Nota publicada en el diario LA NACIÓN el viernes 18 de junio pasado. |
El crecimiento extraordinario de China en 2003 y 2004 no implica en modo alguno el sobrecalentamiento de su economía.
El crecimiento potencial de largo plazo de China no es muy diferente del que ha tenido en 2003 (9,1%) y en lo que va de 2004 (10,4%).
En los últimos 25 años, desde el vuelco al capitalismo, el crecimiento promedio acumulativo fue del nueve por ciento anual. Esta es la razón por la que China atrae a una enorme cantidad de empresas extranjeras.
.De enero a abril de este año, se aprobó la instalación de más de 14.000 nuevas empresas extranjeras, un incremento del 17,46% sobre el año anterior. Las inversiones extranjeras acordadas por contrato ascendieron, en lo que va de 2004, a 47.001 millones de dólares, 53,96% más que en igual período de 2003. Las inversiones extranjeras ya ejecutadas ascienden a 19.617 millones de dólares, un incremento del 10,07%. A fin de abril, el total de empresas extranjeras aprobadas en todo el país era 479.605, con 990.130 millones de dólares de inversiones convenidas por contrato y 521.088 millones de dólares de inversiones directas efectivamente realizadas.
El elemento de crisis de esta fenomenal expansión económica no se encuentra en la alta tasa de crecimiento, sino en que su impulso fundamental proviene de un extraordinario auge de la inversión fija, más que del incremento del consumo individual.
El boom de inversión que experimenta China surge, fundamentalmente, del ahorro interno y no del endeudamiento externo. El año último, la inversión en activos fijos creció 30% y equivale ya al 47% del PBI (Corea del Sur tuvo una tasa de inversión del 25% del producto en las décadas del 70 y 80, su período de más rápida expansión). Las tres cuartas partes del crecimiento económico de China de los últimos 25 años proviene de la acumulación de capital. Mientras tanto, la deuda externa asciende a 180.000 millones de dólares, una magnitud similar a la argentina, sólo que el PBI chino es diez veces superior (1,4 billones de dólares).
La denominada "desaceleración" de la economía china hace referencia a la modificación de la pauta del proceso de acumulación, antes que a una disminución significativa de la tasa de crecimiento. El rasgo central de esta transformación es el paso de la sobreinversión al aumento del consumo individual, sobre todo, el de los campesinos.
Uno de los principales aspectos de esta transformación es la ampliación del mercado interno a través de la creación de gigantescos bolsones de demanda impulsados por el consumo individual. A partir de 1995, se ha puesto en marcha un programa de privatización de viviendas individuales, apoyado por un amplio desarrollo del crédito para el consumo. En la actualidad, gracias a este programa, son privadas más del 60% de las viviendas individuales en las grandes ciudades de China. También ha surgido una importante clase media, de más de 200 millones de personas.
Una economía está "sobrecalentada" cuando la demanda supera nítidamente a la oferta y, como resultado, se desata un proceso inflacionario. Nada de esto ocurre en China. La gigantesca expansión de su economía se produjo tanto por el lado de la oferta como por el de la demanda. El nivel de inflación es relativamente bajo, no más del tres por ciento anual. Durante el primer cuatrimestre de 2004, los precios al consumidor subieron 2,8%. Hace sólo dos años, había inflación cero. Se ha pasado de la deflación a un aumento de precios leve, pero significativo. Se estima un nivel de inflación de entre tres y cinco por ciento para 2004, en una economía que crece más del diez por ciento anual.
También es característico de una economía "sobrecalentada" la sobrevaluación de su moneda. El consenso general es que la moneda china (reminbi o yuan) está subvaluada.
Durante el primer cuatrimestre de 2004 la cuenta corriente de la balanza externa china mostró un déficit de 8000 millones de dólares, el primero en una década, tras experimentar un superávit de 3,5% en 2003. Esto indica que el crecimiento de la demanda doméstica es cubierto por un incremento de las importaciones. Este es, precisamente, uno de los elementos que frenan la tendencia inflacionaria. Extraño "sobrecalentamiento" de una economía en la que se pasa del superávit al déficit del cuenta corriente, con una moneda que en vez de estar sobrevaluada está subvaluada.
