Jorge Raventos analiza la evolución de la situación política argentina. |
El mundo cambia - dijo Grock- no por lo que se dice o se reprueba o alaba, sino por lo que se hace.
G. K. Chesterton, Los tres jinetes del Apocalipsis.
Las demostraciones contra la inseguridad ciudadana que se desplegaron en el país el jueves último tomaron inexplicablemente por sorpresa al gobierno
y al sistema político. Muy pocos en esos ambientes imaginaban la masividad que adquirieron esas manifestaciones en las que se corporizó la opinión
pública permanentemente aludida por las encuestas.
En noviembre de 2003, sin embargo, con motivo del secuestro del joven Pablo Belluscio, un amplísimo cacerolazo en la Capital Federal y el conurbano había advertido a las autoridades de la preocupación social por el tema
de la seguridad. Según una investigación del Centro de Estudios Nueva Mayoría, uno de cada dos ciudadanos de Buenos Aires y sus suburbios ha sufrido la
violencia delictiva en carne propia o la han padecido sus familiares directos (padres, hijos o hermanos).
No había, pues, otro motivo para la sorpresa que la ingenua credulidad en que las cifras de consenso que el gobierno viene exhibiendo en los medios de comunicación son un sinónimo de cheque en blanco o de aprobación acrítica
por parte de la sociedad. No conviene confundir crédito con capital efectivo.
En rigor, el gobierno contempló con suspicacia e inquietud la convocatoria a la demostración del primer jueves de abril. Observó preocupado que los medios, inclusive los más permeables a sus sugerencias, iban siendo empujados
por una onda poderosa y autónoma de la opinión pública y terminaban sumados a la atmósfera que ésta - como poderoso eco de los reclamos de Juan Carlos Blumberg, padre de la última víctima de un secuestro extorsivo- imponía.
Preventivamente, el canal oficial recibió instrucciones de no cubrir en directo el acto de la Plaza de los Dos Congresos; una orden necia e inconducente:
a esa altura la difusión del encuentro estaba garantizada por la adhesión espontánea, por la invitación persona a persona, las redes de mails y por los reflejos de la mayoría de los medios privados, que no podían quedar
al margen.
Acostumbrado a desconfiar de lo que no controla, el gobierno quedaba detrás de los acontecimientos y, en verdad, no mejoró su posición con el mensaje
que envió el Presidente desde el Sur: fueron palabras de adhesión afectiva, pero la multitud espera acción de las autoridades. Desde la Casa Rosada, donde se había mantenido
cabildeando con la primera dama tras ventanas cerradas, el Jefe de Gabinete también intentó un respaldo tardío, pero sólo atinó a pronunciar generalidades
- Habló y no dijo nada - , sintetizó Juan Carlos Blumberg después de oirlo.
Es que el propio Blumberg, procurando con entereza calmar las protestas más duras que emergían de la multitud que lo acompañaba, había enumerado una serie de planteos concretos, de requerimientos prácticos y específicos
que merecían una respuesta en el mismo plano, no abstracciones o alabanzas lejanas. El padre de Axel se había pronunciado por reformas en la justicia
y había cuestionado a los magistrados equívocamente -garantistas- (- que defienden a los delincuentes - , señaló), había reclamado modificaciones en
los códigos, acción transparente y efectiva de las fuerzas de seguridad, penas para la tenencia ilegal de armas, cambios en el régimen carcelario,etc. Para el oficialismo, que tiende a interpretar los acontecimientos en
términos político-ideológicos, la mayoría de los reclamos formulados por Blumberg son adscribibles a la agenda de la derecha, de allí su palpable desconfianza. En verdad, convendría entender que la necesidad de garantizar
la seguridad ciudadana no es de izquierda ni de derecha: es un requisito de la gobernabilidad.
Por cierto, pese a las suspicacias oficiales, la manifestación en modo alguno tuvo un carácter opositor al gobierno nacional, al de la Ciudad de Buenos Aires o al bonaerense. Lo que sí representó fue un emplazamiento: la opinión pública dejó el anonimato al que la reducen las encuestas para fijar el tema de la seguridad como prioritaria y para exigir acción efectiva y resultados
a todas las jurisdicciones, más allá del hecho de que unas y otras se devuelvanlas responsabilidades como si fueran una papa caliente.
El gobierno nacional en apenas una semana (a partir del acto del 24 de marzo,en la ESMA) se encuentra con una situación compleja. Ha visto deteriorada
su relación con el peronismo - cuya presencia es indispensable para la gobernabilidad - y ha experimentado un fuerte gesto de acción independiente de la opinión
pública, que se resiste así a ser una mera cifra pasiva en las encuestas, invocable como argumento para silenciar o acotar a otros actores de la realidad; de hecho, el gobierno ha visto cuestionada su fijación de prioridades:
ni el peronismo ni la opinión pública respaldan el confrontacionismo referido a la violencia de la década del 70 ni mucho menos- la intención de tomar
partido por uno de - los dos demonios - que, en la interpretación generalizada,protagonizaron aquellas cruentas batallas. La realidad impone su agenda
de prioridades, varias de ellas postergadas con negligencia durante meses: seguridad, provisión de energía para la producción y el consumo; ocupación y atención a la preservación del ingreso, amenazado por aumentos de precios
que, como siempre, afectan más a los más expuestos. Es tiempo de hacer.
Como lo enunciaba Juan Perón: Mejor que prometer es realizar . |
Jorge Raventos , 04/04/2004 |
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