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El combustible de la crisis . |
Jorge Raventos analiza la evolución de la situación política argentina. |
De regreso de su gira privada por Estados Unidos, Néstor Kirchner impulsó el envío de tropas argentinas a Haití (donde actuarán bajo mando brasilero), mientras el gobierno autorizaba aumentos en el precio del gas, tras la escandalosa (y suspendida) audiencia pública prevista para debatir el tema.
Se anuncia que el día 11, finalmente, la Casa Rosada dará a conocer su plan para paliar la emergencia energética, una crisis largamente anunciada que ya le va costando al país unos 1.500 millones de dólares en concepto de importación de combustibles (fuel venezolano, gas boliviano) que terminan pagándose más del doble de los precios que el Estado ha reconocido a los productores locales. Las medidas que se anuncien el 11 de mayo sólo serán paliativos y difícilmente alcancen para reducir más de un 50 por ciento el combustible faltante para cubrir la demanda.
La incidencia de la escasez energética afectará el PBI del 2004 entre un 0,5 y un 1,5 por ciento, según los expertos. De hecho, ya suman centenares las empresas de todo el territorio afectadas por los cortes. En rigor, el efecto de esas interrupciones no golpea sólo sobre las firmas directamente afectadas, sino también sobre la cadena de valor que integran: la suspensión en la entrega de bienes intermedios ocasionada por los cortes promueve postergaciones en la elaboración y entrega de los productos finales, y este fenómeno, a su vez, incide sobre los pasos de distribución y comercialización. Ese conjunto de consecuencias impacta a su vez sobre las condiciones de empleo: los trabajadores de las empresas más golpeadas sufren suspensiones y ven achicarse sus ingresos. Ese es el motivo por el cual en varios puntos de la Argentina los planteles liberales de firmas amenazadas de interrupción del ser vicio energético decidieron constituir grupos de vigilancia para impedir los cortes por las vías de hecho.
El éxito alcanzado por las demostraciones públicas que encabezó Juan Carlos Blumberg, reclamando medidas que mejoren la seguridad ciudadana, probablemente induce reflejos de emulación en otros terrenos, estimulando prácticas de acción directa sobre las cuales el Estado parece sufrir un déficit en su capacidad de contención o arbitraje. El presidente Kirchner probablemente acierta ahora, cuando asigna –según los cronistas que lo escoltaron en su viaje a Estados Unidos- máxima peligrosidad a la crisis energética. Los fríos recién comienzan.
El marco político en el que se despliega el problema de la energía también tiene lo suyo. Pese a algunas voces que procuran acotarla, moderarla o relativizarla, la objetividad del conflicto entre la estrategia “transversal” practicada por el gobierno y el peronismo se manifiesta en gestos y actitudes. Los medios generalmente simplifican esa contradicción en términos personales -Kirchner versus Duhalde-, aunque la realidad ofrece signos que seguramente trascienden la intención de esos protagonistas y hasta los empujan más allá de sus deseos íntimos.
La “guerra de las fotos” de la semana última fue una de las últimas señales. Antes de eso, la familia Duhalde había manifestado su sospecha de que la persecusión judicial contra Carlos Menem fuese una muestra de arbitrariedad jurídica. Fue después de esas declaraciones que el Presidente se hizo retratar rodeado por dirigentes transversales (el intendente de Córdoba capital, el de de Rosario, el jefe de gobierno porteño y el ex candidato a gobernador de Santa Fé, el socialista Hermes Binner).
Eduardo Duhalde, por su parte, reunió en San Vicente a los gobernadores peronistas de Santa Fé y Córdoba – José Manuel De la Sota y Jorge Obeid-, los hizo encontrar con los líderes parlamentarios del justicialismo y ofreció una foto en la que se destacaba, junto a todos ellos, la figura del vicepresidente Daniel Scioli. De inmediato, embarcado en un vuelo a Colombia, concedió otra oportu nidad a los reporteros gráficos: apareció en el avión sentado junto a Raúl Alfonsín, conversando cordialmente con el máximo referente radical. En un off the record con periodistas argentinos en el Hotel Península de Nueva York, Néstor Kirchner, definió esa foto aérea como una muestra de “la transeternidad” y agregó con extrema acidez que en la pose “faltaba el general (Reinaldo) Bignone”, el último jefe de gobierno del proceso militar. Aunque se había pactado con la prensa argentina presente que esas palabras no serían puestas en boca del Presidente, la agencia oficial TELAM, manejada con mano de hierro desde la Casa Rosada, distribuyó un despacho que ignoró ese pacto, y registró las frases como declaraciones oficiales de Kirchner, tal vez en un intento de que nadie ignorara quién firmaba esos comentarios. Posteriormente, ante las llamadas de los medios que habían respetado el acuerdo de off the record, la agencia oficial envió un segundo despacho, correctivo del primero. La señal, de todos modos, ya había sido dada y consistía en mostrar que Kirchner no está dispuesto a mostrarse retrocediendo frente a las demostraciones de fuerza del peronismo.
En medio del conflicto que suscita la estrategia de transversalidad, de la escasez energética, de la inconclusa negociación de la deuda, la autonomización de la opinión pública y el ascenso de los conflictos laborales, el gobierno está a punto de cumplir su primer año de gestión. La ruta se ha vuelto más escarpada.
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Jorge Raventos , 10/05/2004 |
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