ESPECIALIZACIÓN AGROALIMENTARIA .

 


Artículo de Jorge Castro publicado en CLARÍN el pasado sábado 14 de febrero
En las últimas dos semanas, dos grandes empresas industriales del complejo agroalimentario mundial resolvieron inversiones en la Argentina por una cifra superior a los 280 millones de dólares. Cargill, una de las 10 transnacionales del negocio de los alimentos, resolvió ampliar su operación en su planta de la provincia de Santa Fé y construir una nueva planta de crushing en Villa Gobernador Gálvez con una capacidad de producción de 13.000 toneladas diarias, la más grande del mundo en su tipo. De inmediato, Molinos Río de la Plata (del grupo Perez Companc) anunció que en la localidad de San Lorenzo, Santa Fé, construye una planta que permitirá llevar su capacidad de molienda de las 13.000 toneladas diarias actuales a las 18.000. Si se suman a estos dos proyectos, los anunciados en el último año, (AGD, Vicentín, Bunge y otros), el total de la inversión industrial que recibe la Argentina en el complejo agroalimentario supera los 400 millones de dólares.

Detrás de estas decisiones de inversión hay un diagnóstico preciso: el crecimiento de la producción agroalimentaria de la Argentina, en un contexto de una economía mundial en expansión, es parte de una onda larga de carácter sostenido, no un fenómeno de corto plazo de tipo provisorio producto de mejoras circunstanciales en los precios de los commodities agrícolas. Responde también a una tendencia de fondo que hace que las grandes transnacionales norteamericanas del negocio de los alimentos (ADM, Cargill, Dupont) disminuyan sus inversiones en los Estados Unidos y las multipliquen en el exterior, especialmente en la región del mundo emergente que muestra las mejores ventajas competitivas en materia de producción alimentaria: el MERCOSUR, con la Argentina y Brasil a la cabeza.

Este vuelco de la inversión directa de tipo industrial de las grandes transnacionales de los alimentos hacia la Argentina y Brasil, se relaciona en forma directa con la estructura de costos de la producción primaria. Según señaló Peter Goldsmith, de la Universidad de Illinois, el costo de producción de una tonelada de soja en los Estados Unidos es de U$S 249, mientras que en la Argentina alcanza U$S 192.

La superior competitividad de la producción agrícola en la Argentina, no es sólo el resultado de ventajas comparativas excepcionales para la producción primaria; surge también del cruce de estas ventajas con la gigantesca inversión realizada en la década del 90 en todo el sistema logístico de apoyo a la producción, potenciada con la utilización sistemática de semillas transgénicas y el uso generalizado de la siembra directa. El alto nivel de competitividad del agro argentino, probablemente el mayor del mundo, es un eufemismo técnico para referirse a su superior productividad, que ha transformado sus originales ventajas comparativas en ventajas competitivas de alcance mundial.

Es la superior productividad agrícola del país la que atrae las inversiones industriales. La producción de alimentos en el mundo de hoy es una cadena transnacionalizada e integrada de alcance global. Las inversiones se dirigen a la totalidad de esa cadena en la medida que su eslabón inicial –producción primaria- tenga un nivel superior de productividad. Esto ocurre en el momento en que se modifica la estructura del proceso de acumulación del sistema capitalista mundial. La nueva fase muestra tres componentes fundamentales: el formidable salto cualitativo experimentado en los últimos años por la economía estadounidense, sumergida de lleno en la nueva sociedad de la información; la avasallante irrupción de los países del Asia Pacífico, encabezados por la revolución industrial de China; y, por último, la demanda creciente de commodities agrícolas, energéticos y mineros.

La conversión de la economía norteamericana en una “Nueva Economía” de la información se une, inversamente, con la disminución de la importancia de su sector manufacturero (representa en la actualidad el 16% del PBI); a su vez, esta “Nueva Economía” de la información está orgánicamente vinculada con la revolución industrial que atraviesa China que se ha transformado en uno de los principales proveedores de manufacturas a los EEUU, en especial de bienes de alta tecnología de la industria electrónica. Por eso, 20% del déficit comercial norteamericano se origina en el comercio con China. China/Asia-Pacífico produce y exporta a los EEUU lo que este país deja de manufacturar, en un proceso de complementariedad e integración crecientes.

La principal consecuencia de este proceso acelerado de integración orgánica EEUU/China/Asia-Pacífico, es un fenomenal aumento de la demanda de commodities agrícolas, energéticas y minerales, de todos ellos al mismo tiempo. Una clara manifestación de esta tendencia es el aumento de las tarifas del transporte marítimo de carga, que se encuentra en sus niveles más elevados de los últimos 30 años.

Estos tres componentes están orgánicamente integrados. Por eso, la aceleración de uno de ellos opera de inmediato sobre el crecimiento de los otros. Así, la conversión de Estados Unidos en una economía de la información, y la industrialización acelerada de China/Asia-Pacífico, incrementan exponencialmente la demanda mundial de commodities. Esta es la primera vez en la historia del capitalismo en que todos los precios de los commodities aumentan al mismo tiempo. No es un fenómeno circunstancial, sino un cambio de pauta de la acumulación global.

Precisamente por eso, la profunda y creciente especialización agroalimentaria argentina no implica en modo alguno la reprimarización de la economía del país. Todo lo contrario. Es la superior competitividad de la productividad agrícola argentina, dentro de la nuevas condiciones del proceso de globalización del capitalismo, la que se convierte en el instrumento principal de atracción de la inversión industrial de las empresas trasnacionales.

Un país emergente no elige hoy el tipo de industria que puede desarrollar. En la fase actual de la globalización, las características de la industria en un país emergente como la Argentina las establece el mercado mundial. La industrialización en el mundo emergente es esencialmente un fenómeno de transnacionalización productiva de las empresas transnacionales.

El anuncio de las inversiones industriales de las últimas dos semanas indica inequívocamente que la creciente especialización agroalimentaria de la Argentina es también el camino de su desarrollo industrial y de su diversificación competitiva en términos internacionales.
Jorge Castro , 16/02/2004

 

 

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