Una revancha de la política .

 


Artículo de Pascual Albanese publicado en INFOBAE el pasado lunes 8 de marzo acerca de la índole del desafío político que plantea el terrorismo transnacional.
El 11 de marzo español profundiza el debate político sobre la estrategia de lucha contra el terrorismo transnacional, abierto el 11 de septiembre de 2001 con los atentados de Nueva York y Washington. La misma discusión que rodeó las distintas hipótesis acerca de la autoría material del atentado de Madrid es altamente reveladora de la naturaleza del problema. La acción del Al Quaeda ratifica un dato fundamental: desde hace ya mucho tiempo, el despliegue de los grupos terroristas tiende a ceñirse estrictamente a la lógica económica y política del fenómeno de la globalización.

Lejos de constituir anacrónicas expresiones del pasado, tanto el terrorismo transnacional como el narcotráfico están organizados en redes altamente sofisticadas, diseminadas en decenas de países, con formas de acción descentralizadas y de altísima movilidad y flexibilidad, intercambios, mecanismos de tercerización, alianzas estratégicas y "joint ventures", más propios de las empresas multinacionales o de los mercados financieros internacionales que de las viejas organizaciones guerrilleras o de las estructuras jerárquicas y burocráticas de los ejércitos y los estados.

Sucede entonces algo curioso: por su naturaleza transnacional, las redes terroristas, así como sucede también con el narcotráfico, tienen frente a los clásicos estados nacionales, con jurisdicciones estrictamente territoriales, ventajas semejantes a las que detentan las grandes corporaciones empresarias en su incesante despliegue mundial. De allí que las dificultades que afrontan los gobiernos para combatirlas son tan enormes como las que limitan la capacidad de acción de esos estados nacionales frente al despliegue de los gigantescos conglomerados económicos multinacionales.

Nos encontramos frente a una tendencia estructural que avanza de una manera irrefrenable: la revolución tecnológica del procesamiento de la información y la consiguiente globalización de la economía rebasaban cada vez más las fronteras físicas y políticas de los estados y crean, por primera vez en la historia universal, las condiciones materiales para el surgimiento de una verdadera sociedad mundial, que se extiende inexorablemente a escala planetaria.

La consecuencia obvia de esa dicotomía es el atraso de la política frente a la economía. Los actores económicos prevalecen sobre los actores políticos. El mundo político, centrado todavía básicamente en los estados nacionales, se ve entonces muchas veces retrasado e impotente frente al creciente predominio de la lógica de la transnacionalización. Esto ocurre en todos los ámbitos política y socialmente significativos: tanto en materia económica como en la preservación del medio ambiente, en la regulación de los flujos migratorios o en el campo de la seguridad. Mucho más allá que frente a una cuestión técnica, estamos ante una honda cuestión política. Porque, en términos de mediano y largo plazo, el tema de cómo encarar eficazmente la lucha contra el terrorismo transnacional es inseparable de una reformulación institucional del actual sistema mundial.

Porque el terrorismo transnacional plantea una amenaza estratégica de carácter atípico. Es un conflicto bélico en el que uno de los contendientes no es un estado nacional. Y, por ese mismo motivo, el terreno de confrontación es el mundo entero. Si bien resulta discutible determinar si estamos ante una guerra mundial en el sentido convencional del término, habrá que redefinir el concepto para adecuarlo a una nueva realidad. Porque, en cierto sentido, asistimos al inicio de la más mundial de todas las guerras mundiales conocidas hasta hoy.

La única respuesta posible a este nuevo desafío es la construcción de un sistema de seguridad que tenga la misma naturaleza que las amenazas que enfrenta. La cuestión es la construcción de un nuevo sistema de seguridad de carácter global. Desde Tomás Hobbes en adelante, es sabido que la función de la seguridad constituye la dimensión primera y esencial de los estados, aquélla que provocó su nacimiento y justificó su razón de ser. Por lo tanto, cabe señalar que este rediseño del sistema de seguridad global representa el primer esbozo político institucional de la sociedad mundial. Ese es el principal desafío político del siglo XXI.

En la década del 90, cuando la fuerza incontenible de la globalización se implantó en el centro de la escena, la única institución internacional que surgió para regular al menos ciertos aspectos del fenómeno de la transnacionalización fue la Organización Mundial de Comercio. El resto de las instituciones internacionales, tanto políticas como económicas, permaneció sin cambios significativos. La lógica de la economía predominó sobre la política . Pero Hegel decía que la historia avanza a veces por el lado oscuro. La mayoría de los cambios históricos se producen a través de crisis. La amenaza que plantea el terrorismo transnacional abre camino a lo que puede caracterizarse como una revancha de la política.
Pascual Albanese , 20/03/2004

 

 

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