrada a la resurrección del viejo "Estado de Bienestar", están en condiciones de implementar una respuesta efectiva al desafío social que tiene por delante la Argentina.

La búsqueda de un piso mínimo de dignidad para todos los hogares argentinos, aún en medio de esta situación de debacle económica, es una condición irrrenunciable de equidad, sin la cual es imposible el restablecimiento del orden público y de la paz social, ni menos aún internarse con pespectivas de éxito en el camino de las reformas estructurales pendientes. No hay un futuro posible para la Argentina como Nación sin una repuesta de emergencia a las angustias sociales del presente.
Pascual Albanese , 18/12/2001

 

 

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