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LA CRISIS BOLIVIANA DESATA UNA OLA DE CONFLICTOS EN LA REGIÓN . |
Texto del artículo de Jorge Castro publicado en el diario INFOBAE sobre este importante desafío que afronta hoy la política exterior argentina.
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La política exterior no es una sustancia envasada al vacío. Se inscribe por definición en el amplio contexto internacional. De allí que, más allá de aciertos o errores, la Argentina esté hoy sumergida de lleno en una situación de altísima conflictividad regional, muy probablemente la más grave de las últimas décadas.
El tema de fondo es la gobernabilidad. Importa señalar que, con la saludable excepción de Chile y Uruguay, en los últimos años hubo solo tres presidentes constitucionales sudamericanos que terminaron su mandato legal. En la Argentina Carlos Menem, en Brasil Fernando Henrique Cardoso y en Colombia Andrés Pastrana. El resto tuvo que abandonar el poder antes de tiempo.
En la actualidad, epicentro de esta situación es Bolivia. Como suele suceder, la crisis de gobernabilidad del país del Altiplano propaga sus consecuencias hacia sus vecinos. Por encima de cualquier apreciación acerca de la justicia histórica del reclamo, el reflotamiento de la reivindicación boliviana de una salida al mar ha abierto una verdadera caja de Pandora, cuyas primeras manifestaciones recién se están comenzando a visualizar.
Lo primero a tener en cuenta es que el renovado énfasis boliviano en su histórico reclamo encuentra su sustento en la debilidad política del gobierno de Carlos Mesa. Constitucionalmente, el mandatario boliviano tiene mandato hasta el 2007. Sin embargo, carente de respaldo partidario, resulta extremadamente vulnerable a las presiones de la izquierda insurreccional que derribó a su antecesor Gonzalo Sánchez de Losada, a cuya caída contribuyó decididamente la oleada de nacionalismo antichileno surgido del contrato de venta de gas a Estados Unidos a través de un puerto trasandino. Hay que advertir que la nueva ofensiva de movilización lanzada por varias de esas organizaciones de izquierda pueden poner en tela de juicio la estabilidad de Mesa.
Lo cierto es que la orfandad política del gobierno de Mesa parecería obligarlo a colocar en un primer plano, casi excluyente, la reivindicación marítima. La consecuencia es una inevitable profundización del conflicto con Chile y una escalada de confrontación que incide fuertemente en el escenario regional.
Conviene subrayar la importancia que adquiere en todo esto el rol crecientemente protagónico asumido por Hugo Chaves. El deseo públicamente manifestado por el presidente venezolano de "bañarse en una playa boliviana" introdujo una dimensión adicional al conflicto. Más aún cuando son harto conocidas las estrechas relaciones que unen a Chaves y Morales, considerado en Estados Unidos como el representante político del "primer eslabón de la cocaína".
En alguna medida, salvando las obvias circunstancias de tiempo y lugar, la Venezuela de Chaves cumple ahora en relación a los Estados Unidos un rol desafiante semejante al que desempeñara la Cuba de Fidel Castro en las décadas del 60 y 70. En ese sentido, los recursos de la jugosa la renta petrolera venezolano suplen la apoyatura económica brindada en aquellos tiempos por la Unión Soviética a la isla del Caribe. El primero en comprenderlo así es el propio Castro, interesado en el fortalecimiento de un eje político Caracas-La Habana.
La intervención venezolana no podía menos que incrementar la susceptibilidad chilena en torno a la internacionalización de un diferendo que Chile insiste en plantear como exclusivamente bilateral. Eso provocó que, para evitar que se agravaran las cosas, la Argentina y Brasil se vieran obligados a hacer a un lado la alternativa de una propuesta de solución que contemplaba una administración conjunta chileno-boliviano-peruana sobre una franja costera sobre el Océano Pacífico.
Para entonces, el grado de susceptibilidad trasandina había alcanzado ya al extremo de que el diputado oficialista Leopoldo Sánchez, del Partido de la Democracia, integrante de la coalición gobernante, llegase al exabrupto de instalar públicamente una absurda y extemporánea discusión acerca de los derechos de soberanía sobre la Patagonia argentina.
Es más que evidente que la Argentina está fuertemente comprometida con la evolución de este escenario regional. La prioridad política es el fortalecimiento de la gobernabilidad democrática en Bolivia. Porque toda situación de ingobernabilidad en Bolivia agravará seriamente la conflictividad regional Y, en ese sentido, Morales y los suyos distan de ser una garantía.
Tampoco ayudan a una solución satisfactoria el apoyo de Chaves a Morales ni mucho menos la abierta intervención de Venezuela en el conflicto boliviano-chileno. Es notorio que el mandatario venezolano multiplica su protagonismo internacional mientras ve sensiblemente socavadas sus bases de sustentación interna. La alternativa de un "referéndum revocatorio", promovido por la oposición y alentado por Estados Unidos, parece estar cada vez más cercana.
La política argentina no puede sino focalizarse en dos ejes fundamentales. El primero de ellos es una acción conjunta de los países del MERCOSUR en Bolivia, en particular la Argentina y Brasil, aunque también Uruguay y Paraguay, que se encuentran ante la impostergable necesidad de avanzar desde los acuerdos económicos hacia una sólida alianza política que tiene que expresarse en una estrategia común orientada hacia la preservación de la seguridad regional. En lo inmediato, ello requiere poner ya mismo punto final al actual entredicho político argentino-uruguayo.
El segundo de esos dos ejes estratégicos es una amistosa y activa cooperación con Estados Unidos en el esfuerzo común para la afirmación de la seguridad regional, hemisférica y global frente a las nuevas amenazas derivadas del narcotráfico y el terrorismo transnacional. Es un secreto a voces que esa cooperación política ayudará también a encauzar la relación entre la Argentina y el Fondo Monetario Internacional y facilitará la postergada renegociación de la deuda pública en las críticas circunstancias que se avecinan. De esta forma, el protagonismo internacional de la Argentina, erigida en un factor política de paz y estabilidad regional, podrá servir adecuadamente al interés nacional. |
Jorge Castro , 21/01/2004 |
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