Celebración de la historia y del futuro .

 


En una nota publicada en "Diario Financiero", de Santiago de Chile, el ex-embajador de Chile en Buenos Aires, Eduardo Rodríguez Guarachi, un gran amigo de la Argentina, examina el porvenir de las relaciones entre nuestros dos países.
El sábado 13 de marzo, en plena cordillera de los Andes, el presidente Ricardo Lagos se reunió con el primer mandatario argentino Néstor Kirchner para celebrar juntos el centenario del monumento al Cristo Redentor, a 3.800 metros de altura.

Esta imponente imagen es el símbolo de la paz entre nuestros países y fue levantada después de los Pactos de Mayo de 1902, un conjunto de acuerdos que reafirmó la vocación binacional para utilizar el arbitraje ante disputas limítrofes y, al mismo tiempo, fue uno de los primeros tratados mundiales de reducción de armamentos.

Esta es la historia que sin duda merece un homenaje, al igual que la decidida voluntad política de los presidentes Patricio Aylwin y Carlos Menem en agosto de 1991, cuando iniciaron el proceso que terminaría con todas las diferencias de límites tipificadas entre ambos países.

Esta prolongada construcción de la paz, en la que me tocó el honor de contribuir como embajador de Chile en Argentina entre 1994 y 1998, y que finalizó con la aprobación parlamentaria del Tratado sobre Campo de Hielos en 1999, es la base sobre la que ha podido desplegarse con plenitud la vocación integradora de dos pueblos que comparten una de las fronteras más extensas del mundo. Y que lucharon juntos desde su constitución como naciones, hasta derribar el corazón del poder colonial español en el Virreinato del Perú.

Pero, además de celebrar el pasado, la principal virtud del político es prever. Es decir, ver antes que los demás, y poner en ejecución hoy las políticas que serán necesarias en el futuro para profundizar esta beneficiosa asociación.

Es cierto que la continuidad y perseverancia de los esfuerzos de Chile nos han ubicado en una posición relativamente privilegiada con respecto a la región. Pero sería una simplificación inadmisible considerar que podremos aislarnos totalmente de las dificultades que hoy atraviesan nuestros vecinos.

Este nuevo posicionamiento internacional de nuestro país (que nos ha permitido forjar relaciones de asociación especial con Estados Unidos, la Unión Europea y Corea del Sur, por citar sólo los más recientes) nos traerá indudables beneficios, pero también nuevos desafíos y obligaciones. Y muchos de ellos tienen que ver con las políticas que adoptemos hacia Sudamérica.

Las herramientas para forjar esta estrategia son, sin duda, la generosidad, la actitud asociativa y la imaginación. Tenemos la obligación moral y el imperativo pragmático para hacerlo. Y debemos emplear la confiabilidad que Chile posee internacionalmente para contribuir en forma proactiva a la estabilidad de la región.

Si esto es válido con todos nuestros vecinos, se convierte en una tarea impostergable ante Argentina, un país que, a pesar de la difícil coyuntura que hoy enfrenta, posee un inmenso potencial de recuperación y crecimiento, tal como lo demostró en los años 90, cuando atrajo flujos muy significativos de inversión extranjera directa y multiplicó su productividad. Fue precisamente en esos años, en los que se daban los últimos pasos para lograr el acuerdo definitivo en los límites, en que los empresarios de ambas naciones percibieron antes que nadie el significado de la estabilidad política: las inversiones chilenas eligieron a Argentina como su principal destino en el mundo, mientras que nuestro país, ya sin hipótesis de conflicto, convertía a su vecino en el principal proveedor externo de insumos energéticos.

Estas condiciones mutuamente beneficiosas siguen plenamente vigentes. ¿Porqué, entonces, no analizamos cuál puede ser la participación de la producción argentina para aprovechar en forma conjunta los beneficios a los que accedió Chile a través de los tratados de libre comercio? ¿Porqué la mejor calificación crediticia internacional de nuestro país no puede emplearse para la búsqueda de financiamiento externo para completar la integración física? ¿Porqué no discutir en una misma mesa qué beneficios podría aportar una política aerocomercial común de cielos abiertos y otros instrumentos para potenciar el desarrollo turístico de las numerosas regiones de ambos territorios que ya poseen un indudable atractivo a nivel planetario? ¿Porqué no podemos, en síntesis, construir juntos una agenda de proyectos emblemáticos del Bicentenario de la decisión de libertad de ambos pueblos que se cumplirá en el 2010?

Las tareas actualmente en marcha para convocar a una licitación internacional conjunta para la modernización y puesta en valor del Ferrocarril Trasandino Central, que permitirá con una relativamente baja inversión evitar el colapso del paso carretero que está precisamente al pie del Cristo Redentor, es un elemento vital para la expansión del corredor bioceánico, que enlaza las regiones por donde circula el 70% de la riqueza de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Y, al mismo tiempo, es una muestra indiscutible de la amplia gama de proyectos en común que tenemos por delante.

Y este esfuerzo de acercamiento no puede limitarse a las cuestiones comerciales y económicas, sino que también debe integrar la educación, la investigación, la cultura, la consulta política permanente y la acentuación de los nexos entre nuestras fuerzas armadas. No debe dejarse de lado ninguna acción que favorezca el conocimiento y la interacción entre las personas, ya que es su acercamiento el que forja los vínculos sólidos y perdurables entre los pueblos.

El rol de los gobiernos es principalmente de carácter estratégico y catalizador. Deben fortalecer lo que ya es política de Estado en ambas naciones y esforzarse en construir nuevos marcos para que su desarrollo se acreciente. Esa es la verdadera misión permanente de Lagos y Kirchner, que no por nada eligieron encontrarse esta vez bajo la figura divina que chilenos y argentinos erigimos como símbolo de paz y amistad.



(*) Abogado, ex embajador en Argentina y Japón, profesor de Relaciones Económicas y Negocios Internacionales en la Universidad Diego Portales de Santiago de Chile.
Eduardo Rodríguez Guarachi , 14/03/2004

 

 

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