Mc Donald´s, el conflicto con Duhalde y las inversiones

 


Pascual Albanese analiza la correlación entre la ocupación de los locales de Mc Donald´s, la exacerbación del conflicto político entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde y la necesidad de nuevas inversiones productivas, que otorguen sustentabilidad a la reactivación.
En la misma semana en que los indicadores económicos difundidos por el INDEC volvieron a encender una luz roja acerca de la necesidad imperiosa de generar condiciones propicias para la inversión productiva, la pasividad oficial ante la ocupación de locales de Mc Donald´s en la ciudad de Buenos Aires, coincidente en el tiempo con el nuevo round de la pulseada entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, asestó otro fuerte golpe a la confianza nacional e internacional sobre el presente y el futuro de la Argentina.

El periodista norteamericano Thomas Friedman, en su libro "Tradición vs.Innovación", señala el lugar emblemático que ocupa Mc Donald ´s en el fenómeno de la globalización. Friedman describe elocuentemente cómo el ritmo y la localización geográfica de la instalación de locales de la supercadena estadounidense fue acompañando la integración de la economía mundial. En cierto sentido, Mc Donald ´s desplazó a Coca Cola como paradigma de marca global. Obvio resulta entonces que esta ocupación de locales de Mc Donald ´s, continuidad agravada de otros episodios similares, constituye un hito políticamente muy significativo, cuyo alcance excede de lejos su valor anecdótico en la Argentina de hoy, cuya prioridad estratégica fundamental es precisamente su reinserción en la economía mundial.

Mientras tanto, las cifras difundidas por el INDEC acerca de la evolución de la producción y el empleo en el primer trimestre de este año confirman el vigor del "efecto rebote" experimentado desde fines del 2002: la reactivación económica sigue la misma tendencia hacia una recuperación acelerada de los indicadores previos a la crisis, ya manifestada anteriormente en todos los países que tuvieron colapsos semejantes en los últimos diez años, en particular México después del "tequila" en el 94, aquéllos del sudeste asiático como Indonesia, Corea del Sur, Malasia y Tailandia luego de la crisis del 97, y Rusia después del "default" de agosto del 98.

Sin embargo, el desafío de sustentabilidad económica que implica convertir esa recuperación en crecimiento genuino pasa por un sustancial incremento en los niveles de inversión. En este punto, la Argentina se encuentra todavía en mora. Salvo en el sector agroalimentario y en el rubro de la construcción, los actuales niveles de inversión están todavía muy por debajo de las exigencias de expansión de la capacidad instalada antes del estallido de la crisis.

Hasta ahora, la recuperación económica fue el resultado del aprovechamiento de la enorme capacidad ociosa de un aparato productivo fuertemente modernizado con las inversiones realizadas en la década del 90. De no mediar una oleada de nuevas inversiones, la desaceleración que ya se advierte puede desembocar en una nueva parálisis o en un crecimiento meramente vegetativo.Esa desaceleración de la economía, que ya impacta sensiblemente en los indicadores del segundo trimestre, se reflejó antes en el virtual estancamiento en la creación de empleo registrado por las cifras del INDEC del primer trimestre de este año.

La única forma de otorgar sustentabilidad a la reactivación económica es a través de una inyección de confianza capaz de motorizar la inversión nacional e internacional. Esto requiere, ante todo, cumplimentar dos requisitos elementales. En primer término, una rápida y exitosa culminación de la negociación de la deuda pública, aparentemente en marcha. En segundo lugar, el afianzamiento de la seguridad física y jurídica, condición insoslayable para un horizonte de credibilidad y previsibilidad.

Y en en este último punto, cabe una precisión adicional: el gobierno, responsable principal de la protección del orden público y de la seguridad de la vida y la propiedad de los ciudadanos, no puede aspirar a cimentar su poder político en pactos con aquellos sectores empeñados exactamente en lo contrario. Aquel viejo axioma de que no conviene colocar al zorro a cuidar al gallinero hace que, en las actuales circunstancias, una coalición política capaz de afianzar la gobernabilidad de la Argentina, y más particularmente en el conurbano boaerense, solo pueda tener como eje al peronismo. Por lo tanto, la tentativa de sustituir esa centralidad política, que surge de los hechos, por una trasversal y variopinta constelación de fuerzas, que incluye a una amplia franja de la izquierda y del movimiento piquetero, objetivo que está detrás del hostigamiento sistemático desatado desde el gobierno contra Duhalde, es una apuesta suicida.

Pascual Albanese , 21/06/2004

 

 

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