MOMENTO DE DEFINICIONES .

 


Pascual Albanese plantea la inminente encrucijada estratégica que afronta el gobierno de Néstor Kirchner
En un plazo máximo de sesenta días, el gobierno de Néstor Kirchner tendrá que afrontar una verdadera encrucijada estratégica que gira en torno a la reinserción internacional de la Argentina. A más tardar en el mes de marzo, está obligado a mostrar avances notorios en el trámite de la renegociación de la deuda pública. En caso contrario, habrá una nueva crisis en la relación con los organismos multilaterales de crédito, en especial con el Fondo Monetario Internacional, y una dramática profundización del aislamiento externo.

Ningún otro resultado de la visita presidencial a España puede opacar la importancia decisiva de este dato central, que fue el mensaje principal trasmitido a Kirchner por José María Aznar en una reunión privada que, por sus muy particulares características, tuvo sabor a una edulcorada advertencia.

El consejo de Aznar coincidió con otros tres hechos que en la práctica conllevan una idéntica significación. En primer término, la abstención, entre varias otras, de tres de los países integrantes del Grupo de los Siete (Gran Bretaña, Italia y Japón) en la votación en la que el directorio del FMI, una vez más bajo una fuerte presión de la representación estadounidense, aprobó la primera revisión de las metas comprometidas en el acuerdo suscripto en septiembre pasado. En segundo lugar, la ostensible deserción de todos los bancos internacionales de primera línea de participar como agentes financieros del gobierno argentino en el arduo trámite de negociación de la deuda. Por último, aunque por un tiempo tenga más significación política que estrictamente económica, la habilitación por parte de la justicia norteamericana de una instancia en la que pueden resultar embargados los bienes argentinos en el exterior.

Hay dos frases de Kirchner en España que revelan elocuentemente las dos caras de la nueva situación. La primera, pronunciada ante sus interlocutores empresarios, es "no miren mi ideología, miren lo que hago". Fue interpretada como un preanuncio. La segunda, deslizada en una entrevista más reducida, es "tengo popularidad pero no tengo poder". Fue una lúcida confesión de las serias dificultades que habrá de afrontar en relación a su propio sistema de alianzas políticas si en definitiva, empujado por la fuerza de las circunstancias, resuelve impulsar ahora su propia versión del "giro copernicano" realizado por Carlos Menem en 1989.

Pascual Albanese , 02/02/2004

 

 

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