Por último, una economía "sobrecalentada" usualmente está acompañada por pleno empleo, con costos empresariales que se elevan por la carencia de oferta de trabajo, que provoca aumentos salariales y también de precios al consumidor. La situación laboral en China es de masiva subocupación y desocupación. El nivel promedio de desempleo en los centros urbanos es 11%, al que se agrega una fuerza de trabajo excedentaria, en el campo, de entre 200 y 300 millones de personas. Sólo en los últimos diez años, 98 millones de campesinos se trasladaron del campo a las ciudades, lo que desató un proceso formidable de construcción de viviendas, autopistas y ferrocarriles.
Está en marcha, además, una migración interna de más de 300 millones de campesinos, hasta el año 2020, la más grande de la historia universal. Hay que sumarle un movimiento de orden inverso: el traslado de las industrias de las zonas costeras al interior del país, en la búsqueda de la ventaja comparativa en salarios significativamente menores que los que se pagan en las provincias del sur. Esto es posible gracias al extraordinario desarrollo de la infraestructura que ha tenido lugar en el interior en los últimos diez años. Los salarios del interior son por los menos 30% inferiores a los que se paga en las dos cuencas del boom chino: la del Rio Perl (norte de Hong Kong) y la del Yang Tze (norte de Shanghai).
La ola de migración interna esta acompañada por un fenómeno muy común en las comunidades latinas de Estados Unidos: la remisión de fondos a los lugares de origen. Los migrantes que trabajan en las ciudades envían a sus familias sumas importantes, en términos chinos, que incrementan el consumo de bienes en todas las provincias. Las ventas de televisores, máquinas de lavar y equipos de aire acondicionado aumentaron 17% en 2003, sólo en las zonas rurales.
El problema de fondo de China es que el eje de su extraordinario crecimiento de los últimos 25 años fue la expansión de la demanda impulsada por la oleada de inversiones, con una baja proporción relativa del consumo, tendencia acentuada en los últimos cinco años, con un descenso significativo del consumo individual, ante todo del campesinado, que llegó a un piso de 53% del PBI en 2003, tras haber alcanzado el 64,7% en los años 80. .Por eso "resulta perentorio cambiar el modo de crecimiento económico", según señaló el primer ministro, Wan Jiabao, el 5 de marzo de este año, en la Asamblea Nacional, porque "la baja participación del consumo en el PBI no favorece la ampliación estable de la demanda interna ni el crecimiento continuo ni tampoco el círculo virtuoso de la economía nacional". De ahí que todas las reformas de la nueva estrategia se orientan a "aumentar el consumo inmediato", revirtiendo la actual situación de una inversión anormalmente alta y un consumo excesivamente bajo.
Por eso, la cuestión clave en China hoy no es ni la alta tasa de crecimiento económico ni el "sobrecalentamiento" de la economía, ni tampoco las reformas pendientes de las empresas estatales, sino, ante todo, la resolución de los problemas y las demandas del campesinado y, en especial, su bajo nivel de ingreso. Según Wan Jiabao, se trata de "la más importante de las tareas importantes del nuevo rumbo económico".
El cambio de las condiciones internacionales del presente año es el resultado del auge de la economía mundial. El punto fundamental que revela su significado es el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, consecuencia directa del crecimiento del cinco por ciento del PBI en 2004, del aumento de la productividad del 3,8% y de la creación de más de 1.200.000 puestos de trabajo nuevos desde enero.
China amplia su demanda a través de la incorporación al mercado de consumo de cientos de millones de campesinos. Por eso, modifica la pauta de acumulación y pasa de la sobreinversión al aumento del consumo individual. Ambos casos -Estados Unidos y China- marcan un cambio cualitativo en la economía mundial, un nuevo punto de partida.
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Jorge Castro , 21/06/2004 |
